Salud

Los peligros de lavar (compulsivamente) la ropa

¿Te has planteado alguna vez cuántas veces lavamos nuestra ropa? Con el hábito de comprar, usar y tirar hemos aumentado nuestro número de prendas y, a la vez, la práctica de poner la lavadora ha incrementado en consonancia. 

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EL DIARIO digital

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¿Cuántas veces pones la lavadora a la semana? ¿Lavas tus prendas a la primera de ser usadas? ¿Te has planteado airear tu ropa antes de lavarla? Estas son algunas de las preguntas que podríamos hacernos antes de empezar a poner lavadoras de la forma compulsiva en que solemos hacerlo a día de hoy. Y es que la práctica de poner la lavadora -un hábito relativamente nuevo- tiene sus consecuencias, que pueden ser perjudiciales para nuestras prendas y nuestra salud. Nuestros abuelos ya sabían que éstas debían lavarse lo justo y necesario, y lavar más conscientemente como se hacía antaño tenía sus beneficios, como que los tejidos se desgastaban menos y las prendas duraban más.

Diseñadores como Stella McCartney ya se han pronunciado ante esta práctica en la que todos estamos abducidos. Lo afirmaba el año pasado en The Cleverance Series, comentando que hacer la colada representa una cuarta parte de la huella de carbono del planeta. También aconsejaba lavar a una temperatura más baja, usar cargas más grandes de ropa y minimizar el uso de la secadora como algunas de las alternativas para reducir el impacto ambiental. De hecho, se considera que aproximadamente un 25% de la huella de carbono generada por la ropa proviene de la forma en que cuidamos nuestras prendas. 

Y no solo eso. El uso de productos en el lavado como los detergentes puede dañar las fibras, y no tiene por qué implicar mayor limpieza. El uso excesivo de detergente puede crear manchas en la ropa y ocasionar demasiada espuma en el lavado. Además, muchos detergentes llevan cantidades desorbitadas de tóxicos, necesarios para proporcionar el olor que otorgan a la ropa, que nos lleva a plantearnos: ¿Realmente nuestras prendas están limpias si llevan con ellas productos químicos?

Entre algunos de los tóxicos más habituales se encuentran los fenoles, que pueden causar problemas en los órganos y originar problemas de salud graves; abrillantadores ópticos, que blanquean la ropa generando alergias con el contacto de la luz solar; fragancias artificiales, que son productos muy irritantes y en casos extremos pueden afectar a funciones cerebrales como la concentración y la coordinación; y los agentes tensioactivos principales responsables de disolver la suciedad en las prendas. 

Todos estos productos están directa o indirectamente en contacto con nuestra piel y, a su vez, contaminan el agua. Además del excesivo uso de detergente, otros elementos como la secadora -aparte de consumir una gran cantidad de energía- pueden ocasionar desgastes en las prendas. En un estudio presentado a la American Chemical Society, los investigadores descubrieron que el secado repetido de prendas de algodón provocaba grietas en la ropa, lo que reducía la resistencia de la tela en un 25 % o más y también causaba formación de "bolitas".

Aunque es cierto que se necesita lavar la ropa después de su primera compra, hemos caído en el exceso. Según una encuesta realizada a nuestros lectores a través de Instagram, un 76% de ellos lava sus prendas una vez a la semana, más de un 60% utiliza más de una vez una prenda hasta ponerla en la lavadora y aproximadamente un 50% ventila las prendas antes de lavarlas. Con estos resultados, prácticamente la mayoría (un 94% de los participantes de la encuesta) reconoce el desgaste de la calidad de sus prendas tras los lavados, aunque aún somos muchos los que seguimos con la práctica excesiva de lavar ropa que podríamos volver a usar aireándola antes de enviarla a la lavadora. Para frenar el hábito excesivo de poner la colada han surgido iniciativas como Don't overwash, que reúne a varios diseñadores sostenibles de toda Europa con la intención de crear prendas que necesiten menos lavado y cuidado, desafiando la idea de que las prendas delicadas deben limpiarse en seco. Todos juntos tenemos que empezar a reflexionar sobre esta práctica tan habitual que poco a poco va perjudicando al planeta Tierra y, en el fondo, es muy fácil de evitar.

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