La Pampa

Dolor por la muerte de "El Fideo" Giménez

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Arquero de All Boys de Trenel, siempre futbolero, peronista, amigo de Rubén Hugo Marín.

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El Fideo se acomodaba en la silla ceremoniosamente, daba una pitada, dejaba el pucho en el cenicero reposando hasta la próxima caricia, y entonces sí: soltaba el dato futbolero con el que tanta expectativa había generado. Y se acordaba del penal pifiado en el último minuto de un oscuro partido por la Primera C de andá a saber cuándo.

Mientras de ese modo comunicaba cultura popular, la pasión lo recorría de cuerpo entero: dejaba la vida en cada dato, desde los ojos hasta las piernas que arrastraban esos pies con pesadez.

Emilio Giménez, para todos El Fideo, murió este jueves a los 70 años. El corazón dijo basta. Se definía como “futbólogo” y era el rey de las sobremesas repasando formaciones, colores de camisetas o anécdotas de tablón.

Peroncho con sus modos porteños al palo, era un obsesivo para seguir las noticias deportivas. Llegó a La Pampa en el’74 para ser arquero de All Boys de Trenel, donde se destacó en tiempos atléticos con su cuerpo longilíneo que le dio el apodo antes de que llegaran los kilos con la edad. Venía de atajar en la primera B nacional para Almirante Brown. Todo Trenel recuerda que se vestía "a lo Loco Gatti" y que provocaba con su gorra a las hinchadas rivales. Dio la vuelta olímpica en el ’74, en una final contra Estudiantil en Castex.

A diferencia de otros futbolistas llegados desde afuera, se quedó a vivir en el pueblo. Y se convirtió en pampeano. Después jugó en clubes piquenses y hasta se acercó al periodismo deportivo. Volvió a Trenel como DT de All Boys a medidados de los ’90.

Fue compadre, secretario y confesor del exgobernador Rubén Hugo Marín en sus tiempos más poderosos. Como lo acompañaba en toda función, lo bautizaron su "asesor futbolístico". Se metió en la rosca política pero desde un lugar lateral, más como compañero que como militante, más como testigo que como protagonista.

Obvio cultor de los códigos, amiguero, bilardista, incondicional amante de Boca y de sus perros, también se apasionó con el básquet, sobre todo cuando en los ’90 siguió de cerca la campaña de Pico Fútbol, como planillero y todo.

Fideo era todo un personaje. Sus casas tenían rincones que eran museos bosteros, cargados de posters, recuerdos y fetichismos azules y amarillos.

Hace años que estaba radicado en Santa Rosa y su muerte causó el dolor de su compañera de largo tiempo Mónica Del’Acqua, su hija, hija política y nietos. Una barra de amigos también lo anda llorando, refrescando anécdotas y sabiendo que quedará solo para la memoria (pero nada menos que para la memoria) esa puesta en escena apasionada y ceremoniosa antes de soltar el justo dato futbolero que la sobremesa esperaba.

(JP Gavazza)

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