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Marcos di Palma, el ídolo de la gente

Apenas irrumpió montado en una bici de ruta con su hijo Tomás en cuatriciclo, el público se le fue encima. "Queremos que vuelvas", le gritaron. Su carisma está más vigente que nunca y la afición se lo reconoce.

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EL DIARIO digital

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"Estos Scania son una poron…". No tiene filtros Marcos di Palma. No los tuvo antes y no los tiene ahora. La frase la dice en un vivo de Instagram mientras intenta él mismo reparar un desperfecto en su camión en plena ruta.

Siempre fue activo con lo que tuviese que ver con la imagen. Fue eso durante su carrera, además de un buen piloto, y lo es ahora, cuando es normal verlo en reels de Instagram o en historias. Como en la última, cuando subió a unos chicos en su viaje a La Pampa mientras hacían dedo.

Ayer, finalmente instalado en el enorme playón del predio reservado a los equipos en el Autódromo Provincia de La Pampa, volvió a encontrarse con la gente. La que siempre estuvo a su lado. Los grandes y los chicos; los padres y los abuelos. Y generó una revolución.

Podría decirse que Marcos es, junto a Guillermo Ortelli y acaso Juan María Traverso, uno de los últimos ídolos del automovilismo argentino contemporáneo. Esa especie diferente que despierta cosas que otros no en cualquier aficionado. Sea cual fuera la corazonada de marcas, el Loco siempre se ocupó de ser un poco de todos.

Junto a su hijo Tomás, que crece montando motos como creció él cuando venía al autódromo Parque Ciudad de Santa Rosa a acompañar a su padre en el TC 2000, llegó e inmediatamente se formó un cordón humano que no lo dejó avanzar.

Estaba vestido con la camiseta de campeón nacional blanca y celeste del Deceuninck Quick Step que le regaló Maxi Richeze, el mejor profesional de ciclismo argentino, después de una relación que entabló por intermedio del Pampa Juan Martín Ferrari. Di Palma y Ferrari son amigos desde hace años y fue él quien se encargó de que la llama del ciclismo no se le apague, ahora debajo de un auto de carrera.

"Los zoquetes que tengo me los dio el Pampa, es cierto", le dijo Marcos a El Araucanito tras apartarse por un ratito de multitud, en la calle de boxes.

Esos zoquetes, anaranjados, eran de la época del Buenos Aires Provincia, un gran equipo profesional de ciclismo que lideró Ferrari una década atrás.

Como sea, La Pampa y Marcos tienen vínculos eternos. Como el campeonato de la desaparecida categoría Supercart que ganó en 1992. O el último encuentro con vida con su padre Luis tras una fecha del Top Race en el Autódromo santarroseño. 

A la pista

Antes de ingresar a la zona de técnica, se encontró con Carlitos Okulovich y le preguntó cómo le había ido. "Me fue mal, lejos…" dice el misionero, quien clasificó en el puesto 47.

"A mi amigo Fontana tampoco le fue bien, me parece" replicó el arrecifeño.

Alrededor suyo está la mayoría de los trabajadores de la técnica, donde se revisan los autos.

Él, sentado en el caño de su bici Trek negra con stickers amarillos de Live Strong usada por Lance Armstrong, dialogó y todos escucharon y compartieron sus humoradas. Hubo algunos policías de custodia y la seguridad privada de la categoría. Marcos ya quiere ponerse el casco y salir al circuito a girar en su bici, una pasión que no quiere abandonar.

"Cuando pasás los 45 hay que hacer algo, ¿eh?" reflexionó. Rápido volvió hacia la gente, hizo un par de fotos más, y le dijo a su hijo Tomás que arrancara el cuatri y saliera a la pista. 

Hay una invitación al público a acercarse al camión para complacer todos los pedidos que quedan y tras ello, un gran silencio: "¡Volvé, te extrañamos!".

Marcos trabó sus zapatillas en los pedales, se paró y arrancó a girar y a mover las piernas en la recta principal del Autódromo Provincia de La Pampa, casi como un mensaje entre líneas. Es que el ídolo siempre está volviendo.

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