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¿La cobertura es un recurso forrajero?

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Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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La provincia de La Pampa está atravesando un contexto climático de escasas precipitaciones sumado al efecto de las heladas. Estos dos fenómenos en conjunto generan una disminución del crecimiento de los vegetales, a la vez que dificultan el pastoreo por el daño que produce la pezuña en un verdeo si la hacienda camina sobre el mismo mientras hay temperaturas gélidas. El modo de evitar esto es con el encierre nocturno de los animales.

En general para llevar adelante esta práctica de retirar los animales del pasto durante la noche se emplean ensenadas en las cuales se ofrece algún rollo o silaje autoconsumo. La otra alternativa es que se aproveche algún rastro de cultivos de verano (principalmente maíz).

Sin embargo, cuando se decide pastorear un lote agrícola empiezan algunas consideraciones para los esquemas de producción mixtos (agrícola y ganaderos). Estas consideraciones están relacionadas a:

1. Intensidad de pastoreo de rastrojo para controlar el nivel de decobertura (desaparición del rastrojo a causa de la herbivoría).

2. Pisoteo en el lote, sobre todo si ocurren precipitaciones por el efecto de amasado de suelo húmedo que tiene la "pata del animal".

En la columna de hoy vamos a centrar nuestro análisis en estos conceptos antes vertidos de modo de colaborar con el amigo productor a la hora de decidir qué lote pastorear, en qué condiciones y con qué intensidad.

La ausencia de precipitaciones combinada con las fuertes heladas hace que los campos "se achiquen" al no tener el debido rebrote y acumulación de materia seca en las praderas perennes o verdeos de invierno. Ante esta realidad el productor mixto tiene algunas opciones a su alcance.

Una de ellas es la suplementación estratégica, para lo cual debe disponer de la misma en su establecimiento o caso contrario salir a adquirirla. El inconveniente radica en que los valores de estos cereales hacen que sean una alternativa válida solo para algunas categorías, de lo contrario le conviene aliviar los campos, es decir vender hacienda. Esta última medida (vender animales), si bien parece lógica, es difícil de tomar en el actual contexto, ya que el bovino en pie viene incrementando su valor.

Es por ello por lo que los rastrojos de cosecha gruesa que no se han implantado con cultivos de invierno, ya sea por falta de humedad o por decisión empresaria, son una fuente de forraje de emergencia por demás valorada por el amigo productor. Pero como antes mencionamos, una vez que optamos por pastorear un rastrojo surge la disyuntiva respecto de hasta qué punto el detritus vegetal de cosecha es una fuente de fibra para el ganado y cuánto debe ser "ofrecido" al suelo para no afectar la sustentabilidad del sistema.

En esta misma columna hemos diferenciado lo que se conoce en edafología (estudio del suelo) como fertilidad física del suelo de lo que representa la fertilidad química del mismo. La primera está relacionada a la resistencia a la compactación, porosidad (intercambio gaseoso), captación y almacenaje de humedad, etc. Para mantener o mejorar la fertilidad física, debemos evitar la pérdida de materia orgánica del suelo, lo cual se logra con siembra directa y el aporte de grandes cantidades de rastrojo (carbono, que representa más o menos el 58% de la materia orgánica edáfica).

La fertilidad química hace referencia a la disponibilidad de nutrientes (nitrógeno, fósforo, azufre, etc.) para los cultivos y microorganismos del suelo. Salvo el nitrógeno, que se fija libremente del aire a través de las leguminosas (soja, trébol, vicia, etc.), el resto deben ser repuestos vía fertilizantes una vez que se baja a niveles críticos la disponibilidad natural provista por la roca madre.

A mayor producción de un cultivo por hectárea, mayor es la tasa de extracción de nutrientes. Sin embargo, toda moneda tiene dos caras, y el hecho de que un cultivo tenga un elevado rendimiento en granos, también generará mucho volumen de rastrojo de cosecha, lo cual contribuye a la fertilidad física.

Por otra parte, si el cultivo tuvo una buena performance, seguramente el margen bruto por hectárea permitirá un buen paquete tecnológico, que contemple una fertilización balanceada, reponiendo la mayor proporción posible de los elementos exportados del lote vía granos, cerrando un ciclo productivo sustentable en el tiempo, económica y ambientalmente hablando.

Si bien todos los nutrientes son importantes, los mismos se agrupan en macronutrientes (nitrógeno, fósforo y azufre) y micronutrientes (potasio, boro, etc.). Hay uno que lo podríamos calificar como el meganutriente, y es el "CARBONO". Este último, por más dinero que se tenga, no se puede comprar en la agronomía y esparcirlo por el campo, como en el caso de los demás elementos que nos provee la industria de los fertilizantes. Por ello nos debe preocupar sobremanera el "BALANCE DE CARBONO" de nuestro campo.

Si se parte de una situación de elevado contenido de materia orgánica en el suelo, debemos tener como objetivo de base un balance cero, es decir, reponer vía los rastrojos lo mismo que se pierde por un proceso natural denominado mineralización. Esta se produce básicamente por acción de los microorganismos del suelo, que la consumen y liberan nutrientes para las plantas y dióxido de carbono a la atmósfera.

La labranza y el pastoreo aceleran este proceso. Sin embargo, es falsa la afirmación de que un sistema de siembra directa no es compatible con el pastoreo de rastrojos, sobre todos en años complicados desde el punto de vista del forraje, ya sea por un estrés hídrico o una alta carga animal. Lo que sí es correcto decir es que la siembra directa exige no pastorear los rastrojos más allá de un umbral mínimo de cobertura que rondaría los dos mil kilogramos de materia seca por hectárea, de manera de poder asegurarnos los beneficios de a corto y largo plazo de este sistema de producción.

En resumen, la conjunción de siembra directa, fertilización de cultivos, rotación con fuerte presencia de gramíneas y pastoreo racional de los rastrojos monitoreando el nivel de decobertura son las herramientas técnicas que contribuyen a lograr un balance cero o positivo de carbono, dependiendo de la situación inicial en la que se encuentre el potrero, evitando de esta manera producir la degradación del recurso natural suelo, verdadero costo oculto que el empresario deberá considerar a corto plazo.

Por lo tanto y para finalizar, aquel amigo productor que abrazó el sistema de siembra directa y hoy cuenta con buena cobertura en sus lotes, deberá perseverarla más que nunca, evitando verse tentado a sobrepastorear los lotes eliminando la protección de restos vegetales que tanto esfuerzo, tiempo y dinero le han significado.

(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP

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