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EL DIARIO digital
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Durante años, la idea fue casi un dogma: la felicidad seguía una curva en forma de U. Arrancaba alta en la juventud, se desplomaba en la mediana edad y volvía a repuntar después de los 50. Una especie de consuelo estadístico para atravesar la crisis de los cuarenta. Sin embargo, nuevos estudios vienen a dinamitar esa certeza. La curva ya no existe como se la conocía y, para sorpresa de muchos, el malestar ahora se concentra entre los más jóvenes.
Un trabajo reciente publicado en PLOS ONE marca un giro fuerte en la forma de entender el bienestar emocional. El análisis, basado en datos de más de un millón de personas de más de 150 países, muestra que la infelicidad ya no toca fondo en la mediana edad. Por el contrario, los niveles más altos de estrés, ansiedad y malestar aparecen en menores de 30 años, mientras que los adultos mayores muestran mayor estabilidad emocional.
La famosa "curva en U", popularizada a partir de estudios de comienzos de los años 2000, había sido sostenida por investigaciones que señalaban un descenso de la satisfacción vital entre los 30 y los 50 años. El economista David Blanchflower fue uno de los principales impulsores de ese modelo, que se repitió durante décadas en encuestas internacionales y terminó consolidando la idea de la "crisis de la mediana edad" como un fenómeno casi inevitable.
Pero los nuevos datos cuentan otra historia. Según el estudio actualizado, el bienestar subjetivo ya no rebota después de los 50 porque, directamente, no cae. En lugar de una curva, aparece una línea que mejora lentamente con la edad. Los jóvenes, en cambio, reportan niveles de malestar que no se veían en generaciones anteriores, una tendencia que se profundizó a partir de 2017 y golpea con más fuerza a las mujeres jóvenes.
Los investigadores hablan de un cambio estructural. El combo es conocido: precariedad laboral, presión constante por el rendimiento, hiperconectividad, redes sociales, soledad y una incertidumbre económica que se volvió permanente. En ese contexto, la juventud dejó de ser sinónimo de entusiasmo y pasó a cargar con una ansiedad crónica que antes aparecía más tarde.
Del otro lado, los mayores parecen haber encontrado otra forma de bienestar. No se trata de euforia ni de felicidad desbordante, sino de equilibrio. Menos expectativas externas, más aceptación y vínculos más reales. Como resume Blanchflower, el fenómeno no es que los adultos sean más felices que antes, sino que los jóvenes están peor.
El debate no es menor. Algunos especialistas advierten que estos estudios comparan generaciones distintas en un mismo momento histórico, y no a las mismas personas a lo largo de su vida. Aun así, la tendencia es clara y consistente: la crisis emocional se adelantó varias décadas.
La "crisis de los 50" quedó vieja. Hoy, el desgaste aparece mucho antes. Y la felicidad, lejos de responder a una biología predecible, parece estar atada a un contexto social que cambió de forma acelerada. La curva no desapareció: se deformó. Y en ese nuevo dibujo, los más jóvenes llevan la peor parte.