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EL DIARIO digital
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La Huella Ecológica es la suma de la Huella de Carbono y la Huella Hídrica, es decir, el impacto que tenemos en el medio ambiente a través de nuestras emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), medidos en Dióxido de Carbono Equivalente (CO2eq), y el consumo de agua en diversas actividades. Estos conceptos son herramientas valiosas para evaluar el impacto de las acciones humanas en el entorno y para implementar estrategias de mitigación o reducción de estos impactos. Sin embargo, aunque toda acción humana genera algún tipo de impacto, no todas tienen la misma magnitud. Por lo tanto, las responsabilidades en la implementación de medidas de mitigación ambiental varían según la escala del impacto.
En el año 2000, la petrolera British Petroleum, la segunda mayor empresa petrolera no estatal del mundo, promovió eficazmente el argumento de que el cambio climático no era culpa de grandes corporaciones, la agroindustria o la minería, sino de los individuos. En 2004, la empresa lanzó su "calculadora de la huella de carbono" para que las personas pudieran evaluar cómo sus actividades diarias (ir al trabajo, cocinar, ducharse, comprar alimentos y viajar) contribuían al cambio climático. Esta estrategia sigue vigente, y hoy en día existen numerosas calculadoras de Huellas Ecológicas online, como las ofrecidas por la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU.
Si bien es cierto que nuestras acciones diarias afectan el medio ambiente, la realidad es que el mayor impacto y la mayor responsabilidad recaen en las 100 empresas que, a nivel mundial, representan el 71% de la huella de carbono. Entre ellas se encuentran compañías petroleras como ExxonMobil, BP, Shell y Total, responsables indirectas del 11% de las emisiones de CO2 y metano derivadas de la quema de combustibles fósiles entre 1965 y 2018. Junto con las estatales de Arabia Saudita, Rusia e Irán, estas siete compañías contribuyen al 20% de las emisiones globales. También destacan China Coal (14,3%), Saudí Aramco (4,5%) y Gazprom OAO (3,9%), entre otras.
No hay nada de malo, de hecho, es positivo, querer adoptar prácticas más sostenibles en nuestra vida diaria, como utilizar bolsas reutilizables, evitar plásticos de un solo uso, caminar o andar en bicicleta en lugar de usar un coche, tener una huerta en casa, y ser conscientes del uso del agua al lavar el auto o los platos. Sin embargo, estas acciones no deberían surgir de un sentimiento de culpa impuesto para limpiar la imagen de quienes realmente son responsables de la contaminación. Cada persona tiene la libertad de adoptar prácticas más sostenibles en su vida cotidiana y laboral. Puede ser que, si muchas personas cambian hacia un estilo de vida más sostenible, las empresas podrían verse obligadas a adaptarse a estas nuevas demandas. No obstante, muchas de las acciones exigidas a los individuos no van acompañadas de educación ambiental adecuada y una correcta gestión de la información, sino que se basan en sentimientos de culpa, como el mensaje de "si usas bolsas plásticas, estás matando a ositos polares en el Ártico".
Estos discursos culpabilizadores son perjudiciales, ya que pueden provocar rechazo hacia los cambios sostenibles y desviar la responsabilidad de los verdaderos contaminadores. Por eso, es fundamental que las personas podamos informarnos, educarnos y reconocer que, aunque el medio ambiente es una preocupación común, las responsabilidades no son iguales. Además, quienes adoptamos prácticas sostenibles deberíamos poder exigir a los gobernantes y a las empresas que el cambio no debe ser individual, sino colectivo, y debe ser promovido mediante políticas públicas y regulaciones que obliguen a las empresas contaminantes a reducir, mitigar y remediar su impacto.
No permitamos justos por pecadores.
*Ingeniera en Recursos Naturales y Medio Ambiente. MPN365