Escuchá esta nota
EL DIARIO digital
minutos
Las condiciones de vida son dificultosas en el centro de ayuda humanitaria respaldado por Estados Unidos, al oeste de Rafah, donde el último viernes solo había comida para las mujeres.
Bajo el abrasador sol del mediodía del viernes, Salwa Abu Ismail, de 45 años, caminaba con dificultad por el pavimento roto con rumbo al citado establecimiento y allí comprobó tal realidad.
Se enteró a través de una publicación en redes sociales de la Fundación Humanitaria de Gaza (FGH), también respaldada por Estados Unidos.
Salwa y otras personas declararon a la agencia de noticias Xinhua que primero las recibieron en la puerta y luego, de repente, les ordenaron que se fueran.
Algunas intentaron, otras dudaron y entonces llegaron los gritos y una suerte de aguacero, que en realidad era gas pimienta.
"No podía abrir los ojos. Me ardía la cara. Las manos también", dijo llorando.
Las mujeres gritaban, algunas se desmayaron, en medio de una multitud formada por madres, abuelas y niñas, muchas de las cuales habían caminado kilómetros descalzas.
Todas tenían algo en común: estaban muertas de hambre, entre ellas estaba Faiza Irshi, de 62 años, quien padece hipertensión y diabetes. No había planeado ir, ya que sus piernas suelen fallar a los pocos pasos. Pero esa mañana, su nieto menor lloró de hambre, y ella no pudo soportarlo. "Me dije a mí misma: aunque me desmaye, llevaré comida a casa", comentó con una voz llena de serena dignidad. Caminó despacio, deteniéndose cada pocos metros para recuperar elaliento. Al llegar al centro, se encontró entre cientos de mujeres, esperando en largas filas bajo el sol, con el polvo pegado a la piel.
"Preguntamos a los trabajadores cuándo llegarían las cajas", declaró. Pero se quejó de que nadie respondió, luego les ordenaron que se fueran y no entendieron por qué. Algunas mujeres alzaron la voz, educadamente pero terminaron gaseadas. A Faiza la rociaron en la espalda y los hombros, se aferró la bufanda al rostro mientras otros empezaban a toser, llorar y caer al suelo.
"He vivido guerras. He visto casas derrumbarse. Pero esto me rompió el corazón. Nunca imaginé que sufriríamos tanto por comida", continuó.
Vídeos compartidos en línea mostraban a mujeres desplomándose por el calor y el agotamiento cerca del centro de ayuda de la GHF.
Otras se aferraban a sus compañeras de tormento, con el rostro pálido y los labios secos. Algunas llevaban ollas vacías, con la esperanza de llenarlas y otras, niños a la espalda. Desde el 2 de marzo, el acceso humanitario a Gaza se vio severamente restringido.
Más de 1.000 palestinos murieron a manos de las fuerzas israelíes desde mayo mientras intentaban conseguir alimentos en Gaza, la mayoría cerca de los centros de ayuda de la GHF, según Naciones Unidas.
Aunque se reanudaron los ingresos de algunos camiones cargados con ayuda humanitaria, son muy escasos en relación con lo que se necesita.
Según las autoridades sanitarias de Gaza, 122 personas, la mayoría niños, murieron de hambre y desnutrición el viernes.
El sufrimiento es generalizado, pero son las mujeres y los niños quienes a menudo soportan la carga más pesada, no solo de hambre, sino también de humillación.
"No pedimos lujos", declaró a Xinhua Mariam Ali, otra mujer que tuvo que acudir al centro de GHF en Rafah para conseguir comida para sus cinco hijos.
"Solo una caja de comida. Algo para mantener a nuestros hijos con vida", imploró.
En la tienda de campaña improvisada que ahora llama hogar, Mariam no tiene más que un pequeño colchón y una olla con lentejas secas.
Su hijo menor, Ali, de 8 años, suele pedir pan por la noche antes de dormir y ella no tiene respuesta. "No entiende lo que significa morir de hambre. Solo piensa que olvidé cocinar", indicó.
La guerra, que comenzó el 7 de octubre de 2023, tuvo un impacto devastador en Gaza.
Más de 59.000 palestinos murieron en operaciones militares israelíes, y casi todas las familias perdieron a alguien.
La mayor parte de la población fue desplazada y ahora vive en tiendas de campaña, escuelas o al aire libre.
En estos días de incertidumbre, mujeres como Faiza, Salwa y Mariam pasaron por mucho. "Fui a buscar comida. Pero regresé con heridas que no puedo explicar", continuó Fazia.
Al ponerse el sol sobre Rafah, muchas de las mujeres emprendieron su largo camino de regreso, la mayoría con las manos vacías, algunas agarrándose a otras para mantener el equilibrio.
"Al final, sobreviviremos", comentó Salwa, llevándose una mano al pecho.