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"Pagamos muy caro pretender que siguiera la democracia"

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Uno de los estudiantes de la ULPam que sufrió cárcel y torturas, Pedro Molinero, contó el precio que impuso la represión a la militancia universitaria. Dos testimonios del copamiento del colegio de Arauz en la tercera jornada de la semana del juicio de la Subzona 14.

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"Pagamos muy caro pretender que siguiera la democracia", reflexionó este jueves Pedro Molinero. El contador, durante la dictadura, fue secuestrado por la patota de la Subzona 14 en la estación del ferrocarril de Santa Rosa, y allí comenzó un calvario de tres años de cárcel, precio que le impusieron solo por haber militado en contra del golpe de estado en los pasillos de la UNLPam junto a otro grupo de estudiantes.

Este jueves se desarrolló la tercera y última audiencia de la semana del juicio de la Subzona 14. Declararon tres testigos. En primer turno, Víctor Pozo Grados, víctima de la toma del pueblo y el colegio en plena dictadura. Luego Molinero. También declaró Manuel Raúl Veldes, el profesor de educación física del pueblo del sur castigado por la represión.

En el juicio aún se espera un informe de una pericia médica que le realizaron al imputado Luis Baraldini hace tres semanas. También se debe definir la situación del represor Néstor Greppi, el exmilitar, cuya evaluación médica arrojó que no está en condiciones de afrontar el debate.

Un estudiante, tres años preso

En segundo término, este jueves declaró Pedro Molinero, que era estudiante universitario. "En el año 76 pretendíamos que la democracia siguiera. Pagamos caro eso. Es muy duro lo que pasamos", recordó. "Ahora solo pido que se haga justicia y que siga la democracia", confió, quebrado por la emoción.

Molinero detalló que fue secuestrado el 2 de febrero de 1.977 frente a la estación de ferrocarril de Santa Rosa por personas que descendieron de un patrullero y lo esposaron. Fue trasladado a la Primera, donde fue encapuchado y vendado.

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Permaneció allí hasta el 27 de febrero. Lo sometieron al menos en tres oportunidades a sesiones de tortura que incluyeron golpes y la aplicación de picana eléctrica. Luego fue llevado a la Unidad 4 y posteriormente trasladado en avión a la Unidad 9 de La Plata.

Recién recuperó su libertad en marzo o abril de 1.981 bajo el régimen de libertad vigilada, aunque había sido absuelto un año antes. Volvió a Alvear, Mendoza, para acompañar a su madre enferma. Después de los años, retomó los estudios en Santa Rosa y se recibió de contador.

Una "invasión" en el pueblo

En primer lugar, declaró Víctor Aldo Pozo Grados, un médico veterinario peruano que al momento de su detención era docente del Instituto Secundario José Ingenieros en Jacinto Aráuz, cuando en el marco de un espectacular operativo de fuerzas conjuntas militares y policiales a las órdenes del Comando Militar de la Subzona 1.4 se detuvo, el 14 de julio de 1.976, a un grupo de docentes y civiles en esa localidad.

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Al momento del procedimiento no se encontraba en el pueblo, estaba en el campo, pero cuando regresó la localidad "estaba invadida por uniformes". Se presentó en la Comisaría al mediodía y quedó detenido, fue vendado, esposado e interrogado, quedando, luego, en libertad. El 16 de ese mismo mes fue a ver a la esposa del ingeniero Samprón, rector del instituto que había sido detenido, y fue arrestado.

Luego de un par de días en la Comisaría de Jacinto Aráuz fue conducido a la Primera de Santa Rosa, siendo interrogado en dos oportunidades, vendado y esposado en la Unidad Regional, padeciendo golpes y un simulacro de fusilamiento. "Me gatillaron en la cabeza. Uno le dijo al otro ''''mire si se le escapa un tiro, coronel", detalló.

"Me preguntaban cosas raras, creían que el sistema de hablarle a los chicos, sin castigos ni correctivos corporales, les llamaba la atención y ponían hincapié", relató el testigo.

El 18 de julio de 1.976 fue trasladado a la U. 4 del S.P.F. junto a otros detenidos políticos y a sus compañeros de Jacinto Aráuz, quedando todos a disposición de la justicia federal por supuesta infracción a la Ley 20.840.

Estuvo detenido un año. Eso lo marcó de por vida: "a pesar de tantos años, no pude olvidarme nunca. Trastornó toda mi vida. Todavía duermo con sobresaltos, tal vez consecuencia de eso".

"Fue muy duro, quedaron mi mujer y mi hijo de un año, la pasaron mal económicamente. No entendía por qué me hicieron eso. No me las quiero dar de santo, pero no había motivo. Cuando llegué a mi casa mi hijo preguntaba quién era yo. Después cuando salí pude rehacer mi vida", contó.

"Conocíamos a los denunciantes. Ellos creían que éramos gente de izquierda, zurdos, o no sé... eran barbaridades. Pero como yo trabajaba en el campo, me pude mantener en la localidad, la mayoría eran del pueblo", confió.

"Nunca se habló de nada raro"

En tercer lugar, declaró Raúl Manuel Delbés, que daba educación física en el colegio de Aráuz. Confió que le llamó la atención la detención de los profesores y el director porque "en las reuniones o cuando nos juntábamos a comer, nunca se habló de política o nada raro".

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"Queríamos sacar adelante el colegio, que era nuevo y había que darle empuje, nos juntábamos por eso y los profesores que venían de afuera nos ayudaban a los que éramos del pueblo", recordó.

Mencionó que el despliegue militar en el pueblo fue impactante y que los militares armados le allanaron la vivienda. "Fue bravo, tenía dos chicos pequeños, me revisaron todo, pero no me trataron mal", aclaró.

A los dos o tres días del copamiento, lo citaron a la comisaría para declarar. Le preguntaban sobre los profesores que venían de afuera a dar clases en el pueblo.

"Había gente del pueblo que los veía como subversivos, no sé por qué motivo", lamentó.

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