Opinion

Un escenario confuso con mensajes apocalípticos

La crisis económica y política es una foto y también una película; requiere de una dirigencia a la altura de las circunstancias que contrarreste conductas más propias de buitres.

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EL DIARIO digital

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La situación económica del país, que desde ya trae coletazos firmes e inevitables en la provincia, es una de las más dificultosas que se recuerden desde los días que hicieron de contexto al "que se vayan todos": una diversidad de variables tiene como consecuencia el actual estado de inestabilidad e incertidumbre.

Los impactos concretos más fuertes ocurren sobre la población más vulnerable, que en comparación con lo que ocurrió hace 20 años tiene una red de contención social que antes no existía, y que posiblemente contribuye a que no se generen estallidos más violentos.

Ninguno de los factores, haciendo análisis básicos desde la mayor honestidad intelectual posible, puede ser desechado en el diagnóstico, pero la dirigencia política ha hecho últimamente demostraciones de no estar a la altura de una circunstancia que necesita dejar de lado el festival de egos personales e incluso las disputas sectoriales.

Aunque enorme proporción de la crisis deriva de lo que el gobierno anterior hizo y dejó sin hacer, los representantes de ese espacio político neoliberal apostrofan dando consejos y distribuyendo mensajes apocalípticos.

Sin embargo, son principales responsables de un endeudamiento feroz, además como corolario de un proceso de empobrecimiento de la población, desindustrialización mayúscula, fuga de capitales, achicamiento del poder adquisitivo, e inflación galopante.

Aunque en ese mismo proceso hubo empresarios conectados y amigos del poder -incluyendo especialmente a funcionarios macristas y familias- que hicieron pingües negocios.

Ese cachetazo a la calidad de vida de la mayoría de argentinos y argentinas -y pampeanos y pampeanas- fue sucedido por una pandemia que volvió a golpear entre las personas más necesitadas y ahora por la guerra que en Ucrania conmueve al mundo y genera impactos negativamente extraordinarios en las economías internacionales.

Así como es preciso ver esa película, también es necesario no perder de vista las fotos: la gestión actual, a contramano de sus compromisos y mientras en su seno se discute ferozmente cuál es el verdadero proyecto a implementar, no supo dar respuesta a los principales problemas.

Esa falta de soluciones, sumada a un estilo presidencial cargado de dudas e idas y vueltas, propicia además un desánimo social, entre la bronca y la tristeza, que vuelve más dificultosa cualquier tarea que requiera de alguna esperanza colectiva.

Las peleas a la luz del día y la falta de armonía de la coalición de gobierno generan más ruidos y confusiones, no solo a nivel del mundillo político o mediático, sino también en la ciudadanía. El insólito modo que el exministro Martín Guzmán implementó en su renuncia y otros papelones oficiales del fin de semana completaron un panorama lamentable.

De todos modos -como resistencia ante los mensajes aterradores que hasta parecen desear lo peor- corresponde dar pelea desde lo político y desde lo económico, fijando prioridades y teniendo en el radar que las autoridades electas por el pueblo son antes que nada representantes del pueblo y no gerencias del Fondo Monetario Internacional.

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