La Pampa

Editorial: Afrontar una deuda pendiente y el reino de lo "anti"

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Anuncios positivos para Santa Rosa: cooperativa de recicladores y política pública de separación de residuos. La campaña política contaminada en La Pampa por discursos del rencor y rencillas personales.

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EL DIARIO digital

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Una de cal...

En un mismo acto, la Municipalidad de Santa Rosa hizo dos anuncios que completaron una semana de ciertas satisfacciones y alegrías en la capital pampeana: se conformó definitivamente la cooperativa de recicladores "El Brote" y hay decidida voluntad política de retomar la separación de residuos en la ciudad.

Los anticipos del intendente Luciano di Nápoli, en un acto en el que además hubo presencia de trabajadores y organizaciones sociales que le aportaron más volumen político, representan el reconocimiento de que Santa Rosa tiene una cuenta pendiente en el área, del mismo modo que mirando al futuro demuestran en principio la inquietud de la gestión por la problemática ambiental (asunto fundamental de la época).

Las decisiones, que si bien están dando sus primeros pasos tendrán concreción inmediata, abren la puerta a la necesidad de que los propios vecinos y vecinas se comprometan a un accionar colectivo que redunde en un mejoramiento de la calidad de vida de quienes habitan la ciudad.

La gestión local retoma así uno de los recordados pasos adelante que dio Santa Rosa, pero que sin explicaciones coherentes se interrumpió y se dejó de lado: fue la administración de Francisco Torroba la que, con respaldo de la comunidad, enfocó esa necesidad, que quedó en la nada a partir de la decisión de su sucesor Luis Larrañaga.

Implementar ahora esa separación dependerá como siempre de la eficiencia comunal para que su proyecto se vuelva práctica, pero tan importante como eso será la capacidad da convencer a la ciudadanía de que elija ese mismo rumbo, y de que las autoridades están haciendo lo que tienen que hacer.

Aunque parezca una cuestión menor, esa decisión política, esa voluntad, esa militancia de la concientización, resultan en estos casos -cuando se trata de una iniciativa que solo funciona si hay un convencimiento colectivo- tan o más importante que la propia disposición de los recursos para llevar a cabo la política pública.

Para ello será necesario también que pasados los cortocircuitos preelectorales se pueda restablecer una más saludable convivencia democrática en el cuerpo legislativo: la oposición política puede aportar ideas y miradas si elige un vínculo más positivo y no poner palos en la rueda como en las últimas semanas, del mismo modo que el oficialismo puede aprender las bondades de un intento de consensuar.

Desde el inicio de la gestión, y durante la pandemia, ese vínculo entre oficialismo y oposición se gestó dentro de la racionalidad y con altas dosis de madurez, más allá de ciertos chisporroteos o algunas chicanas que nunca faltan, pero la presión de la campaña, y la imitación de las conductas que proliferan en los medios porteños -y que desembarcaron en el pago chico- exacerbó los ánimos de modo innecesario.

El desempeño contra la Fiesta Nacional del Teatro quizá le haya valido a la oposición una enseñanza respecto de que hay límites hasta para poner obstáculos: ese encuentro de la cultura, que disparó alegría, actividad económica, vínculo social después de largos meses de oscuridad y distanciamiento, resultó un golazo para quienes habitan Santa Rosa.

...y una de arena...

6 arena

Esa contaminación de una forma de hacer política, que transgrede algunas tradiciones pampeanas, también trastoca los objetivos de la actividad política, que se supone destinada a reformar las sociedades y encontrar soluciones que tiendan al bien común.

La etapa proselitista que ingresa esta semana en su última cuenta regresiva seguramente será rehén de los estilos que ya se perciben desde hace días, y que implican tomar los modos y los tonos que derraman desde las pantallas porteñas, donde el despliegue de odio y resentimiento tiene alto rating.

Eso se suma a vicios que son tradicionales en el oficialismo pampeano: la práctica asistencialista que consiste en atender necesidades reales de la población pero en época preelectoral y esperando votos como modo de contraprestación.

La oposición política, manejada desde oficinas de la ciudad de Buenos Aires, ha encontrado la esencia de su campaña en vociferar los palos en la rueda que está dispuesta a poner: su autopresenta como una máquina de impedir y obstaculizar y lejos de elaborar propuestas o proyectos, lo mejor que tiene para ofrecer -según su propio discurso- es decirle no a Cristina, no al peronismo, no al gobierno nacional.

La desesperada búsqueda de que el oficialismo no tenga quórum en el Senado, objetivo madre de la campaña macrista, es el mejor ejemplo de esa postura, de la que también fue paradigma el discurso a la pasada que hizo Patricia Bullrich en la Plaza San Martín de Santa Rosa.

Lejos de cualquier autocrítica respecto de su diletante trayectoria (de montonera a presidenta del PRO pasando por diversas banderías) o de las políticas que representó (el recorte salarial a jubilados y trabajadores, el espionaje político también en nuestra provincia), Bullrich se dedicó a describir con desprecio a sus rivales políticos, a los que más bien considera enemigos.

Lució además una remera que manoteó el slogan de una campaña interna del peronismo en 2015, otra conducta que va contramano de ciertas tradiciones de la política pampeana, y que hasta deben haber llenado de pudor al radical Daniel Kroneberger -un viejo dirigente político de la democracia- quien prefirió lucir su clásica camisa y no ese merchandaising del rencor.

La circunstancia que también sacude al Frente de Todos va por el mismo camino: sectores ultras que están jugando más en favor de intereses personales o sectoriales, quizá sin tener demasiado en cuenta las consecuencias que ese extremo tironeo de la cuerda puede tener en la población e incluso en las instituciones locales.

La elección realmente pone en juego al menos dos modelos diferentes, representados por las coaliciones mayoritarias, y la victoria de uno u otro proyecto tendrá consecuencias diversas, sobre todo para los sectores productivos y trabajadores o menos favorecidos.

Frente a esa circunstancia, es una irresponsabilidad mayúscula que haya dirigentes que jueguen a otra cosa, aprovechando que pase lo que pase en el pueblo pertenecen a un sector social privilegiado que siempre -como dijo alguna vez Carlos Verna, aunque habría que ver si ahora piensa lo mismo- tienen palenque donde rascarse.

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