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EL DIARIO digital
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Rosa Tarlovsky de Roisinblit murió a los 106 años. Fue vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo hasta 2021, cuando por su edad pasó a ser presidenta honoraria. Conocida como "Rosita", dedicó más de cuatro décadas a la búsqueda de bebés robados durante la dictadura y se convirtió en una de las voces más firmes del movimiento de derechos humanos en la Argentina.
En 2000 pudo abrazar a su nieto Guillermo, nacido en cautiverio en la ESMA y apropiado por un integrante de la Fuerza Aérea. Sin embargo, siempre aclaró que su militancia no terminaba allí: "No estaba acá solamente para buscarlo a él, sino a todos los que faltan", solía repetir.
Rosita, o "Site", como la llamaban en su casa, había nacido el 15 de agosto de 1919 en Moisés Ville, Santa Fe, en el seno de una familia de colonos judíos. Se formó como obstetra en la Universidad Nacional del Litoral y llegó a ser jefa de parteras en la Maternidad Escuela de Obstetricia de Rosario. En 1949 se instaló en Buenos Aires, donde poco después se casó con Benjamín Roisinblit. Tuvieron una única hija: Patricia.
Patricia militó primero en el PRT y luego en Montoneros, junto a su compañero José Manuel Pérez Rojo, con quien integró la columna oeste. En 1977 nació Mariana, la primera hija de la pareja. Pero el 6 de octubre de 1978, un grupo de tareas de la Fuerza Aérea irrumpió en la casa familiar: se llevaron a Patricia, a Mariana y también a José. La niña fue devuelta a los abuelos. Patricia y José pasaron por la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) y ella fue trasladada a la ESMA para parir. El bebé nacido allí fue apropiado por un oficial.
Desde entonces, Rosa convirtió el dolor en acción. Se sumó a Abuelas de Plaza de Mayo y se transformó en una de sus referentes más firmes. "El amor por nuestros hijos y nietos está por encima del miedo", repetía.
En el año 2000, después de más de dos décadas de búsqueda, Rosa logró recuperar a su nieto Guillermo gracias a una denuncia que recibió Abuelas y a la participación activa de Mariana. Ese hallazgo no la detuvo: siguió yendo cada día a la sede de la organización para buscar a los otros nietos apropiados.
Siempre elegante, rara vez sin tacos, en los últimos años se mudó a un hogar de adultos mayores. Desde Abuelas la nombraron presidenta honoraria.
"Nos faltan encontrar 300 nietos, pero los estamos buscando y los vamos a encontrar", decía convencida. Sus compañeras seguirán caminando en esa dirección, con el mismo compromiso que ella sostuvo durante más de cuatro décadas.