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Los Cascos Blancos, dispuestos a volver

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Esteban Chalá, Verónica Ayala, Mariana Lorenz, Guadalupe Guzmán, Luciano Timerman y Carolina Tedesco son los seis integrantes de la misión de Cascos Blancos que permaneció 18 días en Polonia y Rumania, ayudando a quienes pudieron traspasar las fronteras de Ucrania, obligados por la guerra.

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EL DIARIO digital

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Mates, abrazos y canciones de María Elena Walsh fueron algunas postales de la presencia argentina en la frontera entre Ucrania y Polonia, donde Cascos Blancos se convirtió en el único voluntariado estatal de todo el mundo que llevó ayuda y una "mano amiga" a los latinoamericanos que lograron salir del territorio en conflicto.

Así lo relataron en una entrevista con Télam los seis integrantes de la misión de Cascos Blancos que permaneció 18 días en Polonia y Rumania para acompañar y asistir, en esas primeras horas decisivas, a quienes pudieron traspasar las fronteras de Ucrania, obligados por la guerra a elegir otra vida.

"Es un instrumento muy argentino que tiene la virtud de acompañar humanamente a las personas, no es sólo un trámite consular, sino esa contención humana que permite que la gente pueda decidir qué hacer en medio de tanta angustia", reflexionó la presidenta de Cascos Blancos Sabina Frederic, quien también participó de la entrevista.

Frederic explicó que "ya no quedan argentinos con posibilidades de salir" porque las cuatro familias que permanecen allí tienen entre sus integrantes a algún varón ucraniano -con un rango de edad de 18 a 60 años-, sobre quien pesa la ley marcial, que restringe derechos -como la libre circulación, por ejemplo-, y obliga a colaborar en la "defensa" de ese país invadido por Rusia.

Durante marzo dejaron Ucrania algo más de un centenar de familias argentinas y la mayoría de ellas fue recibida en diversos puntos fronterizos por el coordinador de la misión de Cascos Blancos, Esteban Chalá, y los otros cinco miembros del equipo: Verónica Ayala, Mariana Lorenz, Guadalupe Guzmán, Luciano Timerman y Carolina Tedesco.

"Un mate compartido en medio de la frontera marca una diferencia enorme", sintetizó Chalá para describir el lazo que unió a Cascos Blancos con algunas de esas familias que dieron los primeros pasos en territorio polaco tras cruzar la frontera desde Ucrania.

El rasgo distintivo de la misión estuvo dado justamente por ese "cálido acompañamiento", no sólo en los trámites necesarios para seguir viaje hacia un nuevo destino, sino también en esa gestualidad imprescindible para sostener a quienes en pocas horas tuvieron que elegir qué objetos cargaban en un bolso y asumir que dejaban atrás toda una vida de afectos, pertenencias y costumbres.

En contraste, delegados consulares de otros países simplemente "ofrecían su número de teléfono o un WhatsApp" y en algunos casos, sólo un sticker con un código QR" para que sus connacionales se contactaran, en caso de "necesitar algo", tras abandonar la zona de conflicto.

"Esto también es una crónica de época, de lo que se perdió en este tiempo que vivimos", analizó Frederic sobre los déficits del mundo actual hacia las personas que sufren, pero destacó, por el contrario, la sólida ayuda a las víctimas ucranianas que prestaron -y continúan haciéndolo- los Gobiernos de Polonia y Rumania.

La historia de José María

De eso se trató también la decisión de los seis miembros de Cascos Blancos de acompañar a José María, un argentino de 57 años que emigró a Polonia desde Kiev sólo con su perro y un acordeón y que debía enfrentar una difícil travesía hasta República Checa, donde ya lo esperaba su familia.

En medio de los tironeos de una multitud desesperada por salir de Ucrania, José María había cedido su lugar a una joven madre y a su bebé en un tren abarrotado de personas que se dirigía hacia la frontera. En ese tren, que él no tomó, pudo escapar su familia.

"Traje lo más importante que tenía: la música, que es mi cultura y la cultura de Ucrania para poder transmitirla, y mi amigo. ¿Cómo voy a irme sin mi amigo?", dijo José María y señaló a su perro apenas pisó suelo polaco y se encontró con Cascos Blancos.

Nadie dudó entonces en ayudarlo en la difícil tarea de llegar con su mascota hasta las tierras del viejo impero austrohúngaro y así fue que José María y el grupo, luego de sortear interminables gestiones, se embarcaron en una combi que amalgamó ritmo de polkas, canciones de María Elena Walsh, anécdotas, reseñas históricas y también lágrimas.

Las ganas de volver a ayudar

"Para ser agente humanitario tenés que destilar buena humanidad, te tiene que salir por los poros", coincidieron los Cascos Blancos en la entrevista y aseguraron que "mañana mismo" aceptarían volver a Polonia si fuera necesario otro capítulo de ayuda.

De hecho, Frederic adelantó que se está trabajando en la posibilidad de enviar una nueva misión a Polonia para agilizar la gestión de visas humanitarias a ucranianos que quieran radicarse en la Argentina.

El objetivo cumplido de la comisión Cascos Blancos apuntó a sostener desde el territorio las gestiones consulares a favor de las familias que escaparon de la guerra, con el aporte "clave" de la funcionaria diplomática Alicia Falkowski; de las embajadoras en Ucrania, Elena Mikusinski (actualmente en Rumania), y en Polonia, Ana María Ramírez; y, desde Buenos Aires, del director de Logística, Santiago Galar, según ellos mismos relataron a Télam.

En el sexto piso de la sede de la Cancillería, los seis integrantes de la misión que volvió de Europa del Este contaron muchos de los sucesos que enfrentaron con temperaturas bajo cero, durmiendo en camionetas y comiendo de madrugada y a cuentagotas en la desolación del territorio de frontera.

Aunque las despedidas a uno y otro lado del límite divisorio entre países fueron las imágenes más duras con las que regresaron a Buenos Aires, los miembros de la misión reivindicaron una y otra vez el contenido "humano" del trabajo realizado.

"Un abrazo era todo; era decir ''''Acá estamos, somos Argentina que viene a buscarlos y a acompañarlos''''", graficaron e insistieron: "Es ir a recibir a alguien que mira para todos lados, que piensa que no hay nadie ahí esperándolo y que tampoco sabe dónde va a dormir o hacia dónde seguir después de haber dejado todo".

"A veces la mejor contención es ser parte de ese primer momento", remarcaron.

De esa ayuda que brindaron durante las primeras semanas de la invasión de Rusia a Ucrania, Cascos Blancos se quedó con muestras de agradecimiento que siguen llegando: "La yerba que nos regalaron ya viajó por cinco países y está en nuestro último destino, donde vamos a empezar de nuevo", les escribió una de las familias asistidas.

Pero también les queda el sabor agridulce por aquellos argentinos con doble ciudadanía que permanecen en la zona de conflicto, atravesados por el "dilema" de ayudar a los ucranianos, con quienes estrecharon lazos de toda una vida, o de emigrar del peligro.

"No queríamos ser un factor más de presión para quienes todavía optan por permanecer, ya sea porque tienen mucha familia ucraniana o por cierto nacionalismo ucraniano que los ubicaba en la disyuntiva de devolver algo al país que tanto les dio", evaluó Frederic. Con ellos, sin embargo, tanto los funcionarios consulares de Buenos Aires como los de Polonia y Rumania mantienen una "comunicación permanente" para atender las necesidades que pudieran surgir.

Lo cierto es que actualmente "no hay argentinos con interés o posibilidades de salir, como ocurrió en aquellas primeras semanas apenas se inició la guerra", aclararon los integrantes de Cascos Blancos.

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