Culturales

“Las relaciones varoniles tienen que ver con la violencia, con agruparse para violentar”

''

Escuchá esta nota

EL DIARIO digital

minutos

Con un texto depurado que hace hablar al paisaje -al monte, al agua-, la nueva novela de Selva Almada “No es un río” indaga en el universo masculino a través de los pactos y alianzas entre varones, la memoria del recuerdo de un amigo muerto y los conflictos entre locales y foráneos, para hacer fluir, como la corriente del agua, un encuentro de historias con distintos personajes de pueblo que bordean la certeza entre sueño y realidad.

Publicada por Penguin Random House, “No es un río” significa el cierre de una trilogía que la escritora entrerriana comenzó con “El viento que arrasa” (ganadora en su traducción al inglés del First Book Award del Festival del Libro de Edimburgo) y continuó con “Ladrilleros”, donde explora los vínculos entre varones en parajes de provincia, rurales, inhóspitos o naturales, como en esta novela donde el río y el monte, la isla que conforman, como los personajes, también hacen hablar a las vidas que se entrelazan.

“No es un río”, como dice la autora, bordea “la ambigüedad” desde la primera escena. Está narrada con reveses al pasado y al presente y construida de a tramos con historias distintas. En realidad es una novela que habla sobre la amistad y el conflicto, sobre los vínculos entre amigos, amantes, madres e hijas, tíos, vecinos y conocidos; que habla del amor, pero también de la disputa entre los locales -los que reconocen el monte con ojos cerrados- y los que lo visitan, no muy lejanos de esa geografía.

- Junto con “El viento que arrasa” y “Ladrilleros”, esta novela concluye una trilogía. ¿Qué búsquedas cierra “No es un río”?

- Selva Almada: Lo que se clausura es mi interés en la indagación en el universo masculino. En las tres novelas se explora eso de manera diferente y aparecen distintos aspectos de lo varonil. Ahora quisiera escribir otras cosas, no quiere decir que no vuelva a escribir personajes varones, no quiere decir nada definitivo en realidad. Pero creo que de alguna manera sentí, mientras escribía esta novela, que las cosas que me preguntaba ya estaban. En realidad me las sigo preguntando porque tampoco es que las novelas terminan de responder nada, al contrario. Empezás a escribir a partir de preguntas y en el transcurso de la escritura en vez de aparecer respuestas siempre aparecen más preguntas.

- Muchas veces desde la ficción, literaria o cinematográfica, las masculinidades, sobre todo las rurales, son representadas más por su violencia que por sus vínculos de amistad, bajo una perspectiva un poco estereotipada. En esta novela aparecen los pactos y las alianzas con contrastes...

- S.A.: Esa mirada también está en mis novelas porque sería pasar por alto una parte casi constitutiva de las relaciones varoniles que tienen que ver con la violencia y con agruparse para violentar, una característica muy masculina porque las mujeres no nos agrupamos para violentar. Tiene que ver con esos pactos de masculinidad y los varones que se construyen en mis historias padecen esa marca. Pero también me gusta pensar en personajes llenos de matices, no lineales. Un personaje no deja de ser muy parecido a una persona y las personas tenemos matices, no somos tan claras y transparentes.

Y así como está este ingreso medio básico del mundo masculino, ese más recurrente, también está la posibilidad de que esos hombres puedan establecer otro tipo de lazos entre ellos y con su entorno. Así como en “Ladrilleros” aparecía la posibilidad de un personaje muy cis heterosexual como el Pájaro Tamai, abismado por ese amor repentino que lo atraviesa por otro varón, primero resistiéndose pero después entregándose pese a un contexto hostil a ese tipo de relaciones, en “No es un río” los isleros pueden ser muy violentos con los forasteros, pero también tienen una nobleza y una entrega hacia la naturaleza, el río, el monte. Son lugares de donde sacan, pero también entregan. Y ese matiz está en los personajes: pueden ser violentos, pero también pueden tener lugar para decir, como el César, que estaría dispuesto a criar las hijas de otro por amor a una mujer. Me gustaba trabajar distintas caras de lo mismo. No estoy inventando nada, muchas de las cosas de esos personajes las he visto en personas de carne y hueso.

- Y en ese sentido, otro gran protagonista de la novela es el río, que conocés muy bien por el lugar donde venís. Un río que habla y se expresa.

- S.A.: El vínculo con el río fue tardío porque yo me crié en un pueblo que se llama Villa Elisa, pero está medio al centro de la provincia, o sea que tenía la vivencia de los arroyos, pero no del río, no tan cerca para que fuera un paseo habitual. La relación más entrañable con el río empieza cuando me voy a vivir a Paraná. Después de terminar el colegio secundario me fui a estudiar y estuve diez años. Y ahí sí fue la conmoción de encontrarme con ese pedazo de río que es el Paraná, una monstruosidad, ahí empezó mi relación. Y es el paisaje que más añoro, es lo que echo de menos de vivir lejos. Más allá de que en Buenos Aires tenemos el Río de la Plata, pero no está incorporado a la ciudad como puede estarlo en Paraná.

- En esta novela el río es un territorio en disputa, el conflicto que se narra nace de ahí.

- S.A.: En la novela, particularmente, y en la experiencia real, el río es el cuerpo que viene a ser avasallado por estos hombres que no pertenecen ahí, o sea que vienen a saquear, a matar o a llevar por diversión. Y eso provoca el encono y el enfrentamiento. El agua, la naturaleza, como un cuerpo avasallado por el machismo, por el creer que está ahí te pertenece y puedo tomarlo porque está ahí.

También te puede interesar...