La Pampa

Mitos, incomprensión y miedos en el aislamiento de los menonitas

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Entre noviembre y diciembre del año pasado, en pleno brote de contagios de coronavirus, a un grupo de habitantes de la Colonia Menonita se les impuso el trasladado al Albergue de Guatraché. Desorientación, angustia y barrera cultural. Reclamo de biblias y máquinas de coser. Dos profesionales contaron la experiencia de lidiar con esa barrera cultural.

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EL DIARIO digital

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De un día para el otro, sin aviso, una fuerza extraña, inentendible, los sacó de su mundo y los trasladó a un espacio sin tiempo ni historia. La pandemia del coronavirus arrancó a un grupo de personas de la colonia menonita y las depositó en un albergue municipal, aislados, fuera de su vida cotidiana, de sus costumbres. Nadie les preguntó si quierían o les dio opción.

Miedos, mitos, desinformación y preocupación. Con ese panorama se encontraron dos profesionales, una trabajadora social y un sicólogo, que llegaron a Guatraché el año pasado y se quedaron durante los dos meses que duró el aislamiento con el objetivo de que las personas afectadas atravesaran la experiencia de la forma más saludable posible.

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La trabajadora social Sabrina Bisterfeld y el sicólogo Pablo Chaves relataron la experiencia de su tarea con un grupo menonita aislado en Guatraché, con el título "Todo abordaje en salud es intercultural", en el "Anuario 2020 de Salud Mental y Adicciones" recientemente publicado por la secretaría de ese área.

En noviembre del año pasado, en esa localidad del sur pampeano se registró un brote de contagios por Covid que afectó principalmente a los pobladores de la Colonia Menonita “La Nueva esperanza”. Ambos profesionales fueron convocados para diagamar estrategias de abordaje centradas en el traslado forozso de personas desde sus hogares al albergue municipal, preparado para pacientes con covid positivo que por razones de control o seguimiento -imposibilidad edilicia en sus hogares- debían estar próximos al hospital local.

"Si él se va, nos vamos todos"

En su relato testimonial, Bisterfeld y Chavez contaron que presumían que eltrasado podía tener "cualidades disruptivas" en los grupos, no solo por el cambio de lugar sino por el impacto sobre su organización cultural y simbólica. Decidieron hacer dos visitas diarias, a la mañana y a la tarde, y fueron presentados por los médicos encargados de los controles.

Primero se entrevistaron con el lider -se encontraba aislado también- para respetar la organización social de la comunidad y para que les facilite la llegada al grupo. "Era quién los contenía emocionalmente y llevaba tranquilidad", notaron. El lider les contó que en el grupo había mucho miedo, preocupación. "Pudimos percibir varias lagunas en la comprensión de la situación", contaron.

Los profesionales convocaron la médico para que le aclare las dudas en forma individual al lider, momento en el cual le informaron que al día siguiente él podía regresar a su casa.

En form posterior, se entrevistaron con el grupo. Allí detectaron la falta de información que tenían respecto a los tiempos de aislamiento, el lugar donde lo harían y las razones. Junto al director del hospital, Díaz, intentaron responder las preguntas.

El lider hizo de intérprete, porque el lenguaje propio de la comunicación diaria es el “Platdeutsch”, o alemán bajo (dialecto alemán – holandés). El lider comunicó que al día siguiente era posible que regrese a la colonia, noticia que generó agitación: "Si él se va, nos vamos todos”, “Mi casa, mi casa”, “¿cuándo nos vamos a casa?”.

"Apoyados por el médico, pudimos transmitir con mayor claridad y detalle las pautas estipuladas para la permanencia o el regreso", contaron la trabajadora social y el sicólogo.

De la preocupación a la esperanza

Los profesionales decidieron trabajar para recuperar la comunicación con sus redes afectivas. Realizaron entonces contactos telefónicos y videollamadas con familiares que se encontraban internados en el hospital local -con la ayuda del equipo de salud de guardia- y, en otros casos, con amigos o personas de confianza.

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"Esto llevó mucho alivio a la angustia y la desorientación que referían por no tener el contacto directo que acostumbran", contaron los dos profesionales. Y confiaron que "no contar con dispositivos electrónicos, reloj, ni diarios, ni ningún elemento que les permita situarse en tiempo y espacio, algo tan fundamental en momentos de aislamiento, sumado a encontrarse fuera de su cotidianeidad (hogares, rutina, rituales, trabajo), eran todas cosas que abonaban aquella desorientación".

Ante el pedido, el municipio les suministró pilas para el reloj, diarios, revistas, almanaque y un teléfono celular. Pusieron a disposición las líneas gratuitas de atención provincial (132 - 136) a través de un papel colocado en una pizarra, del cual ellos mismos redactaron una copia en “platdeutsch” para acceso de todos. Además, garantizaron elementos de acuerdo a lo demandado que no se habían tenido en cuenta previamente, por ejemplo: toallas femeninas.

Bisterfeld y Chavez relataron que en las visitas intentaron generar un clima grupal, con conversaciones acerca de sus historias de vida y de sus costumbres. "A medida que pasaban los encuentros aumentaba la confianza y mejoraba el humor, contrastando con la preocupación y la falta de motivación inicial", indicaron.

La confianza, que creció con el correr de los encuentros, derivó, por ejemplo, en el pedido de un hombre de "ver al psicólogo, tengo muchas cosas que hablar", que dervió en el inicio de un tratamiento de salud que la persona prolongó aún después del aislamiento.

"Poco a poco, se asumió un retorno inmediato para todos, que se evidenció en una participación para la construcción de una cotidianeidad grupal saludable. Hasta la finalización del aislamiento y el retorno a sus hogares, pudimos sobrellevar la situación, pasando de los primeros días de pasividad y desmotivación, a momentos compartidos de esperanza e intercambio", evaluaron.

Barreras culturales

Como balance de la experiencia, la trabajadora social y el psicólogo mencionaron que el idioma y el monopolio de la palabra por parte de los hombgres, fueron barreras con las que debieron "lidiar creativamente". La posibilidad de que algunos hicieran de "intérpretes" ayudó.

Por otra parte, reconocieron que haber sumido que ciertos saberes eran compartidos, fue una equivocación que generó inicialmente algunas confusiones, sobre todo en el uso y mantenimiento de ciertos alimentos y también con respecto a medidas de cuidado como el uso del barbijo y distancia de seguridad.

Los dos profesionales debieron acostumbrarse a usar el EPP (Equipo de Protección Personal), que al principio sintieron "como algo extraño, generador de distancia con el otro, interfiriendo en el contacto, la mirada, el rostro", aunque "con el paso de los días pudimos reinventar las formas de vínculo y experimentar su uso como algo habitual".

"También fue un obstáculo hasta los últimos días la brecha cultural que separaba ciertas actividades, gustos e intereses, lo cual nos dificultaba conversaciones fluidas. Esto nos mantenía atentos y activos constantemente intentando interiorizarnos en sus motivaciones, sin forzar un punto de encuentro sino de un intercambio entre multiplicidades, no se trataba de eliminar las diferencias, sino de construir en torno a ellas", confiaron.

Una reflexión sobre las prácticas

Como balance de la experiencia del aislamiento impuesto al grupo de menonitas, que relacionaron incluso con situaciones como el exilio o el desarraigo, situaciones intempestivas para las que no estaban preparados, ambos profesionales plantearon una serie de recomendaciones con eje en "la interculturalidad como enfoque necesario" en las prácticas de salud.

"Todo acto de producción de salud implica el encuentro entre culturas y saberes, entre usuarios, profesionales y sus subjetividades, por lo que debemos asumir una mirada diferente sobre la ética actual, la cual permita reconoer al Otro en su distintividad, y no como la extensión del uno o su complemento por contrario puede producirse en cualquier circunstancia y, cuando sucede, demanda que el trabajador de la salud dialogue, intercambie, se adapte, reinvente su quehacer", reflexionaron.

"El traslado de menonitas hacia el albergue municipal para su aislamiento por Covid, tuvo un impacto negativo debido a que en dicha transición se produjo un corte abrupto con las prácticas comunitarias y culturales, rituales, costumbres y redes vinculares, que sirven de apoyatura identitaria. Esto trajo consigo sentimientos de desorientación, extrañeza, soledad y angustia", señalaron.

Frente a este diagnóstico, para ayudarlos a procesar ese "duelo" inevitable del aislamiento, tuvieron que recomendar al médico a cargo que "era mucho más eficaz y tranquilizador responder preguntas concretas y aclarar dudas específicas, articulándolas al marco cultural de comprensión, que ofrecer información general y despersonalizada".

También sugirieron tener en cuenta tres cuestiones previas a cualquier traslado: aclarar los pasos que se llevarán adelante desde el inicio del traslado; propiciar que las persona puedan llevar elementos personales que faciliten sostener el aislamiento; permitir que la persona pueda organizar su partida al aislamiento en lo relacionado a la familia y la vivienda.

La colonia menonita

Cabe recordar que la colonia menonita “La Nueva esperanza”, se encuentra ubicada a 35 km de la localidad de Guatraché. Los inicios de esta datan entre el año 1985/1987, momento en el cual las primeras familias que arriban desde México y Bolivia adquieren y se establecen en 10.000 has de la Estancia Remecó. Los menonitas constituyen la más antigua de las iglesias evangélicas, surgiendo en 1527 como “ala radical” de la reforma protestante.

Desde aquellos años de su establecimiento hasta la actualidad, viven en comunidad cerrada, donde solo habitan familias de colonos. La colonia se encuentra divida en 9 campos, cada uno de los cuales tiene como autoridad un “jefe de campo”. Cuentan, a su vez, con un obispo (jefe máximo) y ministros -como ‘asesoría’ del obispo-, todas autoridades que son elegidas por los hombres a través del voto directo.

El relato de Bisterfeld y Chaves meciona que la vida laboral (industria metalúrgica, carpintería y actividades agrícola-ganaderas) es ‘de sol a sol’, de lues a sábados, dedicando los domingos a la religión, concurriendo a la Iglesia por la mañana, y el descanso en familia. Dedican entre 10 y 12 horas diarias al trabajo. Sienten y creen que su misión en la vida es trabajar y honrar a Dios.

Con respecto a la educación, los niños y niñas con curren solo a la escuela primaria, desde los seis a los doce años, donde aprenden a leer y escribir, las cua-tro operaciones, sistema métrico decimal, y religión.

La enseñanza es impartida por un maestro menonita que fue formado dentro de la comunidad por transmisión oral, ya que no existen institutos de nivel superior. Cuando egresan de la escuela primaria, los varones van con sus padres a aprender un oficio y las niñas con su madre, la cual les enseñará las tareas de la casa, además de coser, confeccionar prendas, y cocinar. Algunas niñas aprenden a pintar y dar terminación a muebles en la carpintería paterna.

Cultural o religiosamente, no se encuentran impedidos de recibir tratamientos, vacunas y/o controles, por lo que la atención médica general, los controles de embarazo y partos se realizan en el hospital de Guatraché. Tanto la familia, como el trabajo y la religión son los pilares en sus vidas, los cuales rigen sus hábitos, principios, costumbres y estilo de vida

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