La Pampa

Respaldo federal y la "invasión" tóxica porteña

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En plena batalla electoral, La Pampa recibió el respaldo de la provincia de San Luis en una de sus luchas por los recursos hídricos; a la vez, el repentino interés de Buenos Aires por lo que ocurre en nuestro territorio contamina la campaña, exacerba los discursos y carga de virulencia las discusiones.

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EL DIARIO digital

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Una de cal...

El respaldo que el Gobierno puntano le dio a La Pampa en su demanda para que se conforme un comité de cuenca con poder de decisión en torno al río Desaguadero representa por un lado un apoyo institucional de valor, pero sobre todo un aval a la lucha que nuestra provincia viene dando en distintos ámbitos por la defensa de sus recursos hídricos.

Quienes más saben sobre el asunto han dicho que la posición formal de San Luis será de gran valía en el momento en que tenga que resolverse judicialmente, y a la vez se abre una más real expectativa para que otras jurisdicciones también fijen posición similar: en ese sentido, lo que más se aguarda es algún respaldo más de la provincia de Buenos Aires y de Río Negro, del mismo modo que se descarta de plano la simpatía de Mendoza o San Juan.

La lucha se enmarca en otras que viene dando La Pampa desde hace años, primero con el Estado mirando de reojo, después involucrado a fondo: los reclamos por el robo del Atuel y las actuales advertencias respecto del mismo destino que algunos proyectos anuncian para el Colorado son pasos fundamentales en un posicionamiento que para la provincia representa un nuevo estilo respecto de otras épocas en que se relativizó la situación.

Aunque se trata de un tema aparte, una de las esperanzas es que estas alianzas y batallas, extendidas, repetidas y desarrolladas en distintos lugares, puedan derivar en alguna incidencia sobre las decisiones finales que se tomen respecto de Portezuelo del Viento, esa obra que Mendoza pretende construir contra toda evidencia de que es inviable desde diversos aspectos, pero esencialmente desde lo ambiental.

Aun en campaña electoral, ese tema parece sortear la llamada grieta que en otros puntos se ha exacerbado y parece haberse vuelto inevitable: la sociedad pampeana en general -con participación activa del Estado, pero firme convicción de organizaciones, profesionales, personas de a pie, partidos políticos opositores, medios de comunicación- cobró conciencia en los últimos años de la necesidad de pelear por esos derechos.

Eso no inhabilita que durante años también esa problemática haya resultado sometida a vaivenes y pujas de intereses, con mayores insistencias y algunas distracciones intencionales, y con mayores o menores responsabilidades en las decisiones que se tomaron o se dejaron de tomar.

Pero en esta instancia, la provincia encuentra frente a estas temáticas una posición muy cercana a la unanimidad, además con una alta masa crítica respecto de la cuestión y con una convicción que atraviesa fronteras geográficas y generacionales a la hora de hacer oír los reclamos.

Más aun: el respaldo puntano parece también ser consecuencia de eso que se volvió una nueva cultura pampeana en defensa de los recursos hídricos, y que se traslada a diversos ámbitos institucionales nacionales, pero también a distintos territorios mediante muy diversas plataformas, desde el accionar político y las declaraciones dirigenciales hasta las redes sociales y los trabajos escolares.

…y una de arena…

lanacione

La mirada del establishment porteño se ha puesto especialmente sobre La Pampa, como nunca antes, y algunos de sus protagonistas parecen estar descubriendo nuestra provincia, con el daño que eso significa.

La elección legislativa del 14 de noviembre ha movilizado a sectores que antes no tenían a La Pampa ni en su radar, pero que ahora la consideran como el territorio donde se juega el destino de lo que llaman "democracia republicana", porque ansían que el resultado electoral le permita a la oposición bloquear el quórum en el Senado y por lo tanto paralizar las acciones de gobierno que toquen sus intereses.

Eso ha derivado en una exacerbación del discurso opositor y en un cambio de estilo de la habitual actividad proselitista que solo el tiempo podrá decir si es un buen negocio para Juntos por el Cambio.

La alianza de la derecha liberal eligió como espaldarazos para su campaña la visita de dirigentes "de la tele", que tienen más rating que votos, como Miguel Pichetto, Lilita Carrió o Mario Negri, que poco se sabe que hayan estado preocupados por la suerte pampeana antes de que fuera la época proselitista.

Con similares objetivos e intenciones, en las próximas semanas arribará Patricia Bullrich, quien quizá tenga las referencias pampeanas más interesantes, a partir de los informes del espía Alan Ruiz.

También es notable el modo en que los socios mediáticos del macrismo se han involucrado en la campaña, al punto de considerar "noticias" de tirada nacional situaciones que en nuestro territorio son habituales y en todo caso parte de un folclore político no necesariamente saludable, pero frente al cual las corporaciones y el establishment solo quieren arriar agua para su molino, lejos de pretender un poco más de dignidad o decoro institucional.

La operación de prensa para cuestionar la intervención estatal en el pago de algunos servicios de sectores vulnerables, a quienes se sometió a hacer desprolijas colas esperando los recursos necesarios, ignoró adrede que acciones similares se hicieron durante toda la pandemia (que castigó durísimo los bolsillos de las personas que menos tienen) y también pasó por alto que el empresariado, el comercio y las patronales rurales también recibieron subsidios en distintas formas para afrontar un tiempo extraordinario.

Incluso la dirigencia más tradicional ha caído en ese guion que se elabora en despachos porteños: Daniel Kroneberger, que ha fatigado campañas electorales, nunca había sido llevado -ni siquiera en el fragor de batallas más importantes- a la formulación de acusaciones de tipo delictivo, como la que le hicieron grabar en un spot en el que dice que "nos robaron hasta la tranquilidad".

Más allá de las fuerzas partidarias y las personas, la "invasión" porteña de la campaña local no trae consigo comportamientos deseables, sino que más bien carga de tóxico y virulencia la discusión que podría ser más madura y racional: peor sería que a tono con ese estilo centralista -y como ya ha ocurrido- vengan después las manos alzadas en el Congreso Nacional.

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