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“Iosi: el espía arrepentido”: las 5 razones por las que deberías ver esta serie

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La ficción se estrenó en Prime Video y recrea la historia real de José Pérez, conocido como Iosi, un agente que se infiltra en la comunidad judía argentina y vive la culpa de la traición luego de dos atentados brutales que dejaron más de 100 muertos. Con Gustavo Bassani y la uruguaya Natalia Oreiro.

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EL DIARIO digital

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En 2015 se publicó el libro Iosi, el espía arrepentido, escrito por Miriam Lewin y Horacio Lutzky, que contaba la historia de un hombre: José Pérez, quien se infiltraba en la comunidad judía de Argentina como espía. Los servicios secretos, convencido de teorías conspirativas antisemitas, comenzaron un seguimiento que duró años.

La serie Iosi, el espía arrepentido, disponible en Prime Video, toma como punto de partida esa historia y recrea el camino de este hombre que de a poco fue ganándose la confianza de todos los miembros de la comunidad y obtuvo información que podría haber sido utilizada en los peores atentados terroristas que hubo en América Latina. A lo largo de los ocho episodios que dura la ficción codirigida por Daniel Burman (El abrazo partido) y Sebastián Borensztein, el espectador ingresa en este mundo de mentiras de Iosi, pero luego también en su búsqueda de redención. Es una serie dinámica, profunda, con grandes actuaciones, con mucha intriga y con estremecedores vínculos con los hechos reales.

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Te proponemos algunas claves sobre por qué Iosi, el espía arrepentido, es una serie que no deberías pasar por alto.

El antisemitismo

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La serie presenta en toda su crudeza muchos personajes que hacen del odio y la discriminación una forma de vida, quizá uno de los elementos que más golpea en la conciencia del espectador.

Vemos el antisemitismo en sus expresiones más violentas en los ataques coordinados que realizan extremistas como un excompañero de Iosi, el agente Luis Garrido (un siempre correcto Marco Antonio Caponi, Herederos de una venganza), y también de otras maneras más solapadas, pero no por ello menos peligrosas: la jefa del protagonista, Claudia (Natalia Oreiro, Las Rojas), está segura de que existe una conspiración internacional para robar la Patagonia y fundar un segundo estado de Israel. “Mi personaje me causó mucho rechazo: es una mujer antisemita, convencida de esa causa por la que vive. Terminaba de decir una línea y me ponía a llorar”, comentó Oreiro.

Los personajes

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La serie presenta diversos roles en las distintas etapas en que se desarrolla la historia, ya que viaja en el tiempo entre el momento previo al ataque a la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992, que dejó 29 muertos y más de 240 heridos, y en 2007. La paleta de personajes es variopinta y muy acertada. Daniel Kuzniecka (Cenizas del paraíso) como Aarón, ese hombre que trabaja en las sombras y es el primero que sospecha acerca del origen de Iosi, es uno de los personajes mejor logrados que sostiene esa oscuridad a lo largo de los episodios.

Alejandro Awada (Historia de un clan) como Saúl Menajem, un hombre que construyó su propio imperio desde la nada y, a pesar de poseer una gran capacidad analítica, es engañado sin más por Iosi, al que considera casi su propio hijo. Minerva Casero (último primer día) le da a su papel de Dafne Menajem esa cuota de locura y esa necesidad de ser amada por alguien de verdad, pero como el coro griego no es escuchada. A ellos se suman con actuaciones muy bien logradas Carla Quevedo (Monzón, Ecos de un crimen) en el rol de Eli, Matías Mayer (Casi normales) como Víctor Kesselman y Damián Dreizik (Los olvidados) como Marcelo.

Tráfico de armas y atentado

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Iosi, el espía arrepentido, se mete de lleno en un tema que ocupó durante muchos años los titulares de los principales diarios de Argentina y de América Latina, como es el tráfico de armas. “Creo que de eso se trata también un poco esta serie: de poner un poco de luz a lo que sucedió y hablar también del tráfico de armas en el país”, reflexionaba Natalia Oreiro.

La serie no esquiva este tema y lo pone de manifiesto en los negocios entre Menajem, Aarón y el estado argentino, donde todos tenían sus huellas puestas en lo que respecta al tráfico de armas. Se menciona el vínculo de este negocio ilícito con otros países como Paraguay y también con otras comunidades.

La recreación de época

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Los finales de los ochenta y la llegada de Carlos Menem a la presidencia de Argentina cambiaron la imagen del país en el mundo. Con una democracia tambaleante luego de una las dictaduras más sangrientas del continente, el gobierno de Raúl Alfonsín sufrió los avatares y resabios de aquellos militares y paramilitares que aún ocupaban espacios de poder. En Iosi queda muy claro ese momento histórico, el rol de la juventud y la llegada de una nueva etapa de consumismo, despilfarro y denuncias de corrupción.

Esta pincelada de época, realista y real, permite que el espectador entienda cómo fueron esos años y por qué la trama de poder detrás del atentado contra la embajada y luego la voladura de la Asociación Mutual Israelita Argentina (que dejó 85 muertos y más de 300 heridos) fue tan densa que hasta el día de hoy esos crímenes permanecen impunes.

Gustavo Bassani: la fuerza del actor

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El personaje central de esta serie está interpretado por Gustavo Bassani, un actor que viene de participar en varias obras de teatro en Argentina y que asume tal vez el rol que marcará su carrera como un antes y un después. El joven actor era chico cuando sucedieron los atentados terroristas y recuerda poco, pero investigó a fondo para darle credibilidad a su José Pérez. “Leí mucha información desde los patriarcas hasta la fundación del Estado de Israel, aprendí sobre sus comidas, tomé clases de hebreo. Y me basé mucho en lo que le pasaba al personaje: sus demonios, su búsqueda de redención”, comentó.

Bassani encuentra el tono justo en cada una de las escenas que interpreta: desde ese antisemita del inicio a la transformación que atraviesa mientras se involucra como espía. Tal vez nos regale sus mejores momentos cuando lo vemos comer en la sinagoga con Marcelo: allí logra mostrar a este hombre en conflicto que no sabe cómo salir de esta dicotomía entre el deber y su deseo de convertirse en otro hombre.

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