La Pampa

Avanzan la vacunación y los discursos confrontativos

La caída de los contagios y las muertes y el avance del plan de vacunación sostienen la confianza de los actores de Salud y de la población en general. Pero a la vez el clima preelectoral agita discursos confrontativos que a veces ni siquiera tienen respeto por los tiempos de tristeza y de dolor.

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EL DIARIO digital

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Una de cal...

una de cal

El incesante avance del Plan de Vacunación en la provincia representa un espaldarazo en el ánimo de la población en el contexto de un tiempo más bien oscuro, donde especialmente en algunos sectores hay que trabajar para conseguir luces de optimismo y paciencia hasta que lleguen mejores tiempos.

En ese sentido, la llegada de las vacunas a distintos espacios geográficos y generacionales representa un alivio y cierta tranquilidad para quienes cuentan al menos con ese grado de seguridad respecto de los contagios y sobre todo de los efectos que pueda generar el coronavirus.

Esa sensación, que ahora tiende a naturalizarse, estaba sin embargo poco menos que descartada hace algún tiempo, cuando los discursos agoreros vociferados por sectores que incluso ponían a las propias vacunas bajo sospecha advertían además respecto de que la gestión de la pandemia era tan mala que esas herramientas ni siquiera estarían a disposición de la población.

La llegada masiva de ese plan, el comportamiento ejemplar de la Salud Pública -muy especialmente en La Pampa, que tiene en ese ámbito una historia de lucha e identidad propia- modificaron incluso el aspecto cultural: sectores que renegaban de la propia vacunación terminan mostrando ansias por recibir esa inoculación.

Una encuesta divulgada en los últimos días muestra con alguna orientación científica lo que se percibe en el simple contacto cotidiano con la calle y los habitantes de nuestra provincia: hay en ese sentido un reconocimiento a lo actuado por los gobiernos, y especialmente por quienes trabajan en el sector de Salud.

Así y todo, y eso también se demuestra en cifras, los cuidados para que la pandemia no se extienda no han terminado ni deben relajarse, mucho menos en esta época y con un ojo mirando hacia delante, puesto que las diversas variantes del virus acechan en todas partes del mundo y lo lógico sería que prontamente se instalen en nuestro país y entonces será inevitable que lleguen a La Pampa.

Hay una contradicción que convive de modo permanente con la comunidad y las autoridades: la necesidad de que funcionen todas las actividades económicas, porque es lo que permite andar la rueda del consumo y la supervivencia, choca con otra necesidad, que es la de limitar la circulación y los contactos para evitar que los casos sigan incrementándose.

Aunque en las últimas semanas hubo en La Pampa un claro alivio, medido en los contagios, en la ocupación de camas y en los fallecimientos, la realidad es que mientras sigan detectándose más de 200 casos por día el sistema de Salud no tendrá descanso y en algún momento volverá a correr riesgo de colapso, según admiten y alertan las propias autoridades del sector.

El necesario equilibrio entre los cuidados sociales y el funcionamiento de las actividades económicas no está escrito en ningún manual, y de ahí que ese tire y afloje sea permanente: el regreso de las clases presenciales, el funcionamiento de los gimnasios, la vuelta del cine y de algunos espectáculos artísticos reaparecieron en las últimas semanas, de a poco pero al mismo ritmo en que se exacerban los reclamos de los sectores afectados.

La expectativa es que esos nuevos movimientos sociales, sumados a las clandestinidades nunca imparables ni detectables en su totalidad, no vuelvan a subir la curva de contagios, porque esas tendencias, además de lo que puede medirse estadísticamente, también influyen de modo negativo en los ánimos de quienes están peleando en la trinchera contra el virus.

En ese marco, la fuerte reaparición de un clima preelectoral es posible que reviva los peores momentos del cruce de argumentaciones políticas.

...y una de arena...

una de arena

No puede negarse que nutridos y representativos sectores de la oposición han hecho campaña política aprovechándose de los peores efectos de la pandemia.

Ni las muertes masivas achicaron algunos ímpetus convencidos de que lo más importante de la humanidad es decir que el Gobierno hace mal las cosas y que por lo tanto sus representantes deben ser eyectados de los cargos.

Si se puede, mediante elecciones, pero si no por medio de juicios políticos, campañas mediáticas o de última con el método que fuera, según supo admitir Eduardo Duhalde ("voy a intentar por todos los medios que este gobierno no pueda seguir gobernando").

A tono con los dichos del expresidente Mauricio Macri, quien consideró en sus relajadas declaraciones de estos tiempos que lo mejor que le podría pasar a la democracia es funcionar "a botón", como Netflix o Spotify.

Esos liderazgos nacionales, que en realidad son porteños, aun desfasados y sosteniendo posturas desvariadas derraman con sus discursos e ideas al resto del país y contagian hasta lograr una repetición acrítica de esos planteos, valiéndose desde ya de la sociedad con las corporaciones mediáticas representativas del establishment.

Es tragicómico y sin embargo previsible que algunas de esas peroratas, que parecen germinadas en nichos muy apartados de la realidad de los pueblos y las comunidades, terminarán escuchándose en La Pampa a partir de ese funcionamiento sincronizado.

Esta semana, sin ir más lejos, aparecieron en boca de la oposición dos de las palabras mágicas agitadas por sus jefes de campaña, es decir los dominantes medios de comunicación: las pruebas "Aprender" y la vacuna "Pfizer" son incesantes caballitos de batalla de la campaña electoral.

La oposición también repitió esta semana el alucinado discurso de que estaría en peligro la democracia si el oficialismo obtiene más bancas legislativas: la extraviada tesis es que esa circunstancia derivaría hacia un modelo "a la Venezuela", dice la oposición en el mismo momento en que saluda que Gerardo Morales acumule en Jujuy un poder inusitado, no solo por la extendida representación política sino por la nunca negada connivencia con el Poder Judicial de su provincia.

Una base fundamental de la convivencia política debiera ser el respeto al voto popular, asunto clave que a la derecha le cuesta muchísimo no solo en la Argentina, sino en toda la región, donde prefiere patalear denunciando fraudes imaginarios o acudiendo a organismos internacionales que le den la razón que no le da el pueblo.

Es probable que la campaña política, además en un marco de enorme polarización de planteos que encuentran pocos puntos en común, exacerbe esas posturas que tienden a los extremos: sería penoso que en el campamento opositor triunfe esa orientación obstruccionista, porque además provoca casi en espejo una conducta también insana en el oficialismo, que es la incapacidad de reconocer sus errores, su tendencia a cerrar puertas y potenciar fanatismos.

Los enfrentamientos políticos son incluso saludables y parte del juego democrático, también es innegable que hoy los dos grandes frentes representan posturas ideológicas que efectivamente generan una grieta -hasta lógica- entre la derecha y la izquierda, pero es una lastimosa exageración que ese escenario derive incluso en un aprovechamiento de la pandemia o el deseo de que las cosas se pongan peor para sacar rédito electoral.

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