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EL DIARIO digital
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Especialistas advierten que la decisión no debe basarse solo en los años cumplidos. La autonomía, la madurez emocional y el acompañamiento adulto aparecen como factores centrales al momento de habilitar el primer teléfono.
Cada vez a edades más tempranas aparece en las familias la misma pregunta: cuándo es conveniente que los chicos tengan su primer celular. El planteo puede surgir por una necesidad concreta coordinar horarios, moverse con mayor independencia o comunicarse o por comparación con el grupo de pares. En ese escenario, especialistas coinciden en que el foco no debería estar puesto exclusivamente en la edad.
En Argentina, el acceso a la tecnología comienza temprano. A los 10 años, el 42% de los chicos ya tiene teléfono propio; a los 12, el porcentaje asciende al 71%; y a los 14 alcanza al 91%, de acuerdo con un relevamiento citado del Child Mind Institute. Las cifras reflejan la presión social que atraviesa esta etapa y el impacto que puede tener no contar con un dispositivo.
Para la especialista en crianza y vínculos Laura Krochik, la edad cronológica no es el principal indicador. El criterio central, sostuvo, es la autonomía real del niño o adolescente y su capacidad de autorregulación. Según explicó, el celular cobra sentido cuando el chico comienza a moverse solo, organiza actividades y puede resolver situaciones cotidianas sin supervisión constante.
Desde esa mirada, la autonomía no es únicamente física. También es emocional: poder poner límites, manejar frustraciones y pedir ayuda ante situaciones que no comprende. En ese punto, advirtió que un niño que aún requiere acompañamiento permanente difícilmente pueda regular el uso de un dispositivo que lo expone a contenidos, estímulos y contactos sin filtros.
Otro aspecto señalado es el rol del adulto. Dar un celular implica abrir una puerta al mundo digital y requiere presencia, explicaciones claras y acuerdos previos. Para la especialista, acompañar no es prohibir ni controlar de forma extrema, sino generar conciencia sobre los riesgos, los usos esperables y las responsabilidades asociadas.
En ese marco, remarcó que tener un celular no equivale necesariamente a acceso irrestricto a internet o a redes sociales. En algunos casos, un teléfono básico, limitado a llamadas y mensajes, puede cumplir la función de comunicación sin exponer al niño a presiones o contenidos para los que aún no está preparado. Incluso planteó que el acceso a redes sociales no debería habilitarse antes de los 16 años.
La recomendación incluye, además, establecer reglas claras: tiempos de uso, condiciones y consecuencias ante incumplimientos. Entre los puntos destacados, se subraya que el celular no debería dormir en la habitación del niño o adolescente y que el dispositivo no es un derecho adquirido, sino una herramienta bajo supervisión adulta.
En un contexto donde la tecnología avanza con rapidez, el debate no se limita a cuándo dar un celular, sino a cómo y para qué. La decisión, coinciden los especialistas, debe priorizar el bienestar, el desarrollo emocional y el acompañamiento sostenido en el proceso de crecimiento.