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"No quiero sufrir como mi papá": la historia de Morena, una chica de Santa Isabel, en La Nación

El diario porteño reflejó en una nota de la periodista Micaela Urdinez la vida de una joven del oeste pampeano y su familia. Aquí el artículo completo.

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Hace frío. Está nublado. Parece que va a llover en esta zona del oeste pampeano. El más seco. Son las 9:30 de la mañana y en la casa del campo de la familia Escobar no hay luz porque solo tienen paneles solares. Pero hay que salir igual a soltar a las chivas, a revisar que tengan agua las vacas, a darles de comer a las gallinas.

Abrigada solo con un buzo, Morena Luján Escobar se dirige con sus papás al corral de las chivas. Las tocan para ver si están preñadas, las revisan y las sueltan para que salgan a alimentarse por ahí. "Lo que más me gusta hacer cuando vengo al campo es andar a caballo y ayudar a mi papá con las chivas. Lo acompaño a recorrer, también me sumo cuando tienen que carnear y les doy alimento a las gallinas", cuenta esta adolescente de 16 años que hoy vive con sus papás y su hermana menor de 11 años en Santa Isabel, el pueblo que queda a 10 kilómetros del campo en el que se crio su papá.

Todos los días su papá viene a ocuparse de los animales. Cuando el campo rendía más, tenían ovejas, vivían de forma permanente en el campo y los vendedores ambulantes circulaban ofreciendo todo lo que hacía falta. Hoy, apenas sobreviven.

"No quiero sufrir como mi papá", dice Morena al verlo renegar por la falta de agua potable, soportando las bajas temperaturas, la falta de luz o de heladera. "Lo que hace mi papá acá yo no me veo haciéndolo porque no es fácil y yo no siento la misma pasión que él. Él aguantó muchas cosas acá que yo no podría aguantar", dice Morena y se quiebra.

Mario Escobar, su papá, siempre hizo este trabajo y la escucha acongojado debajo de su gorra. "No llores hija. Es la vida que nos tocó. Es algo que muchas otras familias de la zona deben estar pasando también", dice para consolarla y la abraza.

Su mamá, Silvia Suárez, hizo el proceso inverso. Nació en Santa Isabel y se fue enamorando del campo. "A More le encanta ensillar y andar a caballo. Lo acompaña al padre a amamantar a los chivos, buscamos leña, salimos a recorrer. Más que nada vamos al puente, a ver si hay agua en el río. A ella le gusta estar acá porque es muy sano, no hay peligro. El pueblo es otra cosa", dice convencida.

Solo agua salada

El campo está ubicado sobre el río Salado y el principal problema en la zona es la falta de agua potable. Mario sale a chequear si el molino está funcionado y ve que un chorrito cae en el tanque australiano que se empieza a llenar de a poco. "Es agua mala. Es muy salada. No te la toman directamente los animales. En invierno quizás es más tomable pero en verano imposible. Dan vueltas, meten el hocico y no la toman. Esto viene de años, no es de ahora. Siempre tuve este tema", dice este hombre que está cansado de depender de que la Municipalidad le traiga agua dulce en camiones para mezclarla con la que tiene. Además, un camión se lo dan gratis y el que sigue lo tiene que pagar.

Durante la semana Silvia se ocupa de sus dos hijas y trabaja en la huerta comunitaria de la Cooperativa La Comunitaria en Santa Isabel junto a otros compañeros. Además del ingreso económico, tiene asegurada la verdura para la familia. "Las compañeras consumimos de la huerta, no tenemos que comprar. También conseguimos el maíz. La carne la sacamos del campo", dice Silvia, que el día anterior estuvo sacando yuyos y regando las plantas de la huerta.

El trabajo rural es arduo. Hay que estar detrás de las vacas, las chivas, los yeguarizos y las aves. "Durante el verano los calores son impresionantes. Y en invierno el frío es tremendo. Mario viene todos los días. De lunes a lunes. Cuando estamos en la época de parición de las chivas, trabajamos en conjunto. Ahora quizás no lo puedo acompañar durante la semana pero los fines de semana vengo seguro", explica Silvia.

Como no le alcanza con los animales para sostener a toda la familia, Mario también se ocupa de cuidar los animales de otros vecinos. "De eso vivo. Sobrevivo, como quien dice. Acá estoy luchándola hasta que Dios diga ?hasta acá llegaste Mario?. El chivito hoy está y es una platita que entra, pero va y viene. Es plata que no te la guardás, es para sobrevivir. Es difícil, hay que estar en el campo", agrega su papá.

El futuro, lejos del campo

Mario sabe que el futuro de sus hijas no está en el campo porque ahí ya no hay oportunidades. "Si hubiera un varón de por medio, quizás. Pero tengo dos mujeres. Hoy son chicas, están estudiando y se pueden ir, hacer sus vidas. No las puedo obligar porque van a elegir lo que quieran ser en su vida", dice.

Morena siempre quiso ser veterinaria pero en el último tiempo tomó conciencia de que le va a costar mucho poder sobreponerse a la impresión que le dan la sangre y las agujas. "Siento que no voy a poder con las operaciones, es mucho. Me va bien en las materias de psicología y geografía así que puedo seguir algo de eso. Lo de psicología lo saqué porque me gusta escuchar a las personas, aunque no sé si soy tan buena dando consejos. Todavía nunca fui al psicólogo pero tengo pensado ir", cuenta.

Se acerca el mediodía y la familia tiene que volver al pueblo para almorzar y para que Morena se prepare para entrar en la secundaria a las 13:20. Hay todo un esfuerzo atrás de estos padres que quieren que sus hijas tengan un futuro mejor. "More tiene que estudiar. ¿Qué otra cosa va a hacer? No le conviene estar como nosotros. Nosotros vivimos al día a día. Me gustaría que mis hijas hagan lo que yo no pude hacer, que sean alguien en la vida, tener un título y un trabajo, un sueldo, ser independiente", señala Silvia.

Lo que sea que Morena quiera estudiar, lo va a tener que hacer lejos de su casa. Seguramente en General Pico, en donde vive una hermana mayor (por parte de su madre) que está estudiando para ser maestra. "Me imagino yéndome con ella así no tengo que ir sola. Los alquileres están altísimos y son imposibles de conseguir. Y tampoco sabés guiarte. Ella es como una segunda madre, pasé la mitad de mi vida con ella y somos muy pegadas. Con ella a mi lado siento que voy a poder", dice ilusionada.

Cuando se pone a pensar en tres deseos, lo primero que se le ocurre es poder terminar la escuela y gozar de buena salud. "Ya lo tengo todo: amor, familia y salud. Sí pediría tener luz y agua acá en el campo. Al campo le faltan muchas cosas", concluye.

Cómo ayudar

Las personas que quieran ayudar a Morena y a su familia pueden comunicarse con Alejandra Domínguez de la Cooperativa La Comunitaria al +54 9 2954 40-5053 o donar directamente en la siguiente cuenta bancaria de la Cooperativa: Banco de La Pampa - CC 311491/5 COOP de TRAB AGROP REG LTDA - CBU 0930331510100031149150.

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