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EL DIARIO digital
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La globalización de los 90 quedó atrás. Hoy el tablero lo mueven Estados Unidos, China y una Europa atrapada en su burocracia. Para Argentina y la región, el desafío es no quedar afuera.
El comercio mundial atraviesa un cambio de época. Ya no se trata solo de abrir mercados y bajar aranceles: ahora es un terreno de disputas geopolíticas, sanciones cruzadas y presiones estratégicas. Estados Unidos reflotó un proteccionismo agresivo, China utiliza su músculo económico como arma de poder y Europa se enreda en su propia maraña regulatoria. En ese escenario, América Latina corre el riesgo de quedar como espectadora.
El arma del comercio
Washington, bajo la impronta de Donald Trump, marcó el inicio de esta etapa más dura y fragmentada. Pekín, mientras tanto, consolidó su influencia con la Ruta de la Seda y el control sobre minerales críticos. El resultado: un tablero donde el comercio es también geoestrategia.
Europa enredada
La Unión Europea aparece lenta y dividida. Fracasó el TTIP con Estados Unidos, el acuerdo con Mercosur sigue cajoneado y el mercado interno no termina de completarse. Francia bloquea la ratificación por presión agrícola y arrastra a dos continentes a la parálisis.
Lecciones para América Latina
La región depende en exceso de China, se ilusiona con Europa y se queja de Estados Unidos, pero carece de estrategia propia. Para no quedar al margen, el Mercosur debe dejar de ser un bloque rehén de vaivenes políticos y transformarse en un actor real en la mesa de negociaciones globales.
La globalización de los 90 no volverá: la de hoy es más lenta, más selectiva y más conflictiva. Sin embargo, sigue siendo una oportunidad. El desafío para Argentina y sus vecinos es dejar de mirar desde la tribuna y empezar a jugar el partido en serio.