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“Perdimos mucho antes de ser campeones”

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El entrenador del seleccionado nacional de sóftbol habló a un año del título en República Checa.

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EL DIARIO digital

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“No soy de prestarle mucha atención a una fecha especial. Para mí ya terminó, se cumplió el objetivo y se cerró una etapa. La cabeza está en otros objetivos”.

Julio Gamarci habla desde la pasión, que nunca pierde por estar y pertenecer a un mundo de apasionados, pero también desde la profesionalidad que forjó, talló y esculpió como un artista plástico desde que comenzó su relación de amor eterno con el sóftbol cuando agarraba lanzamientos detrás de una placa de goma.

Es abogado y además, el entrenador en jefe del seleccionado nacional de mayores de que un año atrás, en República Checa, tocó el cielo en ese trance a la gloria. “Con Meemu Mata es el tercer título que tenemos, dos en juveniles y este de mayores. Me acuerdo de todos, obvio, pero no las fechas exactas”.

¿Pero qué sensaciones lo vuelven a 365 días atrás a este paranaense, ahora en su casa y lejos del calor de República Checa? “Puedo decir que en lo personal sentí que la gente se adueñó de este triunfo. Y eso es una satisfacción muy grande” le confiesa a El Diario.

- Muchos terminaron de fanatizarse con el sóftbol, pero sobre todas las cosas, con un gran equipo.

- Nuestro deporte no es un deporte popular, salvo en contados países. La gente que es aficionada, fanática, tiene el denominador común que es la pasión de estar presente de alguna manera. Para mí pasó algo particular que se reafirmó con el título y fue lo que más satisfacción me dio y es que la gente se adueñó de ese triunfo y se sintió partícipe de lo que pasó. Lograr que el equipo tenga identidad en la gente, es una satisfacción muy grande para un entrenador. Diría una felicidad inconmensurable. Más allá del triunfo en sí, que es circunstancial, el hecho de que la nación softolística se haya identificado y haya hecho propio ese trofeo, me llena de felicidad. A donde sea que fuésemos, éramos reconocidos, y fue ahí donde sentí que es un título que ganamos todos.

- Es lo que es capaz de lograr un deporte de apasionados…

- Claro, porque el deporte profesional es distinto, está en otra dimensión.

- ¿Te parece que hubo un momento en dónde sintieron que podían ganar el título? ¿Tal vez en el partido con Nueva Zelanda cuando Bruno Motroni conectó el homerun para ganar el juego?

- A mi entender se dio en Italia, cuando iniciamos la gira previa al Mundial. Si bien los equipos con los que jugamos eran equipos en desarrollo, la actitud nuestra, el profesionalismo con el que los muchachos desarrollaron su tarea, me hizo suponer que podíamos. Todo ese proceso de competencia representó un cambio de mentalidad y no fue fácil mantenerse concentrados y enfocados tanto tiempo afuera de casa. Pero lo lograron. El equipo mantuvo una gran adultez. Durante el proceso de competencia, sobre todo cuando perdimos con Japón (8-4), el equipo fue adulto.

- ¿Qué le viste al equipo?

- Un estado de madurez muy grande, dentro y fuera de la cancha. Pero eso se alcanzó después de mucho trabajo y tiempo de estar juntos. En un equipo –y me incluyo como cuerpo técnico- todos tuvimos que aprender a perder y entender que perder podía ser parte de nuestro destino. Ante eso debíamos tener la tranquilidad suficiente para poder reponernos y ganar. Existe estrés y uno puede caer preso de las emociones y por ahí las emociones te nublan… La acumulación de años de trabajo, y aprender que en nuestro deporte se puede ganar o perder, disfrutar el aquí y ahora, tanto adentro como afuera de la cancha, es lo que para mí importa. Ganar o perder no iba a ser una tragedia. El deportista amateur proyecta a veces a en la derrota una situación negativa, pero eso no pasó en nuestro caso.

- Hubo, además, pequeños momentos de cada uno más allá de que el equipo funcionó como eso, un verdadero equipo.

- Sí. Tuvimos a Federico Eder con el double pay en la final, a Bruno Motroni con el homerun ante Nueva Zelanda, los increíbles partidos que lanzó Huemul, los batazos de Peker… En algún momento cada uno de ellos brilló. Y eso se logra cuando todos ponen la cabeza en el juego, nada te perturba en el exterior. Las jugadas de Maradona en el Mundial 86, Ginóbili en los Juegos Olímpicos o Messi en Barcelona, llegaron porque nada los perturbó alrededor. Esas genialidades fueron entrenadas. La gran diferencia está entre los que ganan y los que brillan, y los nuestros brillaron. Tuvieron la oportunidad de estar en el momento justo y en el lugar indicado. Muchos jugadores, del plantel de 17 años con el que comenzó el proceso, tuvo un rendimiento altísimo, entre uno 80 y 100 por ciento de sus posibilidades. Todo se dio por la abnegación que tuvieron al trabajo y por un denominador común: el tesón. El fracaso y la derrota nunca los amedrentó.

- Daba la sensación de que el título de mayores podía ser una consecuencia después del enorme trabajo que comenzaste en 2010 con la juvenil antes de llegar al primer campeonato en 2012 en Paraná.

- Es que en mayores tuvimos que perder mucho para llegar a ser campeones mundiales. Perdimos tres finales, fuimos terceros en los Panamericanos anteriores, octavos en un mundial, y seguimos y seguimos… Siempre tuvimos la misma energía para lograr lo que se nos venía negando. Tal vez antes no estábamos preparados para ganar.

- ¿Tuviste, como en el básquet, una Generación Dorada?

- No me gusta pensar en esos términos, como Generación Dorada. Me parece que estuvimos en presencia de un equipo que puede empezar a dejar un legado para ser tomado de generación en generación, de que sea cada vez más respetable el oficio de estar en el seleccionado nacional de sóftbol. La idea es que el que llega se ponga una camiseta y la devuelva mejor de que cuando la recibió, porque de esa manera nos garantizaremos tener competencia en los torneos posteriores. La consistencia en el rendimiento depende de la conducta de los jugadores. Si logramos que esta cultura que comenzamos a lograr a principios de 2010 en el juvenil que inauguró nuestro trabajo -y que aún continua-, sea aprehendida, podemos garantizarnos de que los que vengan prolonguen esa cultura. Ser jugador del equipo nacional de sóftbol debe implicar honor y responsabilidad.

"Un muchacho increíble"

Huemul Mata recibió la noticia que esperaba: tirar la final de un campeonato del mundo ante Japón. Y esa confianza es la que vio Julio Gamarci al darle la bola al lanzador santarroseño para escribir con letras grandes esta hermosa historia del sóftbol. Dice Julio: “Memu, es un muchacho increíble, muy especial, con mucho talento, que supo ir superando todos y cada uno de los obstáculos que le ha puesto la vida para poder lograr lo que logró”.

Ahí es cuando Gamarci habla de la contención. “Si bien ganó tres campeonatos mundiales, en muchos momentos su nivel no estuvo arriba, tuvo altos y bajos, pero lo que sí tuvo fue una familia increíble que lo contuvo y lo ayudó a tomar las mejores decisiones”.

El técnico cree que Huemul está apenas en el primer tercio de su carrera deportiva. “Esta historia transitó su primer tercio, el segundo será después de los 30, 31 años, y el tercero en el retiro… Me siento muy feliz por él y porque tomó dos grandes decisiones: venir a vivir a Paraná y jugar en Japón. Es un muchacho que a su edad encontró el proceso de autoconocimiento que lo ayudó a ser mejor”.

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