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En jaque, un formato histórico: más de 10.000 kioscos cerraron en tres años

La histórica venta de golosinas y cigarrillos no es suficiente para sostener un negocio emblemático de las ciudades argentinas.

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EL DIARIO digital

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La crisis de consumo, la suba de alquileres y la llegada de nuevos competidores ponen a prueba la supervivencia del quiosco, un canal en franca decadencia.

La crisis del consumo ha golpeado sin piedad a los kioscos, provocando el cierre de más de 10.000 locales en los últimos tres años. Lejos del auge de la década de 2010, cuando existían 100.000 puntos de venta, hoy el número se desplomó a un piso histórico de 90.000, según datos de la consultora NielsenIQ. El panorama es aún más sombrío: la Unión Kiosquera de la República Argentina (UKRA) estima que solo en el último año, cerraron 16.000 kioscos, arrastrados por la recesión y el aumento de los costos.

El ticket promedio cayó más de un 10% y las ventas de bebidas —su principal fuente de ingresos— retrocedieron hasta un 35%. "Hoy el quiosco se transformó en un negocio para sobrevivir", lamenta Ernesto Acuña, vicepresidente de la UKRA.

Una tormenta perfecta

Detrás del colapso del sector no hay una sola causa, sino una "tormenta perfecta". La principal es el desplome de las ventas de productos de compra impulsiva, como golosinas, gaseosas y snacks. De acuerdo con la consultora Scentia, el volumen de ventas de golosinas se desplomó un 18,6% en 2024. Los quiosqueros aseguran que "cuando no hay plata, todo cuesta más", y los pequeños gustos son los primeros en sacrificarse.

A esto se suman los costos fijos, que ahogan la rentabilidad del negocio. "Un kiosco que pagaba $500.000 ahora pasó a pagar $2,5 millones, y este aumento no se puede trasladar a los precios", señala Roberto Cariseo, de la distribuidora MasMelos. Los alquileres y servicios subieron un 150% en el último año, mientras que la mercadería solo aumentó un 30%.

El golpe final lo dan los nuevos y poderosos competidores. La lista es extensa e incluye desde las cadenas de kioscos como Open 25 y 365, que ya no se limitan a las grandes avenidas, hasta actores impensados como los supermercados, las estaciones de servicio, las farmacias y los autoservicios chinos, que han incorporado golosinas y bebidas a su oferta. "Hoy cualquier comercio vende golosinas", explica Claudio Páez, un quiosquero de Almagro.

Cambio de hábitos

Históricamente, el cigarrillo fue el motor de la facturación de un kiosco, llegando a representar un tercio de sus ingresos. Sin embargo, la disminución de fumadores en las últimas décadas ha reducido este ingreso vital. A comienzos del 2000, el 34% de los argentinos mayores de 15 años fumaba; hoy, ese porcentaje se ubica por debajo del 22%. Aunque el margen de ganancia por atado ha mejorado, el volumen de ventas es menor.

Otro consumo en caída libre es el de los chicles. "En los 90, los quioscos vivían del combo de un Marlboro y un paquete de Beldent. Hoy esas duplas no existen más", afirma Cariseo. Los cambios en el consumo y la inclinación de las nuevas generaciones hacia hábitos más saludables están redefiniendo el negocio.

Reinvención como salida

Ante este escenario, la supervivencia del kiosco pasa por una profunda reconversión. Con un formato que es una "antigüedad" en el resto del mundo, los kiosqueros se enfrentan al desafío de adaptar su negocio a un contexto en el que las nuevas generaciones priorizan las compras online a través de aplicaciones como PedidosYa o Mercado Libre, y no tienen el apego por el almacén o el quiosco de barrio.

Fabricantes de golosinas más pequeños, como la marca Rasta, ven en el quiosco un canal fundamental para su crecimiento, ya que no tienen el volumen para acceder a las grandes cadenas. Esto podría abrir una puerta para que el quiosco se reubique en el mercado como un espacio para productos de nicho y de marcas emergentes. El desafío, en un mercado cada vez más concentrado, es mayúsculo.

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