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Por qué muchas personas no disfrutan armar el árbol de Navidad: qué explica la psicología

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Duelos, estrés, cambios familiares y presión social influyen en que algunos vivan esta tradición con melancolía o prefieran evitarla. Expertos describen perfiles emocionales característicos de las fiestas.

Aunque para muchas personas armar el árbol de Navidad es sinónimo de alegría, encuentro y ritual familiar, no todos experimentan la misma conexión emocional con esta tradición. Psicólogos explican que diversos factores —estrés acumulado, duelos, cansancio y transformaciones en la vida adulta— pueden generar rechazo o falta de entusiasmo frente a un rito que suele asociarse con felicidad.

Una de las claves está en la diferencia entre la vivencia infantil y la adulta. Mientras en la niñez predominan la ilusión y la expectativa, en la adultez las fiestas pueden reactivar recuerdos melancólicos, pérdidas o conflictos familiares. En esos casos, evitar la preparación navideña funciona como un modo de regular la carga emocional y establecer un límite personal.

El jefe de Salud Mental del Hospital Alemán, Rolando Salinas (MN 72241), señaló al medio Infobae que las celebraciones "conllevan un componente de estrés debido a cuestiones relacionadas con la organización de las reuniones, los cierres del año laboral y personal, y las preocupaciones excesivas, que son fuente de ansiedad". También subrayó el peso de los duelos: "Muchas personas reviven las pérdidas, los fallecimientos, las rupturas familiares y, en nuestro caso actual, la distancia de los jóvenes emigrados".

Salinas agregó que los cambios en las estructuras familiares tradicionales plantean nuevos desafíos para las celebraciones, con dinámicas más complejas que pueden generar un "estrés adaptativo".

Por qué algunas personas eligen no armar el árbol

Psicólogos identifican motivos frecuentes que influyen en la decisión de apartarse de esta tradición:

Presión emocional por aparentar alegría: la exigencia social de mostrarse feliz puede incomodar a quienes atraviesan momentos difíciles.

Cansancio de fin de año: la acumulación de obligaciones laborales, financieras y sociales reduce la energía para actividades adicionales.

Duelos por los ausentes: pérdidas recientes o la distancia con seres queridos emigrados impactan en el ánimo.

Soledad: la falta de redes afectivas se vuelve más visible en una época centrada en reuniones.

Preferencias personales o rituales alternativos: algunas personas optan por formas distintas de vivir la Navidad, sin decoración o mediante celebraciones más simples.

Cada una de estas razones refleja que el vínculo con las fiestas es personal y variable, sin una única manera "correcta" de transitar esta época.

Cuatro perfiles emocionales frente a la Navidad

El sociólogo Thomas Henricks, profesor en la Universidad de Elon, describió en Psychology Today cuatro perfiles típicos que emergen en la temporada:

El controlador: busca que todo sea perfecto y se ajuste a modelos idealizados, lo que puede generar tensión.

El forastero: incluye a quienes viven solos, cuentan con menos recursos o prefieren no participar en celebraciones públicas.

El atrapado: participa por obligación, expuesto a conflictos familiares o expectativas ajenas que le generan malestar.

El sobrecargado: enfrenta estrés por la acumulación de tareas, gastos, viajes y hábitos poco saludables típicos de la época.

Henricks advierte que gran parte de la población queda atrapada en la expectativa social de ser festiva o alegre, algo que no necesariamente refleja la vivencia íntima de cada persona.

La psicología concluye que, lejos del ideal uniforme de alegría navideña, la experiencia emocional de estas fechas es diversa. El respeto por los ritmos individuales y la posibilidad de crear nuevos rituales pueden aliviar la presión y favorecer un cierre de año más saludable.

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