Las comisiones vecinales de Santa Rosa, en su laberinto: impulso para la regularización.
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EL DIARIO digital
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El gobierno municipal inició en los últimos tiempos un proceso con intenciones de regular el funcionamiento de las comisiones vecinales de Santa Rosa, después de un tiempo especialmente problemático para estimular la participación en las agrupaciones barriales.
La comuna aborda así una tarea que parece cuesta arriba, según denuncian los propios números que se manejan: de las 62 organizaciones que deberían estar en funcionamiento de acuerdo a la formal división de jurisdicciones que tiene la capital pampeana, hay apenas 4 que tienen sus papeles y actividades en regla.
Esa situación es fruto, entre otras cosas, de que durante la pandemia se produjeron decenas de finalizaciones de mandatos, por lo que las entidades quedaron acéfalas.
Pero a la vez hay otros costados que impactan en ese resultado: ha habido por lo menos ineficiencia de las autoridades estatales anteriores a la hora de contagiar cierto entusiasmo entre vecinos y vecinas, y a la vez una despreocupación de los propios habitantes de las barriadas para organizarse en beneficio de sus sectores.
No puede ignorarse que los últimos años han sido especialmente críticos para la idea de organizarse colectivamente en pos de un mejor destino: antes de la pandemia florecieron los años del neoliberalismo, que tiene como uno de sus características la inoculación de la teoría de que es posible la salvación individual, o en todo caso de quienes hacen "méritos".
A la vez, los primeros pasos que ha dado la actual gestión para revertir esa tendencia han demostrado que cuando existe cierto impulso desde los espacios que tienen recursos para ello, además de la obligación institucional, es posible encontrar reacciones positivas que modifiquen esa realidad.
Hace largas décadas el funcionamiento de las comisiones vecinales constituyó un avance notable, un crecimiento también atado a los tiempos de la primavera democrática, cuando tenía buena prensa la participación ciudadana y florecían las iniciativas que tomaban en cuenta a grupos de personas con intereses similares.
Sería deseable que la avanzada comunal siga rindiendo frutos, porque la organización vecinal también es base de una mejor vida para la ciudad en general, más armónica y participativa, en la que se pongan en debate asuntos públicos.
De hecho las agrupaciones barriales que han sabido sostenerse a lo largo del tiempo tienen para exhibir éxitos pequeños y cotidianos, pero que mejoran la calidad de vida de los espacios donde residen y de las personas con las que comparten el territorio.
Eso de ningún modo implica que la organización vecinal sea una suerte de paraíso, exenta de problemas, obstáculos y vicios, porque también debe decirse que una de las prácticas que supo ahuyentar a vecinos y vecinas de ese tipo de agrupaciones fue la manía de tergiversar ese tipo de encuentros para reconvertirlos en espacios que garantizaran oportunismos personales o sectoriales.