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EL DIARIO digital
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Investigadores de Granada y Graz comprobaron que la actividad física regular modula proteínas claves y reduce la inflamación placentaria, con efectos más marcados en embarazos de niñas.
La evidencia científica sobre el valor del ejercicio en el embarazo sumó un nuevo capítulo. Un estudio internacional encabezado por especialistas de la Universidad de Granada (UGR) y la Universidad de Graz, en Austria, determinó que la actividad física regular no solo es segura, sino que aporta beneficios específicos en la placenta.
Los investigadores analizaron a 76 mujeres que participaron del proyecto GESTAFIT. Un grupo realizó entrenamiento combinado aeróbico y de fuerza tres veces por semana desde la semana 17 de gestación hasta el parto, mientras que el grupo control no realizó actividad dirigida. Tras el nacimiento, las placentas fueron evaluadas para medir proteínas vinculadas al desarrollo fetal y marcadores inflamatorios.
Los resultados mostraron que las mujeres activas presentaron niveles más altos de G-CSF una proteína clave para el funcionamiento placentario y menores concentraciones de moléculas asociadas a procesos inflamatorios, como el factor de necrosis tumoral y la IL-6. Estas últimas suelen relacionarse con complicaciones metabólicas, sobre todo cuando existe obesidad materna.
Un punto relevante del trabajo fue que la respuesta placentaria al ejercicio varió según el sexo del bebé. En embarazos de niñas, el incremento de G-CSF fue más marcado y la reducción de los marcadores inflamatorios resultó más pronunciada.
El aumento de G-CSF también se asoció a una ganancia de peso más saludable durante la gestación, reforzando el rol del ejercicio supervisado como herramienta preventiva para la madre y el bebé.
Según el doctor Pedro Acosta-Manzano, investigador de la Universidad de Graz y autor principal del estudio, el sexo fetal condiciona la forma en que la placenta responde a la actividad física, un hallazgo que abre nuevas líneas de investigación en medicina personalizada durante el embarazo.
Los especialistas señalaron que comprender estos mecanismos permitirá en el futuro diseñar programas de ejercicio más específicos para gestantes, especialmente en mujeres con riesgo de complicaciones metabólicas, consolidando al entrenamiento supervisado como un pilar clave en la salud materno-fetal.