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Ancalao en la intemperie de la memoria sagrada

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EL DIARIO digital

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La poeta Liliana Ancalao mantuvo una conversa en el programa Poeteca (Radio Nacional), y en Kresta destacamos algunos pasajes de esa entrevista que ponen el acento en el concepto de oralitura tan particular a la hora de pensar la lengua mapuche y su resistencia cultural.

Ancalao nació en Comodoro Rivadavia en 1961 en la Puelmapu, en la tierra del este de la Wall Mapu. “Mapuche mapucheña” en la voz de Bustriazo dedicándole un poema allá por el 87. Ancalao es dueña de una de las voces poética mapuche más reverenciadas, profesora en Letras y promotora cultural. Ha publicado “Mujeres a la intemperie”, “Tejido con lana cruda”, entre otros textos, y participa de distintas antologías, como por ejemplo “La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea”.

Su poesía tajeada entre lenguas, con un fuerte sentido de empoderamiento y libertad, hace que Ancalao restituya un vínculo en donde sopla la oralitura.

“Esta palabra oralitura la pensó Elicura Chihuailaf, un oralitor mapuch; tiene que ver con la oralidad, con aquello que nos cuentan nuestros antepasados, las historias, los ruegos, los consejos y que alimentan nuestra escritura en nuestra contemporaneidad; tiene que ver con la memoria. Yo hablo de una memoria ancestral, una memoria reciente, porque escribimos desde la contemporaneidad; digamos que la oralitura es una palabra que se diferencia del arte precolombino, porque si bien bebemos de nuestra cosmovisión ancestral, hubo un trauma, un evento que cercenó la transmisión generacional. Entonces nosotros tenemos que hacer ahora un camino de regreso al origen. No es que seamos una continuación, somos otra creación, por eso la palabra oralitura para diferenciarla de lo que se llama arte precolombino”, explicó la poeta.

“Los oralitores habitamos el Abya Yala y cada uno escribirá de acuerdo a sus circunstancias, las circunstancias de sus pueblos, como supervivientes de la masacre que significó la llegada de Cristóbal Colón, de acuerdo a las circunstancias de su familias y de sus pueblos durante la colonia, durante la formación de los estados, de acuerdo al dominio que tengan de la lengua impuesta, o de la lengua colonizadora, y de su lengua materna que es la lengua originaria. Es un conflicto que abarca a todas y todos los escritores de pueblos originarios de Abya Yala y entre ellos el pueblo mapuche”, agregó en la entrevista.

El cuerpo como territorio

“Hay una memoria que es oral y que se depositó primero en nuestros cuerpos. En mi infancia cuando yo iba a la casa de mi abuela que vivía en Cushamen, íbamos con mi familia cuando se podía, siempre fueron costosos económicamente esos viajes, y recibíamos aunque no sistemáticamente una cultura a través de las historias que escuchábamos, a través del modo en que nos curaban, a través de las palabras en mapudungun que recibíamos como sueltas, escuchábamos cuando los mayores hablaban entre ellos y en aquella época, de niña yo iba recibiendo todo esto, y ahora sé que mis tatarabuelos, mis bisabuelos, mis padres fueron censurados en su cultura, es decir que tenían que vigilarse a sí mismo y no podían fluir y dejarse ser, estaban siendo controlados para ver cuán cerca de la “argentinidad” y de la ‘occidentalidad’ o de la ‘civilización’ estaban”, señaló Ancalao sobre el proceso de colonialidad cotidiana.

Sin embargo, resaltó que “ese recorrido, de recibir la memoria en los cuerpos, sigue en la infancia, en la ciudad, en el barrio”.

“Mi mamá por ejemplo cocinaba, entre otras comidas, pancutras con chicharrones, mi papá nos curaba con lahuen, con paico sobre una azúcar quemada, esas prácticas amorosas también las recibíamos en una memoria que también se depositaba en nuestros cuerpos. Esta diferencia en nuestra formación no tenía nombre hasta que fui joven; esa diferencia era ser mapuche; eso que habíamos recibido era mapuche kimün, conocimiento mapuche, pero en mi caso no fui consciente hasta que ya era grande, estaba cursando la universidad y se me cayeron las fichas. Y en el año 94’ formamos la comunidad ñamkulawen en Comodoro con gente mapuche que había llegado a esta ciudad con distintas procedencias del Wall Mapu y entre otras cosas nos propusimos recuperar el mapudungun que se había borroneado en este camino de control y vigilancia sobre los indios que no tenían que recordar quienes eran”.

La espiritualidad compartida

“En el 97 me invito Elicura Chihuailaf a un taller de escritores en lenguas indígenas en Temuco y yo asistí a la maravilla de las publicaciones en las dos lenguas, en las lenguas originarias y la lengua colonizadora. Entonces me propuse a mí misma publicar mi libro bilingüe y pude cumplir con ese sueño cuando escribí “Mujeres a la intemperie”, “Pu zomo wekuntu mew”, mi segundo libro, en donde además hago un recorrido espiritual porque con mis lamien y con muchas otras mujeres a quienes dedico ese libro, compartimos traunes, compartimos Wiñoy Tripantu, nguillatún, aprendimos y vivimos nuestra espiritualidad juntas, todo eso quedó en, ese libro”, contó sobre su proceso poético, un recorrido en el que, señala, “vamos reaprendiendo un conocimiento que también está en reconstrucción.

“Lo estamos reconstruyendo entre todos en el Wall Mapu y vamos haciendo circular nuevamente el conocimiento y lo vamos resignificando, desde la contemporaneidad lo volvemos a vivir pero sin perder nuestra actualidad”.

Volver a la tierra

“Escribí alguna vez un texto que se llama La memoria de la tierra sagrada; un ensayo en dónde cuento una historia que cuenta la historia de mi familia, pero también la de mi pueblo y nos da la esperanza de que aún después de lo que la historia oficial llama Campaña del desierto, las fuerzas de la naturaleza nos siguieron escuchando cuando las convocamos en nuestro idioma materno el mapudungun, quiere decir que tenemos que volver esa etapa en la que todo era sagrado, ese modo protocolar que tenemos de pedir permiso a los mayores para hablar, pedir permiso a quienes convocan a una ceremonia para participar,pedir permiso a los ngen a los dueños de la naturaleza para poder andar por una sombra, para poder usar el agua, ese respeto y ese cuidado tiene que volver y lo tenemos que hacer entre todos, mapuches y no mapuches, porque los ríos y los árboles no tienen nacionalidad, esa es la gran cuestión, de comprometernos todas y todos”.

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