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EL DIARIO digital
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"No podía caminar, pero podía montar un caballo al que otras personas no podían subirse. Me salvó, era muy chica y podría haber quedado traumatizada. Fue la mejor experiencia de mi vida", cuenta Eugenia Fuertes.
Cuando tenía seis años, le dieron un diagnóstico sombrío. Padecía una necrosis en el fémur, que impedía la formación de las articulaciones, algo que podría haberle dejado graves secuelas de por vida. Durante cuatro años debió usar muletas para caminar. Pero vivía arriba de su caballo, de acá para allá, retozando en el campo.
Su padre, un consignatario de hacienda muy conocido en General Acha, le había regalado un caballo que habían descartado para amansar, Soquete. Ese animal que solo se dejaba montar por esa niña- fue la clave de su plena recuperación. Parecía que la cuidaba y ayudaba. "Hice equinoterapia sin saberlo, cuando ni se conocía", le dice hoy a El Diario, desde el teléfono.
Los pronósticos médicos que auguraban operaciones complejas y secuelas de por vida no se cumplieron. El ejercicio de cabalgata, utilizando mucho los músculos de las piernas, casi tanto como cuando se corre, creen que acompañó el tratamiento médico y la rehabilitación, y logró lo que parecía imposible. Finalmente, se recuperó y se desarrolló con total normalidad.
Hoy, Eugenia Fuentes se dedica a entrenar caballos con doma natural y, principalmente, a capacitar a otras personas con ese método, basado en la sensibilidad. La convocan de diferentes países del mundo para enseñar a domar con cariño, poniendo el corazón y el alma, en lugar de golpes y dominio.
Una doma natural
La amazona pampeana tiene 41 años y actualmente vive en Cardales, cerca de Luján, en Buenos Aires, y trabaja en un campo de la zona. Después de aquella experiencia infantil que la marcó, siempre supo que consagraría su vida a los caballos. Se fue a estudiar veterinaria a La Plata, pero conoció a Martín Hardoy, creador de la doma racional. Dejó la carrera y se mudó a la Ciudad de Buenos Aires, con la idea de aprovechar cuanto curso hubiese y justificar, también, su estada lejos de casa. Pronto se incorporó en el Hipódromo como ayudante y conoció a Anahí Zlotnik, una veterinaria que hace homeopatía para caballos, de la que también aprendió mucho.
A los tres años se volvió al pueblo y desarrolló un modo de entrenamiento que apela a la conexión y al entendimiento con los caballos, contrapuesto a las características de la doma tradicional. En 2006 viajó a España y se capacitó, agregó formación y teoría a los conocimientos instintivos sobre la relación con los animales que había cultivado desde chica.
Al principio trabajaba medio día en la oficina de su padre en Acha, pero al poco tiempo ya se dedicó full time a lo suyo. Desde esa época inició un camino que se ensancha cada vez más. Solo bajó la intensidad un tiempo, cuando fue madre de India, su pequeña, que ya tiene 5 años. "Laburo, formo gente, me dedicó a preparar domadores, doy cursos los fines de semana, de todo, para personas que tienen el caballo para hacer deporte o para pasear", explica.
Eugenia ya es una referencia en la materia. En setiembre último estuvo en una cabaña de Galicia, en España, a una hora de La Coruña, donde brindó un curso para personas que trabajan en distintas actividades con caballos. En otros años había llevado sus habilidades a Paraguay y Uruguay. Ya tiene comprometido viajes a México y Chile, además de otro evento en España.
Caballo y persona, un equipo
"Hay que romper algunas cuestiones culturales muy arraigadas, de dominio y sometimiento, de control. Y mostrar que se puede hacer otra doma. La gente está empezando a tener conciencia y a entender lo importante que es para el caballo lograr que colabore en hacer algo que él en principio no quiere", cuenta Eugenia.
La amazona pampeana destaca la creciente tendencia a valorar este tipo de entrenamiento y resalta la utilidad y los resultados prácticos de su adopción. "Es una cuestión de manejo y de riesgos. Quieren reducir los riesgos, hay empleados a cargo, que se lastimen menos. Reducís accidentes, trabajás en equipo con el caballo. Además, a nivel rendimiento, en la parte deportiva un caballo que compite con miedo, rinde menos", asegura.
"Es doma india, doma racional, el título que le quieran poner. Pero no tiene nada que ver con la doma tradicional, que hace a los palos. Pensar en trabajar con el caballo es lo que hace que logres un nivel distinto, de esta forma se saca el potencial cien por cien del caballo", define.
"Es un trabajo súper personal", explica. Cuando la llaman para domar, no hay animal que llegue sin etiquetas o comentarios del estilo "este caballo hace tal cosa, es malo". Sin embargo, ella no tiene en cuenta nada de lo que dicen. "Yo voy a ver lo que me dice el caballo directamente y siempre es distinto a lo que te cuenta el que te convoca: quiero ver qué pasa desde su alma, desde un lugar espiritual continúa. Dicen que los caballos reflejan tu alma, te dicen quién sos; entonces, cuando vos sos una persona consciente, te despojás de los prejuicios y no ponés en el otro algo que tiene que ver con vos, y el caballo te responde", revela.
"Los caballos perciben cosas que nosotros no podemos. Están en otra dimensión, otro estado de conciencia. Si lo ves asustado es porque percibe algo en el entorno que vos no ves. No se asusta por que sí", explica. "Si estás preparada equilibrada, bien energéticamente, es mágico el encuentro con el caballo, algo fluye, podés relacionarte. Es algo mágico y profundo", sostiene.
Rumbo a la "mejor versión"
Cuando empezó con este tipo de doma, en el país no había otras mujeres que hicieran algo parecido. Con el tiempo, se fueron sumando personas a este tipo de manejo con los caballos. Eugenia también tuvo que superar los obstáculos que sembró el machismo.
"Al principio era difícil, no solo era mujer, chiquita, petisita, sino que me llevaban a campos donde los domadores o jinetes veían como una ofensa que yo les fuera a enseñar algo. No se ponían muy contentos", confiesa. Y dice: "Pude sobrevivir al ambiente, al machismo, algo que hoy ya ha cambiado bastante, porque siempre supe que me iba a dedicar a esto y no me importó lo que hacía o decía el resto".
Admiradora y enamorada de los caballos, Eugenia está convencida de que hay aún razones más profundas para priorizar la doma natural y este tipo de actividades con los caballos, que recogen los cultores de la equinoterapia, las constelaciones o el couching con caballos.
"El caballo está más evolucionado a nivel de conciencia. Entonces despeja tus emociones. A un caballo no le podés mentir. En este método vos te exponés, es un momento para poder crecer, para aprender. No es un método, es un trabajo que te ayuda a lograr tu mejor versión", insiste.
Devolución de favores
A pesar de la distancia, Eugenia se siente tan pampeana que a a pesar del paso de los años ni siquiera cambió domicilio ni la característica del número del celular. "Amo a mi pueblo. Cada vez que puedo voy. No dejo de decir que soy de Acha, es mi bandera mi pueblo", aclara.
En las últimas vacaciones de invierno la invitaron a una escuela de Acha para dar una charla para cincuenta chicos y chicas. Cuetna que fue una tarde de emociones fuertes. Después de una charla motivacional, trabajó con chicos y padres que habían llevado caballos, les dio consejos prácticos sobre monturas y otro tipo de consejos para el manejo de cada caballo.
Cuando analiza su trayectoria en la doma natural, vuelve al inicio, que le marcó el rumbo. "Mi objetivo siempre fue trabajar para el caballo, devolverles lo que hicieron por mí. Cuando te dedicas a esto desde un lugar más saludable y empático, el trabajo es tuyo, porque al caballo no le enseñamos nada que no sepa", dice.
"Es como ir a un sicólogo. Lograr que un ser haga lo que vos querés, de buena manera, entenderse y colaborar, es algo mágico. Este trabajo es una forma de obtener tu mejor versión", concluye.