La Pampa

"Se creían dueños de nuestras vidas y nuestros cuerpos"

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Este miércoles brindó testimonio Raquel Barabaschi en el juicio de la Subzona 14. En segundo turno, declaran Rafael Guardia y Pinky Pumilla, tamibén víctimas y querellantes.

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EL DIARIO digital

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"Se creían dueños de nuestras vidas y nuestros cuerpos. Se ensañaron doblemente, se encarnizaron con las mujeres", dijo este miércoles Raquel Barabaschi, durante su declaración ante el tribunal que lleva adelante el tercer juicio de la Subzona 14.

Este miércoles declaran tres víctimas -también lo hacen Juan Carlos Pumilla y Rafael Guardia-, querellantes en los juicios. Los tres forman parte de las voces que construyen memoria, verdad y buscan incansablemente la justicia por los crímenes de lesa humanidad.

Barabaschi era una estudiante de la UTN de Pico, fue secuestrada y torturada tres veces. Pumilla fue detenido y perseguido por su actividad periodística e ideas políticas. Es uno de los fundadores del Movimiento Pampeano por los Derechos Humanos. Rafael Guardia era achero en Rancul, con ideas de izquierda. También fue secuestrado y torturado por la patota de la Subzona 14.

Valor "histórico"

En primer lugar, Barabaschi rescató el valor "histórico" del juicio más allá de lo jurídico. "Podemos escribir libros, pero nunca tendrán la contundencia de declarar ante un tribunal", valoró.

Recordó entonces que tenía 19 años, era parte de la primera promoción del secundario de Winifreda y se fue a estudiar ingeniería en construcción a la UTN de Pico. "Mi sueño era volver con un título universitario, hubiera sido la primera en la familia", evocó.

Dijo que se integró al grupo de trabajo de la facultad, que realizaba tareas para la comunidad, como planos para el municipio o sillas y mesas para los jardines, y participaba del centro de estudiantes. "La premisa era devolverle lo que nos daban como estudiantes", contó.

subzona 14 raquel barabaschi

"Con la muerte de Perón, cambian al ministro de Educación, lo ponen a Ivanisevich, que era un retrógrado, hasta que a fines del 74 aparece un personaje, Carlos Aragonés, que quiere que la facultad se ponga bajo la órbita de su sector de la política partidaria, y nosotros trabajábamos en una construcción colectiva y cada uno tenía sus ideas políticas", indicó.

"Nos empezaron a combatir, y propiciaron una intervención con matones de Rodolfo Ponce desde Bahía Blanca. Entonces hicimos una toma pacífica porque no tenían ninguna orden. Pasaron 15 días hasta que finalmente el 20 de enero del ''''75 irrumpieron a la 1 de la mañana y se produjo un desalojo", detalló.

Barabaschi aseguró que el entonces gobernador José Aquiles, cuando le plantearon que eran 40 personas pacíficas, le dijo "proceda" al comisario que estuvo al frente del operativo. "De eso doy fe, yo estaba ahí", aseguró.

Luego indicó que Aragonés y las 62 Organizaciones iniciaron una campaña por el diario La Reforma atacándolos por "zurdos" y "trapos rojos". "Operaban como la triple A", dijo. La mayoría fueron detenidos en enero y diciembre del 75. Y con el golpe del 24 de marzo, también. Barabaschi lamentó que no prosperara la denuncia que realizó en la década del ''''80 contra ese sindicalista.

Barabaschi recordó que en la causa por la primera toma salieron libres de culpa y cargo, con la defensa de Ciro Ongaro. Pero los docentes fueron echados, el rector Carlos Agaya detenido "y paseado por todos los penales del país" y los estudiantes fueron perseguidos. "Había personas con armas largas en los pasillos, Aragonés puso a su patota como no docentes, cerraron el comedor y el centro de estudiantes. Iniciamos una resistencia por fuera de la facultad, sacamos un volante para explicar lo que había pasado", rememoró.

"Construyeron un enemigo interno, nos pusieron el rótulo de trapo rojo y comenzamos a ser peligrosos para la sociedad", dijo.

En diciembre del ''''75 una patota de soldados y policías la secuestró junto a su compañera Rosalín Gancedo en la pensión de General Pico. "Una locura, nos preguntaban por las armas y a que organización guerrillera pertenecíamos", dijo. En ese operativo estuvo Baraldini.

A la mañana la trasladaron en un patrullero por calle de tierra a Santa Rosa. La alojaron en la Primera aunque al principio se lo negaron a su familia. "Reinhart me tomó declaración a cara descubierta en la planta baja", contó. Luego la metieron en una celda. En otra ocasión le tomaron declaración en la planta alta donde "estaba Fiorucci, Cenizo, Reinhart". "No hubo apremios, esa estadía mía al lado de lo que pasó después, fue como unas vacaciones", ironizó.

Recuperó la libertad, volvió a la facultad, rindió "Realidad Nacional", el último examen que pudo hacer. Pero la noche del 24 de marzo del ''''76, el día del golpe, otra patota la volvió a secuestrar. Al día siguiente la llevaron -con otras detenidas- a la Primera de Santa Rosa.

"A la noche empezamos a escuchar gritos desgarradores de la planta alta. Casi no dormíamos", recordó. También vio a Santiago Covella, Ricardo Calvo y Roberto Gil, arrastrados y ensangrentados después de las sesiones de tortura.

Una noche la llevaron vendada y esposada a la planta alta. "Me metieron en la sala de torturas, me pegaron una trompada en el estómago que me tiró arriba de un sofá. Me empezaron a interrogar, a insultar, a los gritos. Me desvistieron y me tiraron arriba de una mesa, con una luz que colgaba de arriba, empezaron a manosearme, me bajan el pantalón, estaba aterrada, fue una situación extremadamente traumática, se reían y tenían olor a alcohol, fue totalmente desagradable. Alguien les gritó a esta no se la cojan porque es tortillera... sinceramente, ni sabía el significado de esa expresión. Esa expresión homofóbica me salvó de que me violaran", describió.

Mencionó que contó los abusos en el primer juicio por primera vez aunque estaban sus hijos entre el público. "Vergüenza tendrían que tener ellos de haberme hecho lo que me hicieron. Se creían dueños de nuestras vidas y nuestros cuerpos. Se ensañaron doblemente con nosotras, las mujeres", justificó.

Luego la picanearon en la boca, en el costado del ojo, las esposas, en el estómago y los pechos. "Para mí fue un interrogatorio eterno", dijo. "Luego Reinhart me quita la venda, enciende un cigarrillo y con todo el cinismo me lo pone en la boca. Lo vi a Baraldini en la puerta", añadió.

La devolvieron a la celda y le dijeron a la celadora que no le den agua por 24 horas. En las celdas también el peronista Ivalor Roma le mostró el cuerpo con las heridas de la tortura. La volvieron a sacar tres veces más a la planta alta para someterlas a torturas. Mencionó que estuvieron Fiorucci, Yorio, Marenchino, Cenizo y Reinhart.

También menciono que la revisó el médico Máximo Pérez Oneto, pero le dijo "primero se mandan las macanas y después no se las aguantan".

El exilio "interior"

Dijo que finalmente un día Baraldini las recibió en una oficina junto a Stella Maris Barrios y les dio la libertad vigilada, que no podían volver a la facultad ni al trabajo, la mandaron con arresto domiciliario al campo, porque "no éramos mujeres, éramos irrecuperables". Cuando llegó a Winifreda, recordó, hubo personas que "se cruzaban de vereda" cuando la cruzaban.

"Le mostré a mi madre cómo tenía el estómago y lo único que quería era bañarme con jabón para sacarme de encima todo ese horror", confió.

Luego vivió "un exilio interior" en el campo de sus padres, que no era su sitio porque ella desde los 4 años había vivido en el pueblo con su abuela. "Como no soportaba más el encierro, en el 77 me fui a Santa Rosa, y mi hermana hizo una exposición para que la libertad vigilada fuera en su casa", rememoró. A los pocos días de la vuelta de la democracia, se casó y se fue a vivir a Pico.

En otro tramo de su declaración, Barabaschi repudió que los represores se reciclaron y fueron protegidos por el poder político, ya que fueron ascendidos durante el gobierno de Rubén Marín y el represor Oscar Yorio fue secretario de la Cámara de Comercio local durante años o el represor Hugo Marenchino puntero de Carlos Verna en Castex. Mientras tanto, ella tenía que callar su historia para poder conseguir trabajo.

En el ''''84 declaró en el sumario policial que se abrió por la represión ilegal. Y luego siguió luchando por la justicia, en un camino que atravesó el juicio a las juntas, el punto final y la obediencia debida, y los indultos. En enero de 2003 realizó una testimonial en Comodoro Py, donde el juez Raul Rafecas inició la causa derivó finalmente en el primer juicio a los represores pampeanos, en 2010.

"Todas fueron abusadas"

"Combatimos la premisa de que La Pampa había sido una isla y no había pasado nada. La gente tenía internalizado que éramos subversivos, que algo habíamos hecho. Sirvió para dar por tierra con todo esto y empezar a sanar. Cada víctima que testimonió se sacó una mochila", explicó. Y puso ejemplos: "Una compañera me dijo que luego de la sentencia fue la primera vez que pudo dormir sin tomar una pastilla. Y otra que por primera vez dormía con la luz apagada. Eso fueron los triunfos que tuvimos por haber tenido justicia".

En cambio, lamentó que su compañera Stella Maris Barrio, que ya falleció, no pueda estar presente en el actual juicio, en el cual se ventila violación que ella contó por primera vez como testigo en el primer juicio de 2010.

"Todas (las detenidas) fueron abusadas de alguna forma u otra, síquica o físicamente. Hoy podemos decirlo, antes era impensado", rescató Barabaschi. "La vida de todas cambió radicalmente. Tardaron años en tener una pareja, no tuvieron hijos. Pero esto de contar o no contar, es muy personal, cada una manejará sus tiempos y su vida como puede, pero más allá de toda esta persecución a las mujeres y el desprecio que tenían por nosotras, nos decían que por qué estudiábamos carreras de varones como ingeniería, que no éramos mujeres y éramos irrecuperables y demás", prosiguió.

"Quizás -concedió- hayan ocurrido otras cosas, pero las respeto y cada una la maneja como puede".

"Yo sé lo que me costó y que tengo al lado un compañero invalorable que me apoyó para que lo pudiera hacer", remarcó.

"Valió la pena"

Finalmente, hizo un balance de su lucha y dijo que perdió vivencias junto a sus hijos por recorrer juzgados y archivos "porque pedir justicia y el nunca más está instalado en la agenda pública, en las escuelas, en las calles, hay chicos que hacen tesis para finalizar sus carreras y entonces sé que valió la pena".

"No pudieron doblegarnos, seguimos de pie, juntamos nuestros pedazos, y acá estamos luchando. Triunfaron nuestra militancia y los principios. Tenemos la tranquilidad de espíritu de poder estar declarando y ellos se escudan en la decrepitud para no hacer frente a auna responsabilidad que les cabe".

"Verlo a Baraldini caminar en la habitación y valerse por si mismo y después ponerse en modito inválido para no escucharnos. Esa es la valentía que tienen. Nosotros estamos enteros, nunca buscamos la venganza. Los únicos subversivos fueron ellos que vinieron a atacar el orden en que vivíamos, tranquilos, trabajando para la comunidad", comparó.

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