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La maquinita de la emisión sigue a toda marcha

Mientras el presidente anuncia el "fin de la emisión" y celebra el equilibrio fiscal, la base monetaria se disparó 97% en un año, los pasivos remunerados crecieron y la deuda flotante se triplicó. Los datos del BCRA y la ASAP revelan que la emisión no desapareció, solo cambió de disfraz.

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EL DIARIO digital

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La emisión monetaria está lejos de haberse extinguido. Solo cambió de disfraz. Ya no es un adelanto directo al Tesoro con moño rojo, ahora es emisión por la puerta de atrás: intereses, pasivos remunerados, operaciones con futuros, tasas estratosféricas, y un truquito fiscal llamado "deuda flotante".

Según el último informe del BCRA, la base monetaria creció un 97% en los últimos 12 meses. Sí, casi el doble, lo que muestra el desacople con el nivel de actividad. El agregado M3, que es la plata en los bancos y en el bolsillo, aumentó un 64%. Pero lo más jugoso está en los llamados "cuasi" pesos: pasivos remunerados como LECAPs y pases, que crecieron un 5,6% en solo 30 días. 

Nuevo esquema

El corazón del actual esquema es un pacto con el diablo financiero: ofrecer tasas altísimas para que nadie guste de comprar dólares. Claro que esas tasas tampoco se pagan con amor: se pagan con más emisión. El Estado imprime para sostener una fantasía financiera. Es como tapar una pérdida con otra apuesta, esperando que no se note.  Por eso se armó lío por cómo se contabiliza eso: el gobierno contabiliza las LECAPs "debajo de la línea", como si fueran una especie de gasto "no oficial". Un truco contable que reprochó el FMI en su último informe.

El corazón del actual esquema es un pacto con el diablo financiero: ofrecer tasas altísimas para que nadie compre dólares. Claro que esas tasas no se pagan con amor: se pagan con más emisión. 

El gobierno no solo emite para pagar LECAPs o intereses de pasivos. También pateó vencimientos del Tesoro y eso engrosó la famosa "deuda flotante": compromisos impagos del Estado que, aunque no figuren como deuda formal, existen. 

Según la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), la deuda flotante pasó de $1,25 billones en mayo a $3,87 billones en junio, un salto del 208,87%. Esta deuda encubierta incluye desde pagos a proveedores, transferencias a provincias o universidades, hasta subsidios que quedaron colgados. Todo suma. Y todo eso también implica emisión.

Otra vía de emisión silenciosa son las operaciones con futuros. El BCRA vende contratos para mantener tranquilo al mercado cambiario. Pero si el precio de esos contratos no cierra con el real, la diferencia la paga, otra vez el BCRA. Y sí: con emisión. Encima, con la sospecha de jugadas al borde del Código Penal, que generan ganancias millonarias para algunos y deterioro del patrimonio del Central.

Según la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP), la deuda flotante pasó de $1,25 billones en mayo a $3,87 billones en junio, un salto del 208,87%.

El economista Iván Carrino calculó que con 6 millones de contratos en juego, si el Gobierno se "equivoca" por $8 en julio y $30 en agosto, la pérdida sería de unos $200.000 millones, el equivalente a 0,4% de la base monetaria. 

También el exviceministro Gabriel Rubinstein cuestionó con dureza el nivel de emisión encubierta. Le respondió Federico Furiase, uno de los cerebros financieros que asesoran a Toto Caputo. Se dijeron de todo: que si hay emisión "buena" y "mala", que si los pasivos remunerados son o no inflacionarios, que si el dólar se sostiene por la confianza o por las tasas asesinas. "El gasto público no desapareció: simplemente mutó de forma y hoy se canaliza hacia el pago de intereses de instrumentos de deuda en pesos, que el mercado apenas puede absorber sin que se dispare la presión cambiaria", sumó el economista Marcelo Trovatto de Pronóstico Bursátil. Es decir: no se gasta menos, se gasta distinto.

Contradicción 

Todo este cuadro contrasta frente con los anuncios presidenciales de los últimos días, donde Javier Milei proclamó el "fin de la emisión monetaria" y presentó un paquete de medidas para blindar el equilibrio fiscal. En los papeles, su promesa es cortar de cuajo la maquinita, pero en la práctica las cifras oficiales muestran lo contrario: la emisión sigue activa, solo que opera por canales menos visibles y más sofisticados, que igualmente impactan sobre la inflación y la estabilidad macroeconómica.

Los datos del propio Banco Central y de la ASAP revelan que el ajuste de Milei no implica necesariamente menos emisión, sino un cambio en sus mecanismos. Mientras el Gobierno exhibe superávit primario y asegura que el gasto público está bajo control, la base monetaria se dispara, los pasivos remunerados crecen, la deuda flotante se multiplica y las operaciones con futuros comprometen recursos a corto plazo.

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