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Una apuesta a la inclusión

Desde hace unos años, un programa promueve la inclusión de adolescentes con discapacidad en prácticas en ámbitos laborales. Un desafío conjunto de docentes, familias y empresarios con sensibilidad. Dos casos testigos, las historias de Nehuén y Augusto.

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EL DIARIO digital

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-¿Hoy empiezo a trabajar? Mirá que el año que viene me quiero ir a vivir solo.

Nehuen tiene 18 años y está en el último año del colegio Ricardo Nervi. Sueña con terminar la secundaria e independizarse. Este viernes, junto a sus padres, una docente y uno de los dueños de la empresa, firmó el convenio para hacer una pasantía laboral educativa en una maderera de Santa Rosa.

Sus padres ya le explicaron que para empezar hay que esperar el trámite del seguro, que tarda alrededor de veinte días. Pero la ansiedad le gana la partida y al otro día despertó con esa pregunta a flor de boca.

Nehuén es una de las nueve personas que actualmente participan de un programa de prácticas educativas laborales que implementó la Escuela de Apoyo a la Inclusión Nº 2 "Wengan", que funciona en 9 de Julio 555 y actualmente dirige María Virgina Rubio Mondragón.

Las maestras y el equipo de apoyo de adolescentes que cursan el último año de la secundaria en escuelas comunes se encargan de buscar empresas del medio que acepten el desafío de integrarlos a la rutina laboral como practicantes y, además, de evaluar perfiles para cada lugar. En algunos casos, como ocurrió en la Cooperativa Popular de Electricidad, luego lo sumaron a la planta laboral permanente.

Una oportunidad en la vida

Nehuén firmó el convenio para integrarse a Misiones Maderas este último viernes. La posibilidad tomó por sorpresa a sus padres, que se preguntaban qué hacer con él cuando terminara el secundario el año que viene, ya que se quedaría sin la rutina de los horarios escolares por la mañana, además de los talleres a los que asiste por la tarde en la escuela de apoyo. 

"Con mi marido pensábamos agarrarlo de la mano y recorrer lugares para ver dónde le daban una oportunidad", cuenta su madre, Silvia Dasso.

Nehuén tiene Síndrome Down y se maneja en forma casi normal por la vida. Si bien le cuesta incorporar contenidos pedagógicos, es una persona independiente, tiene un buen lenguaje para expresarse –concurre dos veces por semana a la fonoudióloga- y se hace entender, se baña solo, maneja el celular y las nuevas tecnológicas con destreza y es hábil para tareas manuales.

La madre es enfermera y el padre es un colectivero jubilado. Tiene dos hermanas. Pero Nehuén no percibe ninguna pensión por discapacidad. "Pensamos ir a golpear puertas. Cuando no estemos, de algo tiene que vivir. Tiene que tener algún respaldo económico, algo va a saber hacer", confía la mamá.

Con esa preocupación en la mente, la propuesta de la práctica laboral que llegó desde la escuela apareció como un primer escalón en ese objetivo final. Después de dos recorridas por la maderera, la ilusión tomó aún más cuerpo. "Le abrieron las puertas de par en par. Está contentísimo, feliz", dice.

Nehuén está contento y feliz con la oportunidad de demostrar que puede aprender un oficio y trabajar. En su casa, por la actividad de los padres, los horarios para levantarse, almorzar y cenar, además de los talleres y la escuela, son estrictos y estructurados.

La familia había pensado ya en los lugares donde podría integrarse. Pero nunca se les había ocurrido una maderera, porque creían que podía ser peligroso. Sin embargo, se llevaron la sorpresa de que en la fábrica los cortes se realizan con máquinas digitalizadas, con muy poco riesgo, y el armado de muebles de laminado es una de las principales faenas.

Un poco de sensibilidad

Uno de los socios de Misiones Madera, Pedro Gvozd, demuestra que, además de buena voluntad, tiene información sobre el tema. Y es consciente de una política educativa en la provincia -tomada de ejemplo a nivel nacional- que integró a niños y jóvenes con discapacidad a las escuelas comunes para no estigmatizarlos.

"¿Qué mejor para insertarlos a la sociedad que un ámbito laboral?", se pregunta, sin ingenuidad. Cuando desde la escuela y la familia fueron a verlo y a recorrer la empresa para una eventual pasantía, no dudó en dar el okey para encarar la primera experiencia de este tipo en el lugar.

"Nehuén es una persona muy dulce. Espectacular. Todos estamos movilizados para que él se sienta bien cuando empiece", confía.

En una primera etapa, empezará como auxiliar de unos de los trabajadores del servicio de pegado y perforado de muebles. Luego piensan darle lugar en el mismo sector para el armado de muebles.  "Vamos a generar algo particular como para que él después pueda salir y regalar el producto que genera. Que él pueda diseñar un producto específico", cuenta.

De todos modos, está claro que hay un "gran objetivo", que con el paso del tiempo pueda insertarse con un trabajo formal en la misma empresa u otra de un rubro similar. "Estamos convencidos de que esta primera experiencia será positiva. Creemos que hay que generar conciencia que son personas como nosotros, que necesitan espacio para desenvolverse, que tenemos que tener una apertura", reflexiona.

"Al principio va a tener un acompañamiento docente, vamos a cuidarlo, pero queremos que sea uno más, que no haya que estar pendiente de él todo el tiempo", agrega.

Estímulo, esfuerzo y sacrificio

En la familia están convencidos de que el presente de Nehuén es fruto de muchos estímulos, esfuerzo, sacrificio de parte del grupo familiar. Hace más de diez años, por mencionar algunas de las dificultades que sobrellevaron, las obras sociales ni siquiera se hacían cargo de los tratamientos de fonoudiología. Nehuén siempre tuvo actividades, desde natación, yoga, o zumba, nunca lo escondieron o lo sometieron al aislamiento.

De todos modos, también saben que con el esfuerzo de Nehuén y el de la familia no alcanza. Necesitan oportunidades y buena voluntad. "No tenemos palabras de agradecimiento. Porque sabemos que en algunos lugares adonde fueron a ofrecer el programa encontraron cero onda. No los aceptaban. No hay una palabra que pueda resumir lo que sentí cuando firmamos el contrato", dice la madre. 

Y sí, encuentra una frase para resumir sus sensaciones: "Tantas malas que hemos pasado, esto lo superó todo".

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