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EL DIARIO digital
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Hace cinco años que los adolescentes que iban a la escuela especial, en la sede, pasaron por una resolución ministerial a integrarse en los cursos de los colegios comunes, con maestras de apoyo desde la institución, en los casos necesarios.
Para Nehuén ese cambio significó un antes y un después. "Fue maravilloso. En lo pedagógico tal vez no aprendió como esperábamos. Pero empezó a ser otro, desde el primer día, cuando empezó en el Nervi", destaca la madre, Silvia.
"Antes no quería ir a la escuela especial, le costó horrores. Pero a partir de ahí empezó a ir contento. A hablar de sus amigos. A copiar los peinados de sus pares. Es fanático de L-Gante, sabe de memoria todos los temas y los corea", sonríe.
Un cambio de paradigma
La docente de apoyo Pía Delfino explica que los estudiantes con discapacidad, desde hace cinco años, asisten a las escuelas comunes. Y que desde los colegios se requiere el auxilio de las instituciones especiales cuando consideran que necesita una maestra de apoyo que trabaja en conjunto con los y las profesores, sin excluirlos del sistema.
"Ya no se habla de integrados. La escuela absorbe a todos. Y en aquellos que haya necesidades específicas, la estamos brindando. Pasamos de ser maestras integradoras a docentes de apoyo a la inclusión", explica.
Graciela Fuhr es la maestra de apoyo de Nehuén en el Nervi. Delfino forma parte del equipo del proyecto de prácticas educativas laborales de la escuela, que está formado por una psicóloga, terapista ocupacional, trabajadora social y profesoras.
Las prácticas se iniciaron en 2018, se interrumpieron por la pandemia de coronavirus, y desde 2022 se retomaron. Son para estudiantes de sexto año del secundario, que firman un convenio respaldado por la escuela- con una empresa del medio. Se fijan días y horarios. No hay remuneración para el practicante, que está cubierto por un seguro y tiene un referente dentro de la empresa para garantizar su seguimiento.
"Brindamos un acompañamiento hasta que el alumno pueda manejarse con autonomía", cuenta Delfino.
Hasta ahora se lograron un promedio de nueve pasantías por año. En el poder judicial quedó un cupo abierto para incorporar un estudiante todos los años. Actualmente, hay pasantes en Moka, Diagnosis, La Ruana, el club All Boys, un estudio de abogados y una fábrica de juguetes y otra de pastas de Ataliva Roca.
Las prácticas no son rentadas. Son experiencias de trabajo en lugares reales. La duración es de entre 6 y 8 meses, durante el ciclo lectivo. Es un mínimo de dos horas, dos veces por semana, para generar el hábito.
"El alumno adquiere experiencia laboral. Se ponen en juego un montón de habilidades, conocimientos, en cuanto a la tarea específica como en la socialización, todo lo que implica el mundo del trabajo, tener responsabilidad, llegar a horario", indica.
Por otra parte, desde las escuelas comunes, apoyan el proyecto. "En general se hace a contra turno. Pero también los dejan salir un rato antes o en horario escolar. Se puede articular la práctica con alguna materia. Hay buena apertura. Son parte del proyecto educativo", asegura. "Contamos mucho con el apoyo de la familia. Los traslados y todo lo que necesitan para ir a trabajar, se hacen cargo", apunta.
Escuela y familia
La docente aclara también que desde su lugar trabajan "con aquellas personas que están en contacto con el pasante, que tienen que hacer algunas adecuaciones, que están dispuestos a ser sensibles, a estar con personas con discapacidad".
En cuanto al acceso al proyecto, cuenta que cuando los alumnos llegan a sexto, se lo presentan a las familias. Y aquellos que manifiestan interés, pasan a una entrevista para detectar fortalezas y debilidades, un perfil, para después iniciar una búsqueda de empresas compatibles, que puedan dar respuesta a sus intereses.
Ajustes y contradicciones
A la hora del balance, Delfino saca algunas conclusiones. Por ejemplo, que los "ajustes", deben realizarse en el momento, sin estirar los plazos, porque si se enteran de algo que "no funcionó" al final del proceso, ya no hay tiempo de corregirlo. Además, dice, que se genera "una apertura, algo muy lindo", entre las personas de las empresas y el resto de los empleados que participan de la experiencia.
No rehúye mencionar algunas contradicciones. "Lo más groso que nos ha pasado es que algunos estudiantes tuvieron la posibilidad de que las empresas los contraten. Pero nos ha pasado que tienen que elegir entre la pensión y el trabajo formal, y terminan eligiendo la pensión porque hay una seguridad económica", confiesa.
"Es un gran problema, porque sostenemos un discurso desde la trayectoria escolar, para que se inserten, y tenemos un sistema que los obliga a elegir entre la pensión y el trabajo. Debería cambiarse esa incompatibilidad, contemplar esas particularidades", remarca.