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Barrientos, entre el corazón y las lágrimas

 Julián se quitó la espina y ganó la cuarta fecha del Provincial en el Autódromo después de un muy buen sprint en el que superó a Jorge González y Marcos Lobosco. 

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EL DIARIO digital

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No hay nada que mida la emoción, esa expresión intangible del ser humano. Ni siquiera es comparable a algo. Está ahí, en cada uno, en las venas, en el cerebro, en los ojos… No hay nada que la mida, pero sí existen gestos que, acaso, expulsan algo de eso. El llanto, la alegría, la felicidad. 

Julián Barrientos (OG Factory) ha pasado por todos los estados. Es un jinete que atravesó montañas, llanuras, valles, senderos. Con rosas y con espinas. Cielo e infierno.

Es capaz de desplegar un curriculum innumerable de sus historias de un montón de hojas. Toda una vida montando bici, con una familia -porque el ciclismo es eso, una gran familia- aferradas a esas emociones, a esas invisibles expresiones de un cuerpo preparado y moldeado y curtido para esto que es ciclismo.

En este juego que también es emocional, se sabe que la tierra tira. Ahí, donde siente los olores de siempre, los que los transportan a su infancia mientras su padre viajaba haciendo su propio camino por Sudamérica, está su apetencia verdadera. Lo ha dicho: "todos me corren para que no gane". Esa expresión, que suena a pedantería, no es más que la voz de un pueblo. ¿Europa? ¿Argentina? No. La Pampa. 

En la semana, en esos feriados de vientos, Julián montó en solitario y se perdió en el tiempo. En un lugar de reflexión al que suele viajar para tomar las cosas como si fuera un comienzo. La espina de la fecha pasada, cuarta del provincial, de la pinchadura se quitó rápido.

Y lo hizo con una gran autoridad para meterse en tierra de sprinters y ser amo en espacio ajeno. Casi una analogía de su vida como corredor. 

Esta quinta fecha organizada por Sol y Futuro, homenaje a Juan Carlos Vega (presente en la carrera a los 96 años y con una desbordadísima emoción), volvió a correrse en el Autódromo Provincia de La Pampa, cada vez más amigado con el deporte y en un vínculo que nació para prolongarse.

Y tuvo los matices típicos de una carrera de ruta pero en circuito grande. Ataques, estrategias, parones, sorpresas… 

Apenas arrancó, en 20 minutos, Paly Ullúa intentó mostrar sus piernas y nadie decidió seguirlo. El santarroseño la rodó intenso, sabiendo que se trataba de una experiencia peligrosa. Y duró apenas dos vueltas hasta que fue atrapado y sin salida.

El grupo, compacto, tuvo a los mejores hombres arriba. Costó armar una selección que pintara para dispararse.

Un muy participativo Andrés Kiriachek, Jorge González, Marcos Fernández, el propio Julián, Campione, Marcos Lobosco, Damián Martín… todos actores con buenas piernas para asaltar la carrera. 

Después, sumó su valentía Sebastián Lastiri, también mostró sus intenciones Justin Laffeuillade, hasta que, pasados los sprints especiales (ganados por González y Santiago Roumec), se cortó lo más delgado del hilo y cinco hombres fueron por la victoria.

Ahí, en la pequeña instancia donde el bueno es muy bueno, cuando todo se resuelve, volvieron las emociones. Acaso con esa sed para darlo todo y tomar desquite. Un coctel explosivo de bronca, ambición, corazón para desatarse y vencer a Jorge González y Marcos Lobosco, amenazas pasajeras de un Julián Barrientos decido a ir por todo.

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