La Pampa

Columna agropecuaria: Desarrollo y determinación del rendimiento

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Luego de un otoño normal en cuanto a lluvias, quienes hicieron las labores de barbecho de manera correcta hoy cuentan con un perfil edáfico cargado de humedad para soportar el invierno, época donde normalmente no llueve en La Pampa.

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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Si bien la ventana de siembra para trigo en nuestra zona se extiende hasta los primeros días de agosto, el mes de junio es el que concentra los mayores avance y cobertura de superficie. Las fuertes heladas que acontecieron los últimos días posibilitaron un buen enraizamiento de las plantas, sin afectarlas de manera importante.

Sabido es que septiembre es un mes definitorio en cuanto al trigo se refiere. En general, los años con lluvias primaverales tempranas, son años con buenas producciones de trigo. Cuando las lluvias se empiezan a demorar es común recibir la consulta como técnico de algún productor preocupado deseando conocer cuánto tiempo es capaz el cultivo de "esperar la lluvia" sin afectar sensiblemente su rendimiento. Para responder esta pregunta vamos a analizar brevemente los aspectos del desarrollo del trigo que más importancia relativa tienen en la generación del rendimiento.

Numerosas evidencias científicas concuerdan en que de los dos componentes del rinde, granos por metro cuadrado y peso de los mil granos, el que más peso relativo tiene es el primero mencionado. Esto se debe a que si bien el peso de los granos varía, el mismo se define en un período muy corto de tiempo, que va desde la floración hasta la madurez fisiológica, momento en el cual el trigo deja de acumular materia seca y solo pierde humedad. Este coincide aproximadamente con un 37% de humedad en grano.

En caso de algún estrés en este momento del desarrollo del cultivo, el mismo es capaz de completar el llenado de grano con fotoasimilados generados en etapas anteriores, que mayormente se alojan en el tallo. Se ha estimado que hasta el 30% del peso de los granos puede ser aportado por removilización de fotosintatos, con lo cual luego del cuaje es poco probable que un estrés pueda afectar de manera importante el peso de los granos, y consecuentemente el rendimiento.

De lo expuesto anteriormente se deduce que debemos dirigir los esfuerzos a lograr la mayor cantidad de granos por metro cuadrado para obtener altos rendimientos. Este componente del rinde queda definido en una ventana de tiempo mucho más amplia que la anterior variable analizada. Podemos decir que prácticamente empieza con la siembra, pues en ese momento según la densidad de siembra utilizada será el número de plantas por hectárea, que luego del macollaje nos dejará definido el número potencial de espigas por metro cuadrado. Es por ello que a medida que atrasamos la fecha de siembra debemos aumentar los kilogramos de semilla por hectárea utilizados, pues contamos con menos tiempo para el macollaje.

No todos los macollos llegan a desarrollar una espiga, en general varios de ellos mueren, y los asimilados que ellos poseen son removilizados por la planta. A su vez, la espiga del trigo que todos conocemos está formada por varias espiguillas, las cuales a su vez tienen varias flores. De la cantidad de flores diferenciadas y de cuántas sobrevivan y cuajen dependerá el número de granos por metro cuadrado.

El período de tiempo más importante para este proceso es "20 días antes y 10 días después de la floración", por ello respetar la fecha de siembra óptima para cada variedad según su ciclo de madurez es de vital importancia.

Si convenimos que la fecha media de floración de los trigos en La Pampa es alrededor del 20 de octubre, veremos que podemos esperar las precipitaciones hasta mediados de septiembre sin preocuparnos porque algo grave le pueda pasar al rendimiento de nuestro cultivo. Esto obviamente si logramos oportunamente un buen stand de individuos y un aceptable desarrollo de la sementera.

Es importante mencionar cómo afectan a este período las variables ambientales radiación y temperatura. La primera lo favorece, es decir, a mayor radiación mayor tasa de crecimiento del cultivo, mientras que la temperatura lo afecta negativamente, acelerando el desarrollo del cultivo. Es decir que la mejor combinación para el trigo sería una primavera soleada y "fresca", con lluvias por lo menos a mediados de septiembre.

En resumen, el cultivo de trigo en particular y los cereales de invierno en general se encuentran muy bien adaptados a la región pampeana. Por el momento el productor debe terminar de implantar los cultivos de la mejor manera posible, tratando de corregir la nutrición para poder hacer un buen uso del agua elevando la producción de materia seca por milímetro de agua transpirada. El empleo de curasemillas que le proveen resistencia a los ataques tempranos de insectos es otra buena herramienta con la que contamos ya que como se dice: "Una buena sementera representa media cosecha asegurada".

(*) Ingeniero Agrónomo -(MP: 607 CIALP) Posgrado en Agronegocios y Alimentos- TWITTER: @MARIANOFAVALP

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