La Pampa

Malvinas: relato de un sobreviviente

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"Me paré sobre el borde, del lado de afuera de la baranda, agarrándome con mis manos por detrás. La decisión era de segundos", le contó en una carta dirigida a su nieto, Ernesto Olguín, un pampeano sobreviviente del hundimiento del Crucero General Belgrano. A 40 años de la guerra de Malvinas, el testimonio completo.

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EL DIARIO digital

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"Un movimiento del barco me hizo caer, di dos vueltas en el aire, pegué fuerte con mi espalda y me zambullí en el agua. Alguien de la balsa me dio una mano para poder subir", completó la breve secuencia. El excombatiente de la guerra de Malvinas escribió una carta para los alumnos de quinto grado de la Escuela Nº4 de Santa Rosa, un 2 de abril, hace seis años, a pedido de su nieto, Ignacio.

A 40 años de la guerra. El Diario accedió al documento donde el sobreviviente del hundimiento brindó un simple y crudo testimonio para las próximas generaciones. El relato, de primera mano, es el siguiente:

* A la edad de 18 años, como a todos los jóvenes de esa época, me tocó el servicio militar obligatorio en octubre de 1981, de donde salí rumbo a Puerto Belgrano, base de la Marina, a hacer mi instrucción militar. Después de 2 meses fui destinado a un barco, el cual se llamaba Crucero General Belgrano. Ahí pasaría los próximos 12 meses de lo que comúnmente le llamábamos "colimba". Mi primera navegación fue ahí nomás, en enero, y duró 15 días.

* Tres meses después, el 2 de abril de 1982, nos anuncian que habíamos recuperado las Malvinas y que debíamos prepararnos para zarpar junto a la flota de mar (o sea, todos los barcos de la Armada). Por problemas en las máquinas, terminamos zarpando el 16 de Abril con dos destructores de escoltas, el Piedrabuena y el Bouchard. Nuestra misión era patrullar desde la Isla de los Estados, el canal de Beagle y el sur de las Islas Malvinas, de posibles entradas de barcos de Chile o ingleses.

* El domingo 2 de mayo, después del mediodía, el Crucero se encontraba navegando al sur de las Malvinas, fuera de la zona de exclusión de 200 millas que los propios ingleses habían fijado para hundir barcos o derribar aviones. A 15:30 horas de la tarde yo, siendo marinero maquinista, me disponía a tomar mi guardia de máquinas a las 16 horas, como siempre lo hacía previa pasada por el comedor a merendar (un rico mate cocido con pan). En el momento de haber terminado y estar lavando mi taza ya para bajar a máquinas, tres cubiertas por debajo de donde estaba parado, en el comedor y exactamente a las 15:55 horas, un ruido seco me hace saltar hacia arriba y caerme: era el primer torpedo que pegaba en la proa del buque, literalmente le cortaba 30 metros de la punta. En ese momento me levanto del piso y 10 segundos después viene el segundo torpedo, que entró de lleno en la máquina, debajo del comedor, donde yo debía tomar mi guardia. Esa explosión si fue terrible.

hundimiento del crucero ara general belgrano

* Automáticamente, se corta la luz, fuego, humo asfixiante, parte del comedor donde yo estaba estalla y mata a varios de los que estaban allí. En mi caso se me prendió fuego parte de mis ropas y cabello, que con desesperación logré apagar.

* Como nos habían enseñado y practicado con anterioridad, tenía que buscar una vía de salida hasta el exterior, o sea, tres cubiertas más arriba, e ir a mi balsa, ya destinada previamente con un número. Después de sortear el asfixiante humo, fuego, derrumbes y la desesperación natural de todos corriendo tratando de salir al exterior, logré llegar a cubierta principal afuera del barco. En ese momento me doy cuenta de lo ya escorado (ladeado) que estaba el buque. De un lado los dos torpedos lanzados por el submarino nuclear Conqueror pegaron de lleno del lado babor (lado izquierdo) del barco y ya comenzaba su rápido hundimiento.

* Con desesperación me doy cuenta de que no tenía mi salvavidas. Me dirijo por otro lado del buque, bajo a mi camarote, todo esto a oscuras y con humo. Antes de terminar de bajar, donde estaba mi taquilla y camarote había casi un metro de agua, opté por subir rápidamente, por el peligro de quedar atrapado. Voy a mi balsa, donde ya estaban los destinados a ella, y tratamos de tirarla. Al estar el barco tan escorado, nos costó muchísimo, hasta que logramos hacerlo, con la mala suerte de que se infló a medias. La orden del suboficial encargado del grupo de mi balsa fue: "busquen cualquier balsa".

* En ese momento, ya transcurrido 30 minutos de los impactos, el barco estaba muy inclinado, el desorden en la cubierta principal era abismal, gente corriendo, heridos, gritos, humo, fuego, una situación inimaginable. En ese momento me paré sobre el borde de la baranda, del lado de afuera, agarrándome con mis manos por detrás y tratando de tirarme para caer cerca de una balsa, en un mar helado, donde nadie sobrevive más de 15 minutos, con la posibilidad de morir de hipotermia, sin salvavidas y con una distancia de unos 8 o 9 metros. La decisión era de segundos.

* Justo cuando me estoy por tirar, suelto mis manos de la baranda y el movimiento el barco hace que me caiga. Di dos vueltas en el aire sobre la línea de flotación del barco, pegué fuertemente con mi espalda, y me zambullí en el agua, por suerte sin abrigo, ya que quedó en mi taquilla, sino me hubiera ahogado por su peso. Chapaleo en el agua helada 5 minutos entre el barco hundiéndose y las balsas,hasta que logró aferrarme a una de ellas sin la posibilidad de subir por mi golpe y el enfriamiento de mi cuerpo. Alguien que recién cae a esa balsa me da una mano para poder subir.

ex combatientes veteranos de malvinas 8

* Exactamente 50 minutos después de los impactos desde la balsa, vemos cómo el Crucero Belgrano se da vueltas sobre sí mismo y se hunde definitivamente en las frías aguas del Atlántico Sur. Ahora comenzaba lo que todos los náufragos del Belgrano coincidimos: sobrevivir en un balsa con 20, 25 y hasta 30 personas por balsa, en un mar embravecido con olas de entre 4 y 9 metros de altura, casi todos mojados (en mi caso caí al agua y sin abrigo).

* Esa primera noche hizo 15 grados bajo cero y el viento y las olas nos llevaban más al sur todavía. Después de más de 40 horas y ya al punto de hipotermia (congelación), una de nuestras escoltas, el destructor Piedrabuena, que en primer momento tuvo que huir sino también hubiera sido hundido, de hecho recibió un impacto que no explotó, nos rescata después de varios intentos, ya que una balsa tan pequeña, al lado de un barco grande, con olas agitadas, era complicado.

* La mayoría en las balsas estaba a punto de la hipotermia, casi sin movilidad. No fue fácil el rescate. Estuvimos dos días más en alta mar, rescatando gente de las balsas, algunos ya sin vida. De regreso a Ushuaia, nos atendieron médicos, recibimos alimentos y ropa seca. Tomamos un avión a Bahía Blanca y luego en ómnibus a la base naval de Puerto Belgrano, donde se tomó lista real de los sobrevivientes y heridos.

* Una vez terminado el listado, nos dan pasajes en colectivos de las empresas que van a sus respectivos destinos. En mi caso tomé un Andesmar que me dejó en Santa Rosa a las 4 de la mañana del viernes 7 de Mayo. Caminé tranquilo con mi bolsito y mi traje azul de marinero desde la terminal hasta donde vivía mi madre y dos hermanos mayores, pensando si sabían que estaba vivo o no, si les habían avisado.

* Así que llegue y golpeé una ventana, donde dormía uno de mis hermanos. él fue quien abrió la puerta y solo repetía: "estás vivo, estás vivo". Toda la familia se despierta, entro y tuve un interminable abrazo con mi madre y mi hermana, todos llorando. Ese regreso es algo que jamás olvidaré.

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