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El peor momento de la pandemia: lucha y desaliento

Mientras se multiplican contagios y muertes, hay respuestas diametralmente opuestas: el personal de Salud que pone el hombro, la solidaridad y la empatía; sectores sociales, económicos y políticos que apuestan al oportunismo, a defenderse a sí mismos y a sacar provecho de la triste situación.

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EL DIARIO digital

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una de cal

Una de cal...

En el marco de un panorama extremadamente dificultoso, donde encontrar buenas noticias se hace cuesta arriba, la sensata suspensión de las clases presenciales acompañando a otra serie de medidas restrictivas apareció en la provincia como un forzado alivio para la comunidad educativa.

La resolución del gobernador Sergio Ziliotto demoró un par de semanas en que se agitó especialmente el debate entre los gremios representantes del sector docente y las cifras que el Ministerio de Educación presentó como garantía de que "la escuela no contagia", que fue la frase que el jefe del Ejecutivo eligió el día en que le puso un corte a la situación.

Independientemente de esa discusión, la cuestión de fondo era (es) otra y apareció bien sintetizada en un informe que elaboraron científicos y científicas de distintas áreas, la mayoría pertenecientes al CONICET, en el que establecen sin lugar a medias tintas que la suspensión de las clases presenciales aminora claramente el riesgo de contagios.

La puesta en marcha de los nuevos mecanismos, más las certezas que puedan establecerse sobre cuál es la capacidad real de conectividad de los sectores más vulnerados, ayudará a determinar la continuidad o no de ese mecanismo, pero de lo que hay certeza es de que la paralización de una serie de movimientos que se daban en torno a las clases redundará de manera beneficiosa cuando se analicen las curvas de contagios.

Las medidas dispuestas en general por el oficialismo contaron con el visto bueno de una importante proporción de la comunidad y de representantes organizados de los sectores involucrados (afectados, perjudicados) que en un nuevo gesto grandeza y pensando en la pertenencia colectiva más que en su propio beneficio comprendieron la necesidad de "parar la pelota", como se popularizó esta fase de la cuarentena.

Desde ya que hay, como en todos los casos, grises y excepciones: no todo es blanco o negro y aun cuando el Estado provincial haya demostrado presencia e ideado y concretado algunas herramientas económicas y financieras que funcionan como paliativo, para algunos sectores productivos el parate es un castigo más de una serie que parece interminable de problemas y sufrimientos.

Frente a esa situación, y en el que es en nuestra provincia el peor momento desde el inicio de la pandemia, una de las pocas esperanzas que quedan a la vista es que el plan de vacunación avance a un ritmo que permita en un par de meses tener vacunado al grueso de la población, y sobre todo a quienes están en los grupos de riesgo.

una de arena

…y una de arena…

Esa referencia al sistema de Salud, que incluye en esta particular coyuntura tanto al público como al privado, abarca especialmente este momento de emergencia total, al borde del colapso y en uso de metodologías que hasta desde lo laboral tienden al estallido.

Hasta hace un mes, o incluso menos, una situación de emergencia semejante solo cabía en los pensamientos más pesimistas: la provincia debe agradecer a trabajadores y trabajadoras de la Salud, y a toda la historia e identidad de pertenencia a la Salud Pública que viene con ellos y ellas.

El modo en que ese sector especialmente ha puesto el hombro, y lo sigue haciendo incluso sin saber cómo será y hasta cuándo, es una de las razones por las cuales lo que es de por sí un drama no tiene la magnitud que podría haber tenido si no fuera que La Pampa afincó ese sistema de Salud Pública hace décadas, aun con carencias, limitaciones y avanzadas políticas que pretendían acercarlo a la privatización de ciertos servicios.

Las cifras de la pandemia en las últimas semanas han sido conmovedoras: el número de contagios se duplicó, prácticamente, de una semana a la otra; las terapias intensivas quedaron sin lugar, los aislamientos se masificaron (ese trámite repercute de modo directo en el personal sanitario, que también tiene que ocuparse de esas situaciones) y los fallecimientos no dejaron de crecer.

Además del impacto de las estadísticas, esa realidad provoca un golpe sicológico y social, muy especialmente en las personas que están involucradas de manera directa, y mucho más aún cuando perciben que otros actores sociales toman con absoluto desdén las implicancias de los cuidados o la falta de ellos.

Las movilizaciones que privilegian egos personales o sectoriales suenan aún más mezquinas y miserables en esta hora, y parecen despreocuparse absolutamente por la sociedad a la que pertenecen y por quienes más arriesgan y se esfuerzan en la circunstancia actual.

Así como algunos representantes de gimnasios salieron a desafiar medidas restrictivas, la desfasada marcha de los "globos blancos" se inscribe en esos episodios que demuestran el individualismo llevado el extremo y la incapacidad de comprender lo que ocurre.

La figura del exgobernador de la dictadura (interventor, en realidad) Eduardo Freire como uno de los voceros y partícipes de esa movilización es apenas un dato anecdótico, pero que no deja de ser paradigmático respecto de cuál es la representación social y el oportunismo político de esa movida.

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