Opinion

Alianza estatal-cooperativa vs. negocio venenoso de las corporaciones

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La CPE y la Municipalidad se sentaron a la misma mesa para dar un paso que pone en agenda la disputa con los oligopolios de la alimentación. El gobierno nacional le abrió la puerta a la comercialización del trigo transgénico: preocupación particular para La Pampa.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

El acuerdo que en la semana que se fue anunciaron la Cooperativa Popular de Electricidad y la Municipalidad de Santa Rosa es posiblemente poco más que una formalidad, pero a la vez es un trámite de alto contenido simbólico y que podría ser el primer paso (o un paso más) para que la ciudad se organice para protegerse de los oligopolios de la alimentación.

El convenio que rubricaron el intendente Luciano di Nápoli y el presidente del Consejo de Administración de la entidad solidaria Alfredo Carrascal permite el uso en comodato de lo que fue la planta láctea con el fin de que funcione allí el Mercado Concentrador de Alimentos de la capital provincial.

Formulado así, el acuerdo es una suerte de extensión de la situación actual, puesto que la comuna ha puesto a andar en ese lugar el Mercado Municipal que tiene actividad los sábados, y que ha representado un alivio para el bolsillo de los vecinos y vecinas que encuentran el tiempo para hacer allí sus compras.

No es ningún secreto que la Municipalidad y la CPE son dos instituciones que han tenido notables vaivenes en sus vínculos políticos durante las últimas décadas, pero a la vez son patas fundamentales para el crecimiento, el progreso y el desarrollo de una ciudad, y esencialmente de su población.

La energía en un mismo sentido, la mirada conjunta de diversos proyectos y el trabajo en alianza rendirá a santarroseños y santarroseñas mejores frutos que los enfrentamientos que en alguna ocasión ocuparon los primeros planos de la relación entre el poder dirigencial local y la fuerza del movimiento cooperativo, obviamente no exenta de posicionamientos e intereses políticos.

Pero además de esa mirada general, el asunto particular que en esta ocasión sienta en la misma mesa a conductores de ambas partes es también una cuestión neurálgica a futuro: protegerse de los oligopolios que en la Argentina manejan a su antojo el precio de los alimentos no es ya una buena idea sino una imperiosa necesidad, a partir de la enorme incidencia que esas empresas tienen sobre la calidad de vida de los habitantes.

Un mercado concentrador de alimentos no hará magia, ni tampoco otras formas de asociativismo crecerán de un día para el otro, ni se extenderá la agroecología de manera repentina, pero todas esas patas comunitarias, con la incentivación de apuestas estatales que ya han dado algunos pasos, bien podrían generar un polo que empiece concientizar respecto de otros modos de alimentarse y de comercializar esos alimentos.

La problemática es compleja y no abarca solo dimensiones éticas, sino fundamentalmente económicas: por eso mismo debe abordarse no desde la candidez sino desde un pragmatismo que implica conocer que el capitalismo pondrá mil trabas a esas alianzas y posibles funcionamientos autónomos de las grandes corporaciones.

Lo mismo ocurrió varias veces en la historia, que por definición involucra avances y retrocesos, es decir enormes obstáculos e injusticias sociales pero también cada tanto alguna victoria popular.

…y una de arena…

6B

En la semana que se fue hubo un ejemplo exactamente en contrario, que derrama sobre todo desde el nivel nacional pero que tiene impacto e incidencia también en nuestra provincia, puesto que ya ha sido una de las que puso a andar el nuevo experimento: se habilitó la comercialización del trigo transgénico HB4, pese a cuestionamientos severos de expertos, organizaciones e incluso autoridades judiciales.

Ese engendro es una idea de las corporaciones, obviamente para hacer negocios, promocionando un cereal que supuestamente es resistente a la sequía, y dejando en segundo plano los negativos efectos que implicará el producto, incluso en la contaminación del trigo convencional.

Ese producto llegará a la comida cotidiana por medio del pan, los fideos y otros derivados de la harina de consumo popular, y sin embargo es una problemática poco instalada en los medios dominantes, que no ocupa la agenda pública y que posiblemente no está en absoluto en el radar de la mayoría de la población.

Sin embargo, se trata de un asunto de veras importante, vinculado con asuntos cotidianos, con la calidad de vida, con la alimentación y el futuro de la salud.

En el caso de Santa Rosa, hubo una movilización el fin de semana, con la idea de empezar a instalar una discusión, desde ya que en condiciones desventajosas respecto de quienes tienen el poder económico y de la mayoría de los recursos, además en asociación con los medios masivos.

En este caso el gobierno nacional fue permeable a los deseos de grandes corporaciones, que muchas veces parecen órdenes: el Ministerio de Agricultura autorizó la comercialización por parte de la empresa Bioceres, que cotiza en la Bolsa de Nueva York y que tiene entre sus accionistas a Gusatavo Grobocopatel y Hugo Sigman.

En La Pampa, a poco de asumir, la ministra de la Producción Fernanda González no había mostrado una resistencia muy fuerte ante el avance del trigo transgénico y más bien analizó la problemática como una novedad a la que era imposible ponerle freno.

De hecho, el Grupo Matzkin promovió el producto con una charla en su campo "La Guitarra" e incluso con el aval de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa.

Al menos en las últimas horas, y a partir del nuevo escenario, el subsecretario de Ambiente de la Provincia, Fabián Titarelli, manifestó su preocupación por el empleo de glufosinato -que es un componente activo más fuerte que el glifosato- y por las dudas que se generan respecto de cuáles serán las áreas donde se va a implementar ese trigo.

Advirtió en ese sentido que la Ley de Bosques de la provincia tendrá que respetarse. Y redondeó con una frase que sirve de básica guía en este momento: "Habrá que estar atentos".

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