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EL DIARIO digital
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A Eduardo Sánchez le gusta la velocidad. Es un aventurero y se atreve a armar una pista de scalextric profesional en pleno centro de la ciudad. Una apuesta osada. De golpe se para en la zona de comandos, con un sombrero y anteojos de aviador cuando la tarde empieza a irse, y prueba uno de los autos. Va y viene con la mirada atenta y concentrada como si fuera un espectador de un partido de tenis. Sigue la marcha, presiona y levanta el pulsador para no entrar en trompo y controla la velocidad de ese auto a escala en uno de los carriles.
Da un paso más y, en su pasión por motores que impulsen chasis y ruedas en cualquiera de sus formas, decide comprar un karting. Es para Sebastián, su hijo de 5 años, para que se divierta y, por qué no, compita.
No hay en el horizonte ningún partidor, ni meseta o peralte de tierra. Ni en los sueños más disparatados. Aunque hay, eso sí, una señal del destino: el niño, delgado, pequeño, no encaja en el monoposto que es demasiado grande.
Ahí, en un acto intrépido, cambia como si fuera un zíngaro moderno, karting por moto 50cc preparada para tierra. Una Mini XC. Y nada sería lo mismo. Ni para Eduardo ni para Sebastián, ni para toda la familia Sánchez/Faidutti.
"Recuerdo el momento. Justo había una carrera, en la vieja pista de la Quinta de las Monjas, acá nomás. ¡Y me fue bien!" dice Sebas y señala hacia el este en el taller de motos donde habita a diario.
"Siempre fui muy competitivo y se dio por la moto. Tuve la suerte de conocer a Omar (Seibel), empecé a andar bien, mi viejo me empezó a acompañar y a aconsejar y lo supe llevar. Nunca me costó. ¿Cómo nace el amor por la moto? Así, como lo cuento, casi por casualidad. Si me hubiese subido a un auto me hubiese pasado lo mismo".
Sebastián nació en Santa Rosa en un hábitat diferente. Casi 40 años atrás. En esas cunas angeladas, diseñadas mágicamente por orfebres desconocidos y enviados del bien capaces de trasladar legados con una palabra que baste para sanar. La bienvenida a un mundo que tendrá que transitar de manera diferente del resto. Con el -¿hermoso?- lastre de ser un "elegido".
Ese camino glorioso, con espinas en el tránsito, llegó a la última estación el 29 de diciembre de 2023 cuando publicó en Instagram su despedida. "Se termina también mi carrera deportiva profesional, decisión que cuesta tomar después de tantos años " publicó. Y lo que recibió fue el cariño inagotable de colegas, seguidores, amigos y el mundo motor del país y el mundo.
- Marcelo Bielsa llegó a decir que había que vaciarse en el deporte de alto rendimiento. ¿Lo hiciste?
- Si bien todavía tengo cosas para dar, que es lo que siento, cuando competí al más alto nivel lo di todo. Lo que tenía lo di. Era lo que me gustaba, lo que me apasionaba. Dejé muchas cosas de lado y no me arrepiento. Hoy si lo tuviese que volver a hacer, lo hago. Era lo que me daba satisfacción. Veía los resultados después de los entrenamientos. A medida en que notaba los resultados, entrenaba más. Me ha llegado a pasar que entrenaba y entrenaba y los resultados no estaban, y eso me frustraba un poco. La cabeza no andaba al ciento por ciento. Este es un deporte que te deja muchas lesiones, tengo muchas secuelas, dolores de rodillas, los hombros rotos, todo por la moto.
- Eso es lo que no se ve y tal vez la gente no entienda.
- La gente no lo entiende porque para hacer esto tenés que tener pasión. Por ahí me decían: "no andes más porque te vas a golpear". Después, con el tiempo, lo fueron entendiendo.
- ¿El momento más dramático estos 35 años de carrera fue en Pilar, en 2009, cuando te golpeaste?
- Sí, había arreglado con Yamaha y fue frustrante porque en ese momento estaba en el tope de mi carrera. Era cuando mejor estaba, 2006, 2007, 2008 y 2009 , gané casi todas las carreras que corrí. Me quebré el fémur, fue muy duro. Me dijeron que no iba a correr más, que no iba a poder caminar bien eso me bajoneó. Me llevó dos años recuperarme. Le dejé de dar bola a la pierna, no se me soldaba. Después uno se engorda, el físico cambia, y cuando vuelve no tiene ni la velocidad, ni el ritmo, ni el físico. Se hizo difícil, porque los otros mejoraron. Nunca pude volver a mi nivel antes de esa quebradura. Cambiaron muchas cosas, hasta el manejo. Pero le puse ganas y estuve ahí.
- ¿Por qué dejás?
- Por el cansancio de años y años. Nunca voy a dejar de andar en moto, me gusta venir al taller, estar con amigos. Pero de manera profesional no voy a correr más, no tengo ganas de compromisos. Tal vez una carrera específica pueda hacer, pero no un campeonato completo. Tengo ganas de ir a juntarme con amigos, a andar en la arena. Me gustó en los últimos años correr el Nacional porque la categoría MX3 se empezó a hacer rápida, estábamos ahora casi en tiempos de la MX1. El último año entrené como cuando era pendejo.
- Joaquín Poli, llamado a ser tu sucesor, te mandó un mensaje deseándote lo mejor para lo que viene.
- Tengo buena onda con Joaquín. El año pasado me dijo de ir a entrenar, que fuera con Julián (Seibel) con quién es amigo. En las carreras nos juntamos a charlar, a tomar mates.
- ¿Te hubiese gustado correrle con unos años menos?
- No sé si con años menos, pero sí estando bien físicamente. En La Rioja hicimos una linda carrera, peleamos mucho. Con todos los pilotos que van llegando siempre me ha gustado probarme. Me encanta que a Joaquín le vaya bien, es otro apasionado de esto. Entrena para ser quién es. Es muy profesional.
- Nico Rodas, Norberto Debernardi, Jeremías Fernández, Demián Villar, el mismo Darío Arco ¡Les ganaste a todos! Hoy parece no se ve eso y tal vez el nivel de MX1 no es el de antes, aunque esto no le quita méritos a lo que está logrando Poli.
- No, para nada. Joaquín pudo haber andado mejor o con más nivel si hubiese tenido más rivales que lo corrieran. Pero marcó diferencia por su constancia, por su entrenamiento, porque hace todo para ser el número 1. Y los resultados se ven en la pista.
- ¿Cómo evaluarías ese último año 'profesional' con KTM?
- Me costó andar en la 350, porque tenés que forzar más las cosas Es distinto a una 450, que es más rápida. Tomé la decisión de hacerlo cuando KTM lo propuso, acepté correr con la moto 350. Esa diferencia la sentí, pero no culpo a nadie. Y cuando finalizó el campeonato dije: "Bueno, paro, hasta acá hice todo lo que tenía que hacer".
La voracidad
Sebastián irrumpió en el concierto del motocross nacional como un fuera de clase. Diferente del resto. Su velocidad era mayor a la del resto. Tomaba los saltos de manera distinta. Los más grandes de la provincia, Omar Seibel, Gustavo Lobos o Fabián Turrión, empezaban a sentir que algo bueno estaba pasando en el MX de estas tierras sueltas, ese mismo deporte por el que tanto se luchó en pistas efímeras dispersas por rincones desiertos.
Su crecimiento fue exponencial. En todo sentido. Y estaba dispuesto a conquistar lo que tuviese por delante. Una fiera hambrienta. "Nunca me creí el mejor, pero sí entrené para ser el mejor", suelta.
- Llegaste en una época donde la cosa estaba establecida. Rompiste algunos paradigmas, todo estaba marcado por el duelo Marcelo Sánchez - Federico Villagra, el Chino Freytes se prendía, Claudio Pesce había escrito sus historias, pero lo tuyo fue diferente. ¿Sabés que causaste una especie de revolución?
- No sé si 'causar una revolución' es la definición, pero siempre quise aprender para estar en lo más alto. Llegué con un estilo de manejo diferente. Siempre miraba a otros, me gustaba (Jeremmy) McGrath, cuando iba a correr afuera trataba de aprender. Y me iba bien. En los Latino me iba bien. Y cada vez me entrenaba más para volver a ganar. Siempre había algo adelante, un desafío. Una vez ví el Enduro del Verano, me gustó, y le propuse a Honda correr. Me fue bien y después entrené para ir a ganarlo. ¡Y lo pude hacer! Pero a base de esfuerzo. Yo no era un fuera de serie que tenía algo distinto, no es como Messi al que le das una pelota y hace maravillas.
- ¿Te parece? Las maniobras que hacías eran maniobras que otros no eran capaces de hacer.
- Está bien, pero yo tenía mucha constancia para entrenar. No paraba. Cuando un mes no entrenaba, no andaba. Capaz hoy lo ves a Joaquín (Poli) y no te llama la atención su manejo, que es muy prolijo, pero gana todo. Lo ves a (Lautaro) Toro, y te llama la atención porque le va pegando a lo que encuentra. Son distintas formas de manejo. Todo lleva entrenamiento y ganas.
- Cuando eras pequeño, casi adolescente, fuiste a Estados Unidos ¿qué buscabas?
- Mejorar, conocer otras técnicas. Me sirvió mucho, me gustó, la pasé bien. Fui con la 80cc y me fue bien, aunque me costó adaptarme, subí al podio en una carrera y cuando estaba andando bien, me tuve que volver. Después surgió la posibilidad de ir a Europa, fui a la casa de Harry Everts, y estuve con su hijo Stefan Everts, uno de los mejores pilotos del mundo. Estuvo bueno como experiencia, pero no aprendí demasiado. Si me preguntás si aprendí a nivel conductivo, te digo 'y no'. En Europa en ese momento se corría con cambios altos, pistas largas, nada que ver con Estados Unidos. En Estados Unidos era increíble, amanecías pensando en motos y te acostabas pensando en motos. Ahí sí aprendí.
- ¿Te arrepentiste de no haber vuelto?
- No, arrepentirme no, pero no fue una decisión acertada ir a Europa. En Estados Unidos veían que andabas bien y te podían apoyar. En Europa ganabas, pero eras uno más.
- El común de la gente por ahí no entendía la clase de deportista que había acá, cerca de hecho no sabe que estuviste en el más alto nivel posible al que se puede llegar en el país.
- Aun hoy pasa eso. Es un deporte que no tuvo difusión continua. A veces sí, cuando estaba Marcelo Sánchez, Salzman, Claudio Pesce... Después las carreras no se vieron más por tele. Hoy, en Santa Rosa, el lugar donde vivo, tal vez no me reconocen, no saben quién soy. Y afuera pasan cosas raras. Por ahí estoy en Buenos Aires y en un lugar cualquiera me aparece una persona a saludar, que no sé quién es, y me cuenta historias de dónde me vio, y lo que le generó eso.
- Hace poco un deportista de elite hablaba del reconocimiento en su ciudad. Y tal vez empezó a tomar dimensión de eso con el tiempo. ¿Cómo conviviste con eso vos?
- Al principio yo era tímido. Cuando era chico me costaba hablar mucho. Me gustaba andar en moto pero no me gustaba todo el resto. Cuando fui creciendo me di cuenta de que es necesario hablar para tener publicidades, para que la gente vea quién sos, qué hacés. Me pasaba de encerrarme en la camioneta porque no quería sacarme fotos con la gente. El motocross era fuerte en el país, estaba en una buena época. Fuera de La Pampa me conocía mucha gente. Acá fue difícil, porque fue difícil que el motocross viniera, penetre. Hace 35 años que ando en motos y nunca tuvimos una pista en Santa Rosa que perdure, nunca un apoyo para eso. En ese sentido todo se hizo cuesta arriba.
- ¿En qué consistiría ese apoyo?
- En poner unas máquinas, un terreno, y conservarlo. Los que corremos lo vamos a cuidar, a diseñar No se necesita más que eso. Dentro del ambiente de las motos, teniendo ese lugar, armamos la pista. Pero como no rinde frutos económicos la actividad, tal vez no se hace.
- ¿Lo que hizo Victorica es meritorio?
- Sí, es muy meritorio. La fecha del Nacional fue una de las mejores del año, en cuanto a convocatoria y organización. Ojalá puedan seguir porque es muy costoso. Hicieron mucho esfuerzo, el Pampeano, el Nacional, el nocturno El piloto del motocross siempre bancó al espectáculo, y el que hace la pista y organiza difícilmente gane dinero. En Trenque Lauquen, el Vasco Saragüeta dejó de hacer porque es muy difícil la apuesta económica. Hoy es un riesgo enorme.
Ritmo
Sebas pone un freno. Hace un block pass y hace traccionar sus respuestas. El viaje no se detiene, es sólido y va a ritmo, como le gusta. Recuerda que una de sus más grandes pasiones en este mundo con dos ruedas de tacos estuvo en las playas de Villa Gesell y Pinamar.
"Es algo que hay que vivir al menos una vez en la vida. Es una cosa de locos. Ganar fue una locura, una experiencia de vida que no vive todo el mundo. Un lugar explotado de gente. Es un gran evento. Primero fui a ver, me gustó, propuse correrlo, en Honda me dijeron que sí. Anduve bien y después pude ganarlo, en dos categorías. Pero a veces las marcas decidían, apostaban" recuerda.
Ya era un piloto consolidado y su nivel en 2004 y 2005 le permitían opinar con peso.
"Llegué a proponer que los tres pilotos Honda peleáramos en igualdad de condiciones y así pasó. Yo llegaba como piloto del MX contra los de Enduro. Sentí que me escucharon. De todos modos siempre hay cosas de las cuáles se aprende, en todo equipo oficial pasan 'cosas'".
La emoción
"Hoy, con Agustina, mi novia, estamos pensando en buscar tranquilidad. Devolverle ese tiempo que tal vez le quité. Estamos pensando en ser padres, viendo otras cosas. Ella empezó a acompañarme cuando ni sabía quién era yo, y quiero devolverle algo de eso, lo mismo que a mi familia", reflexiona.
Su voz sale del casete de un análisis de maniobra o una carrera. Es auténtica y por primera vez en bastante tiempo, siente que la emoción le puede movilizar las lágrimas y, como si fuera un alquimista, convertirlas en líquido.
- En la fecha del Nacional de Victorica te emocionaste mucho el año pasado. Hacía bastante tiempo que no se te veía así.
- Hay muchas cosas detrás que el piloto las vive. Cosas que escuchás: "¡Está de vuelta!". Y eso toca. Yo soy fuerte de la cabeza. Cuando en Victorica gané, después de saber que había gente que pensaba que no tenía nada más para dar, me emocioné. Me emocionó la gente, ese reconocimiento en todo el circuito. Muchos no me vieron en mi carrera deportiva, me vieron a mitad, y es algo que me voy a llevar.
- Fue emotivo para un montón de gente, porque algunos capaz no sabían si volverían a verte profesionalmente.
- Sí, claro. Además el valor de esa victoria con una moto 350cc contra motos de 450cc. No es excusa, pero siento que corrí en inferioridad de condiciones.