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EL DIARIO digital
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El cortisol altera la digestión, reduce la absorción de nutrientes y puede causar inflamación intestinal. Expertos advierten que comer apurado o tensionado anula los beneficios de una buena alimentación.
Aunque una persona siga una dieta equilibrada, comer bajo estrés o a las corridas puede convertir esa alimentación "perfecta" en un esfuerzo inútil. El estrés crónico, cada vez más común en la vida moderna, interfiere directamente en la digestión y en la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes esenciales.
La doctora Débora Nuevo, jefa de la Unidad de Longevidad y Microbiota de Olympia Quironsalud (España), explica que "la digestión no empieza en el estómago, sino en el cerebro". Cuando el organismo está en modo alerta, el cuerpo prioriza la supervivencia y desvía la energía hacia los músculos y el cerebro, reduciendo el flujo sanguíneo y los recursos destinados al sistema digestivo.
Esa reacción, mediada por el aumento del cortisol, provoca que se generen menos jugos gástricos y enzimas digestivas, lo que dificulta una correcta descomposición de los alimentos. "Al disminuir estas enzimas, la digestión de proteínas, grasas y carbohidratos es incompleta, lo que deriva en una mala absorción de aminoácidos, vitaminas y minerales", advierte la especialista.
El estrés también puede alterar el tránsito intestinal y causar estreñimiento o diarrea, impidiendo una absorción adecuada. Un tránsito acelerado no da tiempo al organismo a aprovechar los nutrientes, mientras que uno lento favorece la fermentación y la inflamación.
Otro de los efectos es el aumento de la permeabilidad intestinal, conocido como "intestino permeable", donde toxinas y partículas alimentarias pasan a la sangre y desencadenan procesos inflamatorios. Además, el estrés afecta la microbiota intestinal, reduciendo la presencia de bacterias beneficiosas y fomentando especies proinflamatorias que deterioran la mucosa y reducen la eficacia en la absorción.
A ello se suma un hábito cotidiano: comer rápido y sin masticar bien. Bajo presión, muchas personas aceleran la ingesta, lo que impide una trituración adecuada de los alimentos. Esto no solo sobrecarga el estómago, sino que aumenta el riesgo de reflujo, hinchazón y digestiones pesadas.
La relación entre el cerebro y el intestino el llamado "eje cerebro-intestino" muestra que la gestión del estrés es tan importante como la elección de los alimentos. "Una digestión eficiente requiere un sistema nervioso en equilibrio, una microbiota sana y un entorno interno que favorezca la correcta absorción de nutrientes. Aprender a comer sin prisas y cuidar la salud intestinal son pasos clave para optimizar nuestra nutrición", concluye la doctora Nuevo.