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EL DIARIO digital
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Algunas personas, por daño o mutación genética en la amígdala, viven sin experimentar miedo. Los casos estudiados revelan cómo el cerebro procesa amenazas externas e internas, y qué papel cumple este mecanismo en la supervivencia.
Imaginá saltar en paracaídas, tirarte en tirolesa o descender un rascacielos en rapel sin sentir ni un ápice de miedo. Esa es la realidad de personas como Jordy Cernik, británico al que le extirparon las glándulas suprarrenales por un síndrome poco común, y de pacientes con la enfermedad de Urbach-Wiethe, un trastorno genético rarísimo con apenas 400 diagnósticos en el mundo que destruye la amígdala, la región cerebral encargada de procesar el miedo.
El caso más famoso: la paciente SM
Desde los años 80, una mujer conocida como SM ha sido objeto de múltiples estudios en la Universidad de Iowa. No siente miedo frente a estímulos externos: ni películas de terror, ni serpientes, ni casas embrujadas le generan reacción. De hecho, se acerca con curiosidad a lo que debería provocarle rechazo.
La clave está en su amígdala dañada: aunque sus otras emociones (alegría, ira, tristeza) permanecen intactas, perdió la capacidad de percibir y responder al miedo en situaciones de amenaza externa.
Dos caminos para el miedo
Los estudios mostraron que la amígdala es crucial para el miedo condicionado a lo externo: amenazas como un asalto, un animal peligroso o un ruido asociado a dolor. Sin embargo, no lo es para las amenazas internas.
Cuando SM inhaló dióxido de carbono en un experimento, su cuerpo reaccionó con un ataque de pánico. En este caso, el tronco encefálico detectó la alteración como señal de asfixia, disparando una respuesta intensa sin que la amígdala pudiera regularla.
Consecuencias sociales y riesgos
Además de no reconocer las expresiones de miedo en otros, SM tiende a invadir el espacio personal y confiar en desconocidos, lo que la expone a peligros. Estudios midieron su "distancia cómoda" frente a extraños: apenas 34 centímetros, la mitad que el promedio.
¿Es necesario sentir miedo hoy?
El miedo ha sido fundamental en la evolución: todos los vertebrados poseen amígdala, y sin ella, muchos animales no sobreviven en la naturaleza. Pero en la vida moderna, donde las amenazas básicas disminuyeron, los científicos se preguntan si esta emoción primaria sigue siendo tan útil, o si su exceso reflejado en los crecientes trastornos de ansiedad causa más daño que beneficio.
El caso de SM y de otros pacientes desafía las certezas: ¿qué sería de nosotros si pudiéramos vivir sin miedo?