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EL DIARIO digital
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Elsa Mercedes Schaab, sobrina de Augusto, solo quería hacer un trámite: abrir la sucesión de su tío, fallecido hacía algunos años. Pero lo que encontró en los registros civiles parecía más un rompecabezas genealógico que un expediente judicial.
En los documentos, su tío no tenía un padre, sino tres posibles. En la partida de nacimiento figuraba un "Juan Schab" como progenitor; en la de defunción, el muerto aparecía como hijo de "Felipe Schaab" y "Catalina Duckart", que en realidad eran sus abuelos; y en una vieja escritura pública aparecía un "Antonio Schaab", que sí era el verdadero padre.
La sucesión no podía continuar. De hecho, la sentencia de primera instancia le negó a Elsa Schaab cambiar los datos filiatorios de su tío y el trámite se frenó.
Una historia escrita a mano (y con errores)
Los hechos se remontan a 1924. Alpachiri era entonces un poblado joven, de calles de tierra, donde los nombres y apellidos llegaban con acentos, grafías extrañas y letras que se mezclaban entre el alemán, el ruso y el castellano. Los oficiales del Registro Civil tomaban nota a mano, muchas veces sin entender lo que les decían los inmigrantes.
Así se fue armando la madeja. En el acta de nacimiento de Augusto redactada en una hoja amarillenta con letra cursiva aparece "Juan Schab", de 42 años, hijo de Felipe Schab y Catalina Duckardt, declarando el nacimiento de su hijo "varón, Augusto", junto a la madre, María Eva Gette, de nacionalidad rusa.
Pero en el mismo libro, apenas un folio antes, se registró otro nacimiento: el de una niña, hija de un vecino ruso, donde firmaron como testigos un tal Felipe Frank, un alemán, y Antonio Schab, de 42 años, casado, ruso. Los mismos nombres cruzados, los mismos testigos, las mismas familias.
La Cámara de Apelaciones que revisó el caso, un siglo después, se detuvo en ese detalle. "Del relato y la comparación de ambas actas, con más de cien años de historia pampeana, surgen claros los errores de asiento o registro", escribieron los jueces, que además remarcaron que en esa época "las actas se labraban a mano, y no siempre los firmantes sabían leer o escribir".
Los ecos de la inmigración rusa en La Pampa
La historia familiar de los Schaab y los Gette es también la historia de la inmigración centroeuropea que poblaría el sur de La Pampa. Venidos del entonces Imperio Ruso, muchos hablaban alemán y habían pasado por colonias menonitas o aldeas rusas del Volga antes de cruzar el océano. En las colonias de Guatraché, Colonia Santa María y Alpachiri se mezclaron apellidos rusos, alemanes y polacos.
Antonio Schaab, el verdadero padre de Augusto, nació en 1882, también en el seno de una familia rusa, y se casó con María Eva Gette, hija de Valentín Gette y Ana Margarita Kloster. Las actas de esos tiempos muestran cómo la escritura oficial intentaba castellanizar lo que no entendía: "Gette" aparece también como "Guetre"; "Duckardt", como "Duchad" o "Duchardt"; y los "Schab" ganan o pierden una "a" según quién empuñara la pluma.
De esa Babel administrativa nació un error que dormiría durante casi cien años.
Una sucesión sin herederos
Cuando Elsa Mercedes Schaab intentó abrir la sucesión, el juez de primera instancia rechazó su pedido de corrección. Basó su decisión en un documento del RENAPER en el que el propio Augusto figura como hijo de "Juan Schab". "Si él mismo lo firmó, no puede alegarse error", razonó el magistrado.
Pero Elsa no se resignó. Apeló y llevó a la Cámara un paquete de pruebas humildes pero decisivas: copias de escrituras, recibos municipales por el mantenimiento de las tumbas de sus abuelos María Eva y Antonio Schaab y el testimonio de un hermano de Augusto, Antonio, de 92 años, quien confirmó que "Augusto era su hermano mayor, hijo de Antonio y María Eva".
Esa voz, quebrada por la edad pero sostenida por la verdad de la sangre, terminó de convencer a los jueces. "Conocí a los padres de Augusto porque son los míos", declaró ante el tribunal.
El valor de los papeles humildes
Los camaristas reconstruyeron la genealogía como si fuera una novela de archivos: cotejaron las firmas en las actas de 1924, compararon partidas, escrituras y hasta los comprobantes del cementerio. En todas esas piezas sueltas aparecía el mismo entramado familiar.
"De la restante prueba obrante en autos surge claro que los progenitores de Augusto Schaab eran Antonio Schaab y María Eva Gette", concluyeron los jueces. Y con esa frase, revocaron la sentencia que había cerrado el caso.
La decisión no solo destraba una sucesión. También corrige el registro civil y devuelve coherencia a una historia familiar que había sido desfigurada por la ortografía y el tiempo.
Una historia pampeana con moraleja
El fallo, fechado el 15 de octubre de 2025, podría pasar desapercibido entre los miles que dicta el Poder Judicial, pero encierra algo más que un tecnicismo: revela cómo la inmigración dejó sus huellas no solo en el paisaje ni en los apellidos, sino también en los errores del Estado.
En el fondo, Elsa Schaab peleó no por una propiedad, sino por una verdad: que su tío fuera reconocido como hijo de quienes realmente lo fueron.
"Si la historia es, en definitiva, la historia de los pueblos y de los individuos en tanto es mirada en un contexto más amplio, este caso bien la refleja", escribió la Cámara, en una de las líneas más literarias del fallo.
La Justicia, esta vez, actuó también como genealogista: uniendo los hilos dispersos de una familia de inmigrantes que buscó, cien años después, que el papel oficial dijera lo que la memoria nunca olvidó: Elsa Schaab era sobrina de Augusto Schaab, lo que todos sabían.