Salud

Disartria: causas, síntomas y tratamiento

La disartria es una condición clínica caracterizada por la pérdida de la capacidad para articular palabras con normalidad a causa de una debilitación o alteración en el control de los músculos implicados en el habla. Un análisis de sus bases clínicas.

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EL DIARIO digital

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Una de las claves que hace que los seres humanos seamos organismos tan especiales y únicos dentro de la diversidad de la Tierra es, sin lugar a dudas, el habla. Somos los únicos animales capaces de, a través de la voz, generar unos sonidos lo suficientemente complejos como para hacer posible la existencia del que es uno de los pilares de nuestra especie: la comunicación verbal.

Y es que el aparato fonador humano, el conjunto de órganos y tejidos de nuestro cuerpo capaces de generar y ampliar el sonido que producimos al hablar, es una verdadera proeza de la evolución biológica. Así, el sistema vocal humano se divide en estructuras implicadas en la respiración (conseguir el aire que haremos vibrar), la fonación (hacen posible la vibración del aire y consecuente generación de sonidos) y, por supuesto, la articulación, que hace que los sonidos adquieran matices para formar palabras.

La articulación de palabras es un proceso muy complejo a nivel neurológico, pues son muchas las estructuras implicadas en ella. Y, como siempre, una elevada complejidad fisiológica está asociada también a una importante susceptibilidad de sufrir trastornos. Y en el contexto de la articulación, la conocida como disartria es, seguramente, la condición más relevante a nivel clínico.

Y en el artículo de hoy, como siempre de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, indagaremos en las causas, síntomas y tratamiento de la disartria, una condición clínica en la que, por una debilitación o pérdida del control de los músculos implicados en el habla, aparece una afectación más o menos severa en la articulación de palabras. Empecemos.

Una de las claves que hace que los seres humanos seamos organismos tan especiales y únicos dentro de la diversidad de la Tierra es, sin lugar a dudas, el habla. Somos los únicos animales capaces de, a través de la voz, generar unos sonidos lo suficientemente complejos como para hacer posible la existencia del que es uno de los pilares de nuestra especie: la comunicación verbal.

Y es que el aparato fonador humano, el conjunto de órganos y tejidos de nuestro cuerpo capaces de generar y ampliar el sonido que producimos al hablar, es una verdadera proeza de la evolución biológica. Así, el sistema vocal humano se divide en estructuras implicadas en la respiración (conseguir el aire que haremos vibrar), la fonación (hacen posible la vibración del aire y consecuente generación de sonidos) y, por supuesto, la articulación, que hace que los sonidos adquieran matices para formar palabras.

La articulación de palabras es un proceso muy complejo a nivel neurológico, pues son muchas las estructuras implicadas en ella. Y, como siempre, una elevada complejidad fisiológica está asociada también a una importante susceptibilidad de sufrir trastornos. Y en el contexto de la articulación, la conocida como disartria es, seguramente, la condición más relevante a nivel clínico.

Y en el artículo de hoy, como siempre de la mano de las más prestigiosas publicaciones científicas, indagaremos en las causas, síntomas y tratamiento de la disartria, una condición clínica en la que, por una debilitación o pérdida del control de los músculos implicados en el habla, aparece una afectación más o menos severa en la articulación de palabras. Empecemos.

¿Qué es la disartria?

La disartria es una condición clínica caracterizada por la pérdida de la capacidad para articular palabras a causa de una debilitación o alteración en el control neurológico de la musculatura implicada en el habla. Atribuida a una lesión del sistema nervioso central y/o periférico, se trata de una afectación en el proceso de articulación.

Se trata de un trastorno en la ejecución motora del habla por una afectación en los músculos de la boca, el aparato fonador o del sistema respiratorio, ya sea una debilitación, una parálisis o una lentitud patológica en su movimiento. La gravedad de la disartria dependerá de qué región del sistema nervioso se vea afectada y en qué medida lo esté.

Sea como sea, la disartria se desarrolla a raíz de un trastorno en el sistema nervioso periférico, en el cerebro o en los músculos, cosa que dificulta el control o el uso de la musculatura implicada en la articulación de palabras, principalmente los músculos de la boca, la lengua, la laringe o las cuerdas vocales.

Una persona con disartria tiene problemas en la articulación, es decir, a la hora de producir ciertos sonidos o palabras, con un lenguaje que se percibe como enredado o mal pronunciado y con una velocidad o un ritmo de habla extraño. Al mismo tiempo y dependiendo de la gravedad, pueden surgir otros síntomas tales como dificultades para tragar o babeo.

Todo este impacto hace que la disartria pueda derivar en complicaciones no físicas, pero sí en emocionales tales como las dificultades sociales ya que cualquier proceso comunicativo se percibe como un desafío y un momento de vergüenza e incluso en depresión por el aislamiento social en la que esta puede derivar.

Por todo ello, es esencial diagnosticar la causa de fondo o la patología subyacente a la disartria para así tratarla, pues en caso de que el abordaje terapéutico sea viable, el habla puede mejorar. Del mismo modo, las terapias del habla pueden ser de ayuda. Profundicemos, pues, en las bases clínicas de este trastorno en la articulación.

Causas

La disartria está causada por un trastorno neurológico o muscular que dificulta o imposibilita el control de los músculos de la boca, la lengua, la laringe o las cuerdas vocales, cosa que deriva en esta alteración en la articulación de palabras. Este impacto sobre la musculatura puede estar relacionada con una debilitación, una parálisis o un impedimento para su trabajo conjunto.

Son muchas las causas subyacentes que pueden derivar en esto, por lo que la disartria se trata de un síntoma de otra patología de fondo. Generalmente, la disartria se desarrolla como consecuencia de un daño cerebral por un traumatismo, demencia, esclerosis múltiple, accidente cerebrovascular, Parkinson o un tumor cerebral.

Del mismo modo, puede deberse a daños en los nervios que controlan los músculos implicados en la articulación, en cuyo caso es la consecuencia de un traumatismo facial, de un traumatismo cervical, de una cirugía para cáncer de cabeza y cuello (por la extirpación parcial o total de órganos o tejidos implicados en el habla) o de daños en los nervios que controlan el movimiento muscular.

Asimismo, puede estar causada también por patologías neuromusculares, es decir, aquellas que afectan a nervios y músculos, tales como el ELA (esclerosis lateral amiotrófica), la distrofia muscular, una parálisis cerebral o la miastenia grave.

Otras causas patológicas incluyen el síndrome de Guillain-Barré, lesiones en la cabeza, la enfermedad de Lyme, la enfermedad de Huntington y la enfermedad de Wilson; aunque la disartria también puede deberse al consumo de ciertos medicamentos que la provocan como efecto secundario adverso (como algunos sedantes y fármacos anticonvulsivos), a una intoxicación alcohólica e incluso a prótesis dentales mal ajustadas que afectan a la articulación.

Síntomas y complicaciones

La sintomatología de la disartria varía dependiendo de la causa o patología subyacente, pero como hemos visto, se caracteriza por problemas en la articulación, es decir, a la hora de articular ciertos sonidos y palabras. Una persona con disartria pronuncia sonidos similares a los que quiere decir y en el orden correcto, pero el habla es entrecortada, irregular, monótona o imprecisa, todo en función de cómo esté afectada la articulación.

Como la capacidad de comprender el lenguaje no se ve afectada, pues no olvidemos que el daño se limita a la articulación de sonidos, la persona puede leer y escribir con total normalidad. Ahora bien, sí que aparecen otros síntomas tales como hablar arrastrando las palabras, voz nasal que se percibe como áspera o forzada, dificultad para mover los músculos faciales o la lengua, volumen irregular en el habla, incapacidad de hablar más fuerte que un susurro o el caso contrario (hablar siempre demasiado fuerte), ronqueo, dificultades para tragar y/o masticar y babeo o escaso control de la producción de saliva.

Como vemos, la disartria en sí no es un trastorno grave, el problema es que suele ser síntoma de una enfermedad neurológica que sí que puede ser severa y, además, por el impacto que tiene en la articulación y, por tanto, la comunicación verbal con otras personas, puede derivar en complicaciones graves de forma directa.

Y es que por los problemas de comunicación que causa esta disartria, los pacientes tienen riesgo de sufrir complicaciones tales como las dificultades sociales y el impacto en las relaciones con amigos, pareja, familiares y compañeros de trabajo, pues el simple hecho de hablar se convierte en un desafío y un momento de vergüenza.

Al mismo tiempo, estas dificultades sociales y el más que posible aislamiento social puede hacer que la persona caiga incluso en la depresión, por todo el impacto emocional y anímico que este trastorno del habla tiene en la persona y sus relaciones. Por ello y por, repetimos, el hecho de que la causa subyacente suela ser una enfermedad grave, es importante estar atento cambios repentinos en la articulación de palabras y recibir el tratamiento oportuno.

Diagnóstico y tratamiento

En primer lugar, un patólogo del habla y del lenguaje realizará una evaluación para identificar el tipo concreto de disartria, algo que posteriormente usará el neurólogo como información e indicativo para determinar la causa subyacente. Para ello, además de un examen físico, el médico realizará distintas pruebas para encontrar cuál es la patología de fondo.

En este contexto, los análisis de sangre y de orina (para determinar si una infección o proceso inflamatorio está detrás), las pruebas por imágenes (resonancias y tomografías para inspeccionar el cerebro, la cabeza y el cuello), las biopsias cerebrales (si hay sospecha de un tumor como origen del trastorno), las punciones cerebrales o medulares, los estudios del cerebro y de los nervios y las pruebas neuropsicológicas (para determinar las habilidades para entender el habla y la escritura) son pruebas que, dependiendo del caso, pueden plantearse.

Con ellas, el médico podrá determinar, en la mayoría de casos, la causa subyacente al trastorno. Cuando sea viable, el médico tratará la patología de fondo (con cirugía o con el abordaje terapéutico que pueda aplicarse), en cuyo caso el habla mejorará. Del mismo modo, si la disartria es el efecto adverso de un medicamento que se está tomando, el médico suprimirá el tratamiento farmacológico o recetará otro.

Aun así, muchas veces será necesario también recibir terapias del habla y del lenguaje para recuperar la articulación normal y mejorar, por tanto, la comunicación. Estas terapias mejorarán el uso de la respiración, fortalecerán los músculos y ajustarán la velocidad al hablar.

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