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Lamelas todavía no llegó y ya "juega de virrey": la oposición exige que Milei lo baje del avión

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Ni el pasaporte selló y Peter Lamelas, el embajador made in Trump, ya logró lo imposible: unir a la oposición argentina. ¿El motivo? En vez de venir a repartir tarjetas en los cócteles, el hombre anunció que va a recorrer el país como inspector de aduanas, a "vigilar" a los gobernadores, "cortar la corrupción china" y asegurarse de que Cristina Kirchner "reciba la justicia que bien merece". Un sheriff global, versión stand-up.

Desde Washington, Lamelas prometió controlar provincia por provincia, con lupa y machete, para cazar acuerdos sospechosos con "los chinos y otros". En su lista negra también metió a Cuba, Venezuela, Nicaragua e Irán, por si faltaba color. Y de paso, se autopostuló como veedor del movimiento cristinista, "más zurdo que el propio peronismo", según su manual de instrucciones.

Como si la Argentina no tuviera problemas propios, ahora tiene un futuro embajador dispuesto a tutelar a los gobernadores, decidir a quién se investiga y dar clases de democracia a domicilio. ¿Apoyar a Milei en la AMIA? Sí, pero también en las elecciones, "para construir una mejor relación entre nuestros dos países". Traducción: Washington pone el pulgar para arriba o para abajo, según le caiga el elenco local.

El grito de la oposición no tardó nada: que Milei pare la mano y le diga a Lamelas que se quede en Mar-a-Lago controlando los resorts, no la política criolla. Pero en la Rosada nadie quiere abrir la boca. Capaz esperan que el embajador se compre una estanciera y arranque el raid por las provincias, a ver si algún gobernador le invita un asado… o le marca la cancha.

Por lo pronto, Lamelas ni aterrizó y ya se cree el Virrey del Río de la Plata. ¿Y Milei? Calla, otorga y sigue esperando la bendición de la Casa Blanca.

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