Salud

Estos son los riesgos de meterse el dedo en la nariz

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Meterse el dedo en la nariz puede llegar a causar lesiones e infecciones graves. Es un hábito especialmente frecuente en niños, pero también en adultos. En algunos casos constituye un comportamiento compulsivo que requiere tratamiento psiquiátrico.

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EL DIARIO digital

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Nadie reconoce que se mete el dedo en la nariz, pero todo el mundo sabe que se trata de un hábito muy extendido. Es más habitual en los niños, pero también lo practican muchos adultos. “El paciente no consulta de manera directa por introducirse el dedo en la nariz”, señala Christian Calvo, vocal de la Comisión de Otorrinolaringología pediátrica de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl-CCC). “Pero sí por otros motivos como sangrado nasal, sensación de sequedad, mala respiración, moco, etc. Al explorarlo vemos señales claras de que se introduce el dedo en la nariz. Con mucho tacto, le explicamos que debe evitar hacerlo y le ofrecemos alternativas”.

Hurgarse la nariz puede ocasionar diversos problemas. Lógicamente, las consecuencias dependerán de la frecuencia y la intensidad con la que se practique este hábito. La dermatóloga María José Tribó, directora de la Unidad de Psicodermatología del Hospital del Mar, de Barcelona, puntualiza que, "si bien hurgarse la nariz en general es una práctica común y en gran medida inofensiva en todo el mundo, existen complicaciones graves por hacerlo de forma crónica".

“El principal problema surge de las pequeñas heridas que podemos hacer con el dedo y las uñas”, explica Calvo. Estas heridas pueden infectarse tanto por los gérmenes que hay en las manos como los que se encuentran en la nariz. A partir de esa herida infectada pueden surgir muchas otras complicaciones, como absceso septal (infección bacteriana que forma un saco de pus en la pared que divide las fosas nasales), sangrado, perforación del tabique nasal y vestibulitis (infecciones bacterianas en la entrada de la nariz).

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Infecciones nasales bacterianas

Las infecciones bacterianas que tienen lugar en la entrada de la nariz (vestibulitis nasal) pueden provocar ampollas en la base de los pelos nasales (foliculitis) y a veces generan costras alrededor de las ventanas nasales, que sangran cuando se desprenden. El germen causante suele ser la bacteria Staphylococcus y entre las causas más habituales se encuentra la costumbre de hurgarse la nariz y la de sonarse los mocos de forma excesivamente intensa.

Calvo corrobora la relación entre vestibulitis y meterse el dedo en las fosas nasales: “Lo vemos muy claramente en los niños, ya que cuando vemos vestibulitis prácticamente siempre son niños que tienen la costumbre de hurgarse la nariz”, algo que confirman los padres. Los adultos, “por más que resulte evidente para el otorrino, no suelen confesar este hábito”.

Un estudio publicado hace unos años en Infection Control & Hospital Epidemiology comparó la presencia de Staphylococcus aureus (estafilococo dorado) en un grupo de personas que se metían el dedo en la nariz asiduamente y otro grupo de individuos que no tenían esa costumbre. Comprobaron que el hallazgo de la bacteria en la nariz era muy inferior en estos últimos. Aunque el reducido número de pacientes incluidos en este análisis y la metodología empleada no permiten establecer una relación causal, los investigadores que lo llevaron a cabo consideran muy probable que, al menos en un porcentaje significativo de los casos, el hábito de hurgarse la nariz sea el que está detrás de la presencia del microorganismo en la nariz. De ahí que consideren que abandonar el hábito podría constituir una estrategia para descolonizar S. aureus de la nariz.

El estafilococo dorado es una bacteria muy común que está presente en la piel y las mucosas de una proporción elevada de la población. Generalmente no ocasiona ningún problema a los portadores, pero tiene la capacidad de causar infecciones graves, especialmente en las personas más vulnerables, como aquellas que padecen patologías crónicas como diabetes o enfermedades pulmonares, están en diálisis o se han sometido a una intervención quirúrgica.

Para complicar aún más el panorama, existen versiones de la bacteria que son resistentes a múltiples antibióticos, denominadas S. aureus resistente a meticilina (SARM), que están aumentando y suponen un mayor peligro. Afortunadamente, aunque las tasas de colonización nasal por S. Aureus son elevadas, parece que la presencia en la nariz de las cepas resistentes a antibióticos se mantiene baja. Así lo demostró un estudio en población pediátrica española publicado en 2020 en la revista Pediatría Atención Primaria.

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Rinotilexomanía: del hábito al comportamiento compulsivo

No conviene menospreciar el riesgo que representan las infecciones nasales bacterianas, pero lo cierto es que meterse el dedo en la nariz de vez en cuando no es un comportamiento de alto riesgo. Ahora bien, una cosa es hurgarse la nariz en alguna ocasión, o incluso a menudo, y otra muy diferente es hacerlo de forma compulsiva. Lo primero es un hábito, mientras que lo segundo es una conducta patológica, que recibe el nombre de rinotilexomanía.

Calvo explica que podría equipararse “a otras compulsiones, como morderse las uñas o rascarse”. Se aborda del mismo modo: “Inicialmente, se tratan las heridas e infecciones que se puedan haber producido” y se dan consejos al paciente para que vaya abandonando ese proceder. La mayoría de quienes tienen esta compulsión consiguen “disminuir un poco el hábito utilizando sustitutos (pomadas nasales, lavados..)”. Pero en casos extremos “puede requerir tratamiento psiquiátrico”, aunque el otorrino señala que no es lo habitual.

Por lo tanto, aunque por definición la rinotilexomanía es un problema psiquiátrico, existen diferentes niveles de gravedad. En los casos más complicados, la introducción constante y obsesiva del dedo en la nariz ocasiona lesiones nasales considerables. Por otra parte, en ocasiones este comportamiento excesivo puede ser una manifestación de enfermedades mentales como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, tal y como revelaron los autores de un estudio publicado en 2021 en Acta Otorrinolaringológica Española.

Tribó añade que con frecuencia "existe una asociación entre la rinotilexomanía y el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH)". Y, aunque no existan otras enfermedades mentales vinculadas, "puede ocasionar problemas que interfieren con la interacción social, el funcionamiento diario o las funciones físicas del individuo".

Tratamiento del hábito compulsivo

La experta en psicodermatología considera que, además de aconsejar al afectado sobre la importancia de abandonar el comportamiento compulsivo, se le debe informar sobre la necesidad de un "corte de uñas regular con suficiente higiene de manos para reducir el riesgo de laceraciones intranasales y su consecuente infección". Asimismo, se le puede recomendar "utilizar en casa guantes de algodón" para frenar el hábito.

Por último, estima "imprescindible formar al paciente en terapia cognitivo-conductual y de inversión del hábito".

¿Es sano comerse los mocos?

¿Todo son desventajas o la manipulación nasal y sus conductas derivadas pueden asociarse también a algo positivo? Hace unos años, los medios de comunicación se hicieron eco de las declaraciones de un médico austriaco que aseguraba que la mucofagia (comerse los mocos) es saludable. Calvo matiza que, en realidad, “todos tenemos mucofagia”, ya que “el moco que tenemos en la nariz vamos a acabar tragándolo sin darnos cuenta”. La explicación es sencilla: la piel de la nariz tiene unos pelos microscópicos que van empujando el moco poco a poco hacia la garganta.

Se ha propuesto como hipótesis que al comerse los mocos -voluntaria o involuntariamente- se ingieren también gérmenes que pueden ayudar a estimular el sistema inmunitario. “Esto se basa en la teoría de la higiene, que dice a grandes rasgos que hoy en día tenemos un entorno demasiado limpio y nuestro sistema inmunitario no tiene contra qué luchar”, expone el especialista. Por lo tanto, “debemos aportarle algún desafío extra”, que en este caso serían los microorganismos que incorporan los mocos.

Sin embargo, se trata de una mera especulación, puesto que, como afirma Calvo, “no existen hasta el momento estudios que comparen a aquellos que comen o no sus mocos para ver si tienen o no más infecciones”.

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