La Pampa

La escuelita de la memoria

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En Paso de los Algarrobos había una escuela. En la dictadura secuestraron a la maestra y la demolieron. En los puestos no la olvidan. Cuarenta años después, una maestra recorre los campos parar curar una herida, las personas que quedaron sin alfabetizar.

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EL DIARIO digital

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"Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia, todo está clavado en la memoria, espina de la vida y de la historia" (León Gieco)

(Enviados especiales: Gustavo Silvestre y Adrián Pascual)

La Escuela de Paso de los Algarrobos no existe. No quedó piedra sobre piedra. Solo un montón de ladrillos desparramados en el piso. Los restos de lo que fue un sótano. Casi nada. Una ruina perdida en el desierto.

Pasaron más de cuatro décadas desde que los militares ordenaron su demolición. Sin embargo, "la escuelita" está más presente que nunca. Quedó guardada en la memoria, "espina de la vida y de la historia", como reza León Gieco en su canción, rescatada del olvido por la gente del lugar.

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“Cuando empezamos a ir para el oeste, nos hablaban de la escuelita, nos decían que teníamos que llegar hasta la escuelita, como si estuviera el edificio, para después doblar y rumbear para tal puesto. Y cuando llegamos ahí, no había nada, aire y cielo. Fue impresionante, muy shockeante”, cuenta Belkis Martín, una trabajadora audiovisual que desde hace unos meses transita esos confines del oeste pampeano, en las tareas de preproducción de una película que proyectan filmar.

La palabra que la nombra

En la materia, la escuela ya no está. Pero en la palabra de las familias de los puestos, sigue presente. En el puesto La Rondana, a 5 kilómetros del sitio, el dueño, Silvestre “Tolo” Pinedo, rememora que alcanzó a ir a la escuela un par de años, cuando era chico, y aún estaba en pie. Los Pinedo son 12 hermanos y todos fueron a esa escuela.

“Que lástima la escuelita. Ahí aprendí a leer y hacer las cuentas. Poco fui. Después mi padre me mandaba a cuidar las chivas", comenta.

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Había maestra, y todo lo demás. También había una comisaría. Todo tiraron, no dejaron nada. Nadie reclamó nada. Seguramente que no había forma, no sé yo", evoca Pinedo.

Y la describe como "una escuela grandísima, tenía aula, depósito, sótano, había siempre 30 o 40 chicos, por ahí menos, dependía de cada año, algunos mermaba, otros entraba otra tanda". Después por ahí menos. Cada año, por ahí mermaba, otro año entraba otra tanda".

Entre los puesteros de Paso de los Algarrobos nadie olvidó "la escuelita". Pero la experiencia es diferente, según quien la cuente. En los puestos conviven personas mayores, que fueron a esa escuela, que aprendieron al menos a leer y a escribir, a sacar cuentas, con algunos de sus hijos, de una generación más temprana, que, todo una paradoja, en la actualidad son analfabetos y tienen que firmar los trámites y documentos con el pulgar de la mano.

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El derecho a estudiar

La dictadura, la represión, demolió la escuela. Pero no pudo borrarla de la memoria, de la conciencia de un derecho. Así, entre las familias de los puestos, si bien los más jóvenes hablan de la "escuelita" en tiempo presente, hacen la primaria y la secundaria en los pueblos -varias tienen doble residencia- y algunos se animan a soñar con seguir con estudios superiores.

Por ejemplo, el hijo de Orlando Rosas y María Coria, Mario, vive en la casita del Algarrobo del águila, y allí va al colegio secundario. Sus padres están en el puesto "San Cayetano" y cuentan con orgullo que es un alumno excelente. él quiere ser abogado. Aunque hace poco también un tío lo interesó en la posibilidad de estudiar una ingeniería petrolera, una tentación por la posibilidad del empleo en el área petrolera de 25 de Mayo.

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Orlando es una de las personas de la zona que quedó sin saber leer ni escribir. Tiene 47 años y creció en el puesto. Cuando era chico, la escuela, que le quedaba a un paso, ya había sido demolida. Hizo algún grado inicial en la escuela hogar de árbol Solo, pero se olvidó de lo que aprendió. Y hoy es una de las personas que quiere alfabetizarse.

Su mujer, María, tiene 56 años y la primaria completa. Es solidaria, quiere un futuro mejor para los suyos y los vecinos, y tiene iniciativa. Durante la semana se queda en Santa Isabel, porque este año empezó los estudios secundarios en el nocturno de la localidad. Ella también sueña con seguir estudiando: quiere ser asistente social.

Nacida en San Luis, enviudó muy joven, y cuando conoció a Orlando, se enamoraron y se fue a vivir al puesto con él. Desde allí es una activa participante de la cooperativa de productores que se conformó hace unos años con productores de la zona.

Hace tres años, desde la Subsecretaría de Economía Social llegó la información de que había personas analfabetas en los puestos y el ministerio de Educación diseñó una experiencia para tratar de cubrir el derecho a la educación que consagran las leyes. La investigadora de la UNLPam, Leticia García, cuenta que en un radio no mayor a 20 kilómetros de la antigua escuela se registraron 5 personas en la misma situación, con edades de entre 35 y 50 años.

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En el año 2019 se inició el proyecto para intentar alfabetizar. Pero vino la pandemia de coronavirus. Y la comunicación se hacía vía telefónica porque la escritura de mensajes era un impedimento, sumado a la dificultad de disponer de señal. María Coria fue quien se encargó de repartir las tareas, puesto por puesto, con su camioneta, mientras pudo.

Avanzado el año 2020, se logró la visita de una maestra que comenzó las clases de alfabetización con esa matrícula de cinco personas.

En octubre del año 2021 reiniciaron las visitas a los puestos desde Educación, con las dificultades de la época de parición de las chivas, cuando no pueden dejar de antenderlas, y la necesidad de adaptar visitas a las rutinas. Este año 2022 la experiencia continúa: comenzaron el nuevo ciclo lectivo con la visita -semanal o quincenal- de la maestra alfabetizadora.

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La escuelita perdida

Hasta 1979, en Paso de los Algarrobos, funcionó la Escuela Albergue 286, con alrededor de 30 estudiantes, una maestra, un portero, una directora y una cocinera. Desde hace 43 años solo quedan ruinas. Un grupo de tareas de la Subzona 14 secuestró a la maestra Zulema Arizo, una mujer de 30 años, embarazada de 6 meses, la madrugada del 23 de mayo de 1978.

La directora Lidia Fiorucci –hermana del comisario represor Roberto Fiorucci- la había denunciado porque reclamó comidas y agua y porque recibía visitas de su novio. Ese operativo fue encabezado por el represor Hugo Marenchino, condenado en los juicios a los represores pampeanos.

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Al poco tiempo, el edificio fue demolido, como si así se borrase el delito de lesa humanidad cometido, y hasta 2010 sus ruinas permanecieron oficialmente olvidadas. También derrumbaron una construcción donde funcionaba una comisaría. Sobre la traza del camino, todavía se ven los cimientos. "Hay un caldén grande, que está ahí nomás, que la gente dice que era donde ataban a los presos cuando los castigaban", cuenta Orlando Rosas.

La maestra secuestrada, Zulema Arizo, viajó desde Rosario, donde vive, para declarar en 2010 en el primer juicio de la Subzona 14. Acompañada por su hijo, que la miraba desde la primera fila, contó el calvario del que fue víctima durante tres meses de secuestro y torturas, plazo después del cual fue liberada sin ningún cargo.

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El 24 de marzo de ese año se levantó un mástil en las ruinas de la escuelita, con una placa y una bandera que flamea con el viento que nunca falta.

“No sé si lo mío fue la causa de todo esto, yo elegí este lugar donde milagrosamente se unen el cielo y La Pampa, quise que este lugar sea un pedacito de mi vida donde compartir con mi hijo", recordó Arizo, el día que volvió a izar la bandera en ese paraje.

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"Hoy vuelvo acá, quiero llenar mis pupilas de este paisaje maravilloso y ojalá que este vacío no sea nada más que un mal recuerdo, ya sea otra cosa”, completó Arizo en el acto.

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La demolición de la escuela no fue el único ataque de la dictadura a los valores de la educación pública. Antes del golpe aún, la represión ilegal tomó como blanco la experiencia de la UTN de General Pico, una experiencia de universidad obrera que también se frustró, como el Centro de Estudios Regionales de la UNLPam. Además, el operativo más grande de la época oscura se desencadenó sobre los profesores del colegio secundario de Jacinto Arauz.

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